Nota

Universidad Nacional de La Plata - Facultad de Ciencias Naturales y Museo

20 de Abril de 2009 | 7 ′ 18 ′′

Prevención: cómo combatir el dengue en invierno

Con las bajas temperaturas el mosquito transmisor desaparece, pero sus embriones pueden mantenerse con vida aún en lugares completamente secos, esperando las condiciones climáticas propicias para eclosionar. Es por eso que investigadores de la UNLP ya advierten que las medidas preventivas deben continuar porque, en caso contrario, "en primavera y verano el problema se agravará”, y subrayan que no tener presencia de mosquitos durante el invierno es una gran ventaja, "pero hay que saber aprovecharla". Una hembra puede poner un promedio de 120 huevos hasta cuatro veces en su vida.

Durante años, el Aedes aegypti puede "esperar" a que la temperatura media del ambiente supere los 14 grados.

“El Dengue llegó a la Argentina para quedarse”. Así de contundentes se muestran los especialistas del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE) de la Universidad Nacional de La Plata. Durante una conferencia sobre el tema que se realizó en la facultad de Humanidades, advirtieron además que la proximidad del invierno y la llegada de los primero fríos representan una verdadera amenaza en la lucha por erradicar al Aedes aegypti, el mosquito transmisor del virus. Es que cuando las temperaturas descienden, el mosquito desaparece, pero sus huevos pueden sobrevivir por años, esperando las condiciones climáticas propicias para eclosionar, dando nacimiento a las larvas y, consecuentemente, a una nueva generación de estos insectos.

A partir de los estudios realizados por el CEPAVE, se logró establecer que, en la provincia de Buenos Aires, el mayor incremento poblacional de las colonias de Aedes aegypti se da en el mes de marzo. Pero los investigadores de la UNLP explicaron que, a diferencia de lo que ocurre en el norte de nuestro país, el mosquito no está presente durante los meses de frío.

Para el doctor Arnaldo Maciá, investigador del CEPAVE, “la llegada del invierno y la consecuente desaparición de los mosquitos termina por transformarse en un arma de doble filo porque se relajan los sistemas de control y las políticas sanitarias y de prevención sobre la falsa creencia de que la amenaza está superada”. “Lo peor que podemos hacer es no prevenir en la época en que el mosquito no está”, sentenció.

Es que el Aedes aegypti cuenta con una adaptación natural que resulta clave a la hora de instrumentar mecanismos de control de la enfermedad. Los huevos de esta especie de mosquito tienen la capacidad de pasar largos períodos de hibernación en diapausa; es decir que no eclosionan hasta que la temperatura media del ambiente no supere los 14 grados centígrados. Gracias a esta cualidad, los embriones pueden mantenerse con vida aún en lugares completamente secos a la espera de agua y calor.

Al respecto, Maciá subrayó: “El hecho de no tener presencia de mosquitos adultos durante el invierno es una gran ventaja que tenemos que saber aprovechar, pero si no se llevan adelante acciones preventivas en esos meses estamos favoreciendo que permanezca el germen de la próxima generación; así, la ventaja se transforma en desventaja”. Una hembra puede poner un promedio de entre 100 y 120 huevos por ovipostura, hasta cuatro veces en su vida.

Si bien el dengue se había declarado erradicado de Argentina en 1963, desde 1989 la población del mosquito comenzó a expandirse de nuevo en la región. Científicos del CEPAVE detectaron su presencia en la provincia de Buenos Aires y en la ciudad de La Plata en el año 1996. A partir de allí, este Centro realizó mediciones semanales de densidad y desplazamiento de las poblaciones de Aedes aegypti durante más de dos años. “En el 2000 presentamos un informe detallado a las autoridades sanitarias anticipando que esto que vivimos hoy podía ocurrir”, indicó Maciá.

El especialista en insectos vectores de enfermedades explicó: “Desde hace decenas de años se sabe que la distribución geográfica del mosquito va de los 35º de latitud norte hasta los 35º de latitud sur; de modo que era de esperar que el mosquito colonizara esta región si no se ponían barreras artificiales”.

Desde el CEPAVE insisten en que, hasta ahora, el mejor mecanismo para controlar la enfermedad es la prevención y educación de la población respecto a medidas personales tales como destrucción de los criaderos y protección contra la picadura de mosquitos de actividad diurna, incluso el empleo de mosquiteros, ropas protectoras y repelentes. En cuanto a los criaderos, lo común comprende recipientes naturales o artificiales en los que se deposita por largo tiempo en agua limpia, cerca o dentro de las viviendas, por ejemplo, neumáticos viejos y otros objetos como frascos, envases o floreros. Otra medida de vital importancia es la fumigación, que debe ser constante, y continuar aún durante el invierno”.

Sin embargo, en los laboratorios de la UNLP se desarrollaron investigaciones en búsqueda de mecanismos de control biológico para erradicar al mosquito y, especialmente, a las larvas. Es decir, la utilización de enemigos naturales que permiten regular y controlar el crecimiento de las poblaciones de mosquitos.

Dentro de la gama de los patógenos, se descubrió un hongo llamado Leptolegnia Shermani que, en las pruebas de laboratorio, ha demostrado tener una gran efectividad en la eliminación del mosquito. La ventaja de esta alternativa es que no afecta a otras especies animales ni vegetales. No obstante, esta investigación recién superó la etapa de laboratorio; ahora se deberán efectuar los estudios de campo –se estima que pueden durar más de un año- para evaluar si su efectividad se mantiene cuando el hongo es liberado en ambientes naturales.

También se han realizado ensayos con depredadores naturales que se alimentan de las larvas y otros estados inmaduros de los mosquitos. Por ejemplo, se logró determinar que los copépodos -pequeños microcrustáceos que habitan los mares y lechos de agua dulce- pueden dar excelentes resultados si se los aplica en tanques o cisternas de agua utilizadas por el hombre para su consumo en aquellas poblaciones que no cuentan con redes de agua corriente.

En los laboratorios del CEPAVE también se hicieron pruebas exitosas con Planarias, un pequeño gusano de forma plana que se alimenta de las larvas y funciona muy bien en pequeños receptáculos de agua. No obstante, este depredador es de acción limitada ya que no tiene la capacidad de trasladarse de un lugar a otro y colonizar así los diferentes criaderos.

Para espacios más grandes, como fuentes o piscinas, se ha demostrado la conveniencia de sembrar mojarritas; de hecho, con apenas un par de estos pequeños peces se puede controlar y erradicar las larvas de estos espejos de agua.

De todas maneras, los especialistas de la UNLP insisten en remarcar que estos mecanismos de control biológico son de uso limitado y quedan restringidos a casos puntuales y específicos.

Fuente: Unidad de Prensa - UNLP

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