Lo que alguna vez fue un desierto puede volver a serlo, si se atiende a la observación realizada por investigadoras de la UNCuyo en Mendoza. En la actualidad, el signo emblemático del paisaje mendocino es más la cultura del trabajo que la del agua, a pesar de que la segunda engendró a la primera.
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Gloria Zamorano, doctora en Geografía, se planteó junto a su colega María Belén González analizar la contaminación de las acequias de gran parte de la ciudad (la Capital, Godoy Cruz y Guaymallén) para evaluar de qué manera la gente valora y usa estos canales de riego y cómo actúan los organismos estatales para difundir su importancia.
Las profesionales avanzaron en conclusiones parciales alarmantes, que contrastan con el espíritu original que le impusieron a las acequias los primitivos habitantes del territorio mendocino: los huarpes. Según explicó Zamorano a InfoUniversidades, a través de encuestas observaron que no existe formación sobre la cultura del agua en la enseñanza, ya sea pública o privada, en todos los niveles educativos. Por eso proponen “incorporar esta temática sustancial en todas las escuelas de la provincia, tanto en el nivel primario como en el secundario”.
En segundo término, detectaron que ni el Estado provincial ni los municipios “se ocupan seriamente de transmitir la importancia de la cultura del agua a los habitantes, para lograr una imagen colectiva más nítida, lo que redundaría en el comportamiento de ellos en su territorio”.
¿Riego o vaciaderos de residuos?
La creciente demanda de agua, el despilfarro y la contaminación que las investigadoras observaron, las llevó a afirmar que no existe, en la población mendocina, una verdadera conciencia sobre la importancia que tiene el recurso hídrico para la vida y el desarrollo económico provincial.
Lo comprobaron encuestando a los habitantes de quince barrios del Gran Mendoza. Los individuos consultados viven en las viviendas en cuyas acequias se observó contaminación en las cuatro estaciones del año.
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Según los resultados de una muestra de dos poblaciones de Guaymallén (una de clase media y otra de clase baja) los habitantes dan mayor importancia al trabajo humano perseverante en el desarrollo de Mendoza, pero les pasa desapercibida la relevancia del riego sistematizado “que es el elemento esencial que permitió la existencia del oasis”, explica Zamorano.