El estudio de los hongos aéreos se denomina “aeromicología”, y sólo en determinados países existen protocolos establecidos para el desarrollo de la técnica que permite su control y medición. Un equipo de investigadores de la UNNE realizó estudios locales en busca de parámetros metodológicos para el análisis de hongos en el aire, especialmente en ambientes cerrados que pueden llegar a implicar situaciones de riesgo.
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En todo lugar hay en forma permanente hongos aéreos que, en general, no afectan a las personas, pero que pueden generar afecciones. Esta es la causa de la necesidad de hacer controles periódicos que permitan monitorear posibles cambios en la biota de hongos, o presencia de algunos de ellos que revistan riesgo sanitario. Es por esto que los especialistas trabajan en la adaptación de la técnica de medición que, aunque fue pensada para la determinación de hongos aéreos, también es útil para medir la presencia de otros microorganismos como las bacterias.
“En general, los protocolos de medición se determinan en Europa o en países en los que tienen distintos climas y diversos ecosistemas naturales y cuentan con ambientes cerrados con sistemas de filtración excelentes que limitan el ingreso de hongos aéreos” señaló a InfoUniversidades la licenciada Magdalena Mangiaterra, investigadora del Instituto de Medicina Regional e integrante del equipo de investigación. Por esto, respetando los protocolos más reconocidos, se decidió adaptarlos para que posibiliten una mejor medición, teniendo en cuenta variables como la humedad, el horario, la época del año, la altura de aspiración y demás características que influyen en esta zona subtropical.
El grupo de investigadores llevó a cabo una recolección de la biota de hongos en la Unidad de Terapia Intensiva y en Unidad de Quemados del Hospital Pediátrico “Juan Pablo II” de Corrientes. El muestreo se realizó con un colector que tiene rangos variables de aspiración de flujo de 100 a 1.000 litros de aire, en un tiempo determinado, y que lo dirige hacia la superficie de una cápsula con un medio de cultivo para permitir el crecimiento de los hongos y su posterior medición y estudio.
Para elegir el horario más adecuado y determinar la altura más conveniente para colocar el colector, se tomaron muestras en varios momentos y se realizaron muestreos a 0,50 metros y 1,50 metros del suelo. Luego de recolectar aire en distintos horarios, alturas, épocas, periodicidad y cantidad, se determinó que el mediodía era el horario adecuado para la toma de muestras, dado que en ese momento la concentración fúngica es mayor. La altura más conveniente fue la de 1,50 metros del suelo, ya que a esta distancia no se levantaban las conidias de los hongos depositadas en el piso.
El muestreo se llevó a cabo en otoño y en primavera porque, en esta región, son los períodos más y menos lluviosos respectivamente. Las muestras se tomaron cada 15 días y el volumen eficiente de aspiración fue de 200 litros, porque en todos los muestreos realizados con 400 y 300 litros resultó imposible el recuento de las colonias, debido a su alta concentración. “Los resultados nos permitirán comparar los valores obtenidos en una zona subtropical como la ciudad de Corrientes con aquellos datos generados en una región biogeográfica y climática diferente” expresó Mangiaterra respecto al avance de la investigación.
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No obstante, la investigadora aclaró que la interpretación de los resultados en los muestreos de aire es problemática, debido a que el nivel de hongos aéreos varía por las fluctuaciones de temperatura, humedad relativa y corrientes de aire y resaltó la importancia de trabajar en la adaptación de los parámetros de medición. La trascendencia de fijar protocolos de medición de la biota fúngica se vincula en forma directa con la posibilidad de hacer monitoreos periódicos de la presencia de hongos en lugares cerrados, especialmente en aquellos sitios críticos como salas de internación, y que los resultados tengan garantía de eficiencia.