A través de un proyecto, desarrollado en forma conjunta entre investigadores del CIFOT (Instituto de Cartografía, Investigación y Formación para el Ordenamiento Territorial) y de Conicet Mendoza, se planteó el problema generado en torno a las posibilidades de expandir la urbanización hacia el piedemonte mendocino, teniendo en cuenta los riesgos aluvionales y sísmicos que existen en la zona. Mediante un detallado análisis transdisciplinar los investigadores elaboraron una serie de recomendaciones que les permitirá saber hasta dónde crecer en edificación sobre el piedemonte y cómo hacerlo.
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“Se hizo este estudio para ver el grado de peligrosidad que existe si se sigue edificando en esa zona y, por otro lado, se buscó generar medidas de mitigación en aquello que ya no tiene vuelta atrás, o prevenir a futuro a través del reordenamiento y la planificación”, explica María Elena Gudiño, una de las profesionales que llevó a cabo la investigación.
Y se explaya: “Tenemos zonas donde todavía es posible expandirse, siempre y cuando se adopte una serie de criterios para cuidar a la gente frente a distintos riesgos. Los resultados del estudio serán plasmados en un libro que incluirá recomendaciones para tener en cuenta en la elaboración del plan del reordenamiento territorial”.
Según explican los investigadores, la situación de la urbanización en el piedemonte es preocupante ya que hay zonas consideradas peligrosas que requieren mayor infraestructura en cuanto a obras de canalización aluvional. “Hicimos un análisis de todos los barrios ubicados en el piedemonte y otro del medio natural donde están asentados esos barrios. En base a ello, determinamos cuáles eran las zonas más riesgosas desde distintos puntos de vista: el riesgo aluvional, el riesgo sísmico, o las que tienen menores posibilidades de habitabilidad”, expone la profesional consultada por InfoUniversidades.
“No podemos seguir edificando con planos en dameros (trazado cuadricular que caracteriza a las ciudades) en una zona de pendientes, ya que implica hacer una limpieza de suelo y realizar grandes movimientos de tierra; no es posible seguir pavimentando el piedemonte y cortando vegetación porque eso contribuye a la impermeabilización del suelo y éste no absorbe el agua que tiene que absorber”, completa.
El equipo llevó a cabo índices de las superficies impermeabilizadas, ya sea porque hay viviendas o por pavimentación. Esos índices revelan factores que evitan que el agua se absorba y, al no filtrarse, ésta baja con más velocidad y en gran volumen hacia la ciudad, por eso cuando llueve hay mayores problemas de inundaciones en el casco urbano. Gudiño agrega que “a veces se construyen los barrios con acequias (zanjas que constituyen un antiquísimo pero efectivo sistema de riego) que no tienen razón de ser porque forman parte de un sistema de riego que no existe en el piedemonte mendocino. Es mejor montar un colector aluvional o incorporar especies forestales adaptadas a la sequedad, que poner especies de árboles que demandan mucha agua en una zona seca”.
Las zonas del piedemonte donde aún se puede edificar son escasas. Son superficies menores a mil metros de altura y mientras la edificación se realiza a mayor altura, más se incrementan los problemas por el avance de los procesos de erosión, cada vez más graves. “En Mendoza tenemos condiciones climáticas y geomorfológicas que hacen que el ecosistema sea frágil: porque falta el agua, porque es propenso a procesos de desertificación y erosión, porque presenta problemas sísmicos”, explica la profesional entrevistada.
Las precipitaciones en la provincia son muy esporádicas y de mucha intensidad. En este comportamiento sistémico del ecosistema intervienen la vegetación, las características de las temperaturas y las precipitaciones. Esta complejidad genera una amenaza natural que no se tiene en cuenta a la hora de edificar. Gudiño hace notar otro inconveniente de la situación: “La gestión y el control de la edificación en la provincia se han realizado a través de instrumentos tradicionales. El Estado impone determinadas condiciones para construir, como la implementación de códigos de edificación, pero a veces esos códigos no se respetan”.
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“Debido a los avances producidos en materia de tecnología para la construcción, y en tiempos donde el mercado impone las reglas de juego en la ocupación de tierras urbanas, es necesario generar mecanismos para un mayor control de dónde y cómo construir”, concluye la investigadora.