Nota

Universidad Nacional de San Juan - Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño

27 de Septiembre de 2010 |

Riesgo y vulnerabilidad: nuevo paradigma para la prevención sísmica

En entrevista con InfoUniversidades, la directora del Instituto Regional de Planificación y Hábitat, Mirta Romero, advirtió sobre un cambio de paradigma en la preparación para un sismo, que incluye los conceptos de vulnerabilidad funcional y vulnerabilidad social y organizativa. Consultada acerca de las conclusiones de lo sucedido en Chile, la especialista aseguró: “Es un llamado de atención, porque vamos a tener un terremoto, no sabemos cuándo pero nos va a suceder y tenemos que estar preparados para actuar”.

Mirta Romero trabaja desde hace 18 años en la temática de “riesgo y vulnerabilidad sísmica”. En esta entrevista con InfoUniversidades, la arquitecta desarrolla estos conceptos como parte del nuevo paradigma para la prevención sísmica.

-¿Qué debe entenderse por “riesgo sísmico”?

-Es un concepto que involucra no sólo el peligro o amenaza, sino también la vulnerabilidad de lo que está expuesto. Un gran terremoto, en un lugar donde no hay algo expuesto, o donde las condiciones de vulnerabilidad son muy bajas, no genera riesgo, o es mínimo. Riesgo sísmico es la posibilidad de que un evento de este origen genere consecuencias humanas, económicas, sociales, materiales y ambientales negativas en un lugar y tiempo determinados.

-¿Es la vulnerabilidad un concepto clave para entender el riesgo sísmico?

-Cuando se habla de vulnerabilidad, no debe considerarse sólo lo físico, es decir, las características de las construcciones, las infraestructuras, etc., sino también lo social. Esto implica detectar las fragilidades, la falta de resiliencia de esa comunidad expuesta y su capacidad de respuesta ante un evento natural. Porque, producido el terremoto, es muy importante lo que pasa al día siguiente. De la capacidad de reacción de la comunidad, de que los centros de salud sigan funcionando, de la existencia de una organización y de una contención social, depende que se aumenten o disminuyan las pérdidas colaterales. Eso hace la diferencia, agudizándose o paliándose los efectos.

-Teniendo en cuenta que San Juan es una provincia de naturaleza sísmica, ¿en qué condiciones de vulnerabilidad estamos ante un evento de tal magnitud?

-Habría que empezar por aclarar que no es esperable en esta provincia un terremoto de la misma magnitud, por la diferencia en el nivel de sismicidad (con mayor razón, lo mismo puede decirse de otras provincias argentinas). Lo que históricamente hemos tenido es una magnitud (energía liberada) de 7.4 en el terremoto del ‘44, y de 7 en el de Caucete. Pero la magnitud nos da la idea de la medida como fenómeno geofísico en forma global. Es preferible hacer referencia a la intensidad, porque ésta es la medida que se relaciona con el daño (y esto sí atañe al menos a las 12 provincias que limitan con Chile). Su evaluación tiene como base las sensaciones experimentadas por las personas, los efectos en las construcciones y también en las cosas u objetos materiales y artificiales.

-Entonces la intensidad está más relacionada con la vulnerabilidad existente…

-Cuando se produjo el sismo del ‘77, en la ciudad de San Juan no tuvimos intensidad IX sino entre VII y VIII. Entonces, hubo menos daños. Si se hubiera producido un sismo como el de Caucete, pero más cercano a la ciudad de San Juan, como el del ‘44, hubiéramos tenido más daños de los que hubo. En un estudio realizado por el IRPHa entre 2000 y 2002 sobre vulnerabilidad física del Gran San Juan, procesamos alrededor de 200 mil edificios. Evaluamos el estado de daños que iba a sufrir la edificación. Esa información se graficó de manera que en un plano del Gran San Juan están indicados sectores y áreas que sufrirían mayores daños en la edificación, datos que después de 10 años debemos actualizar.

-¿El IRPHa sigue trabajando en este tema?

-Precisamente, desde fines de 2009, estamos trabajando en un PICTO (Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica Orientado) sobre Riesgo y Vulnerabilidad Sísmica, donde se actualizarán los datos y se incluirá la vulnerabilidad social, que en aquel momento no se tuvo en cuenta porque recién empezábamos a trabajar con este concepto. Los resultados de este estudio aplicado al Gran San Juan nos van a permitir ver claramente identificados los sectores que tienen vulnerabilidades altas; dónde se van a tener los mayores problemas. Es importante leer eso en el espacio para poder planificar. Y después, debe ser transferido a la sociedad. Lo debe tomar el sector público, que tiene el poder de decisión y, en conjunto, elaborar y poner en ejecución estos planes, para que estemos preparados. Las 48 horas siguientes del terremoto marcan la diferencia en cuanto a la cantidad de víctimas.

-¿Somos más vulnerables en lo físico o en lo social?

-Debemos ver las dos cosas, porque la vulnerabilidad social se expresa también en lo físico. La vulnerabilidad social tiene que ver con redes sociales, organizaciones sociales, capacidad de organización y de respuesta, y existencia o no de planes para la emergencia. Y todo eso tiene que ver con un Estado presente, con una sociedad organizada. Una sociedad con redes sociales, solidaria, es distinta a un modelo donde todo queda librado al libre juego de las leyes del mercado. Yo creo que algo de eso también se ha visto en Chile.

-A partir de esos estudios, ¿qué cambió en la forma de encarar las previsiones de un sismo?

-No mucho; pero es un problema mundial. En general, tiene que ver con el paradigma que ha imperado, en el que la seguridad se asociaba sólo a la seguridad estructural. Por ejemplo, los hospitales, en la mayoría de los casos, no salen de función después de un sismo porque tengan problemas estructurales, sino por falta de consideración en lo que atañe al diseño de los elementos no estructurales, en la existencia de vulnerabilidades funcionales y organizativas. Cuando hablo de ‘elementos no estructurales’ me estoy refiriendo a tabiques, carpinterías, cielorrasos, etc., líneas vitales de funcionamiento (agua, electricidad, cloacas, gas), mobiliario, equipamiento, provisión de gases medicinales, etc. En general no se tiene en cuenta un diseño adecuado para responder a este tipo de situaciones.

-¿Qué aspectos deben considerarse para la elaboración de un plan de emergencia?

-Es necesario tener presente que cada desastre genera distintos tipos de heridos y requerimientos de atención. Un aspecto a considerar es la vulnerabilidad funcional. Así, por ejemplo, los hospitales tienen que estar diseñados para este tipo de emergencia; se debe saber cuáles van a ser las áreas más solicitadas y qué sectores se pueden destinar a apoyarlas. Después, está el análisis de las vulnerabilidades externas: helipuertos, distancia y vulnerabilidad de los caminos al aeropuerto, accesibilidad de los sectores urbanos más vulnerables, vulnerabilidad de la red vial en general, flujo y estacionamiento de vehículos, accesibilidad peatonal, etc. También, la vulnerabilidad de los edificios o estructuras vecinas, eficiencia para conectarse a la red local o regional de emergencia, etc. La OPS insiste en que cada hospital debe tener su propio Plan de Contingencia, hecho en función de las vulnerabilidades del propio edificio.

-¿Qué conclusiones podemos extraer de lo sucedido en Chile?

-Es un llamado de atención, porque vamos a tener un terremoto, no sabemos cuándo pero nos va a suceder y tenemos que estar preparados para actuar. No debemos quedarnos en nuestro caso con que San Juan es la ciudad más segura del país. Ya sabemos que la seguridad no la garantiza sólo una buena estructura. Cuando uno arma un Plan de Emergencia, es importante manejar los datos con los que trabajamos. Cuando llegue el momento, es imprescindible manejar los escenarios posibles; conocer las zonas problemáticas, los centros de salud que sí o sí tienen que estar funcionando; cuántos heridos son esperables, a dónde vamos a derivarlos; qué vías son las que tienen que estar aseguradas; cómo va a ser la comunicación; qué edificios escolares van a funcionar como albergues, etc.

Arq. Mirta Romero, directora del Instituto Regional de Planificación y Hábitat de la UNSJ.

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