Nota

Universidad Nacional de Quilmes - Departamento de Ciencia y Tecnología

12 de Junio de 2017 | 9 ′ 39 ′′

Un mundo (subterráneo) de sensaciones

En esta entrevista Patricia Folgarait, directora del Laboratorio de Hormigas, explica cómo es la organización de estos insectos a los que define como "sociales". "Conforman sociedades protagonizadas por las reinas y por las obreras. Estas últimas cumplen diferentes tareas, como alimentar a las crías, obtener alimentos o limpiar los nidos", afirma.

Patricia Folgarait, directora del Laboratorio de Hormigas de la UNQ

Las hormigas, sus sociedades. Un mundo organizado y jerarquizado, compuesto de un puñado de reinas y miles de obreras que edifican auténticas metrópolis sin el consentimiento de los humanos, barren sus mejores anhelos de antropocentrismo y les recuerdan quiénes llegaron primero a la conquista de las tierras. Paisajes y dinámicas que reproducen los esquemas de interacción humanos y la más tradicional división del trabajo. Sus comportamientos: tan enigmáticos como apasionantes. Desde aquí, nadie mejor que la Dra. Patricia Folgarait, directora del Laboratorio de Hormigas de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), para intentar desmenuzar y compartir qué ocurre en las insondables rutas subterráneas.

-Usted es bióloga pero cuando tuvo que decidir qué estudiar no fue tan sencillo. También le interesaban las bellas artes…

-Sí, claro. Incluso, cuando fui al Hospital Borda a realizar el test vocacional, me recomendaron ambas carreras. •En aquel momento pensé que biología podía ser más fácil y que con perseverancia e inteligencia alcanzaba; mientras que para triunfar en las bellas artes era necesario cultivar cierta “magia”. Así que me incliné hacia biología y lo otro quedó como hobby.

-Y luego, ¿por qué se especializó en las hormigas?

-En realidad estudié biología porque quería ser etóloga, para examinar el comportamiento de los animales. De hecho, me interesaban mucho los mamíferos peludos y suaves. Todo iba encaminado para especializarme en el carpincho, sin embargo, cuando estaba casi definida cursé una materia que significó un verdadero punto de inflexión. Se llamaba “Ecología de las comunidades” y recuerdo que me partió la cabeza.

-¿Qué temáticas abordaban en Ecología de las comunidades? ¿Por qué significó tanto para usted?

-Una comunidad es un conjunto de poblaciones de diferentes especies que interactúan entre sí. Desarrollar esta perspectiva me permitió correrme un poco del análisis individual y poblacional para poder estudiar interacciones. Y cambió todo, enseguida supe que era el camino correcto. Recuerdo que desde muchos ámbitos se analizaban la competencia y la predación, ambas interacciones negativas.

-¿Por qué son negativas?

-La predación es un tipo de interacción biológica mediante la cual un organismo caza a otro para subsistir. De esta manera, uno se beneficia y el otro se perjudica, mientras que en la competencia ambos resultan afectados. Sin embargo, tal vez por romántica, prefería estudiar las interacciones positivas, aunque no existían demasiados desarrollos teóricos al respecto.

-¿Se refiere al “mutualismo” por ejemplo?

-Bueno, el mutualismo representa una de las interacciones positivas más conocidas. Las leguminosas, por ejemplo, son plantas que tienen bacterias fijadoras de nitrógeno en las raíces. De este modo, las bacterias le brindan el nitrógeno a las plantas, y éstas -a su vez- proveen de azúcares a las raíces. Pero este vínculo se conocía desde hace muchísimo tiempo y tenía ganas de estudiar algo nuevo, que además me permitiera analizar comportamientos.

-En ese momento observó que las interacciones entre las plantas y las hormigas podían funcionar muy bien para analizar los mutualismos y no perder de vista a los comportamientos…

-Exacto. Las plantas funcionan como albergue y les brindan comida a las hormigas, a cambio de que ellas las protejan contra los herbívoros. En este sentido, pensé que sería un ejemplo novedoso para profundizar y que habilitaba a múltiples manipulaciones experimentales. En efecto, localicé a Diane Davison (Departamento de Ecología y Biología Evolutiva, Universidad de Utah) que estudiaba el tema con un género de plantas tropicales. Solicité una beca externa de Conicet (que con la crisis argentina duró sólo seis meses, por lo que luego conseguí una beca de la Universidad de Utah) y realicé el doctorado en aquella institución. Cuando conocí a las hormigas no las abandoné más. En términos de curiosidad e interés académico son fascinantes.

-¿Por qué son fascinantes? Un buen punto de entrada puede ser el establecimiento de jerarquías. Para empezar, hay hormigas que son “reinas”…

-Las hormigas son insectos sociales y, como tales, conforman sociedades protagonizadas por las “reinas” y por las “obreras”. Puede haber más de una por nido y son las únicas que dejan descendencia. Las obreras, en cambio, son miles -habitualmente, son las reconocidas por los seres humanos- y jamás se reproducen. Sin embargo, al interior de las obreras hay castas que cumplen con determinadas funciones.

-Una auténtica división del trabajo, como ocurre en las sociedades humanas.

-Tal cual. Algunas se ocupan de alimentar a las crías, otras de sacar patógenos y evitar que se enfermen los nidos, algunas van en búsqueda de alimento mientras las restantes sacan la basura. Y los machos, junto con las “princesas”, conforman la casta reproductiva.

-¿Cómo se explica ello?

-Cuando una colonia es “madura” (con una determinada masa de obreras), la reina comienza a colocar huevos para obtener “reproductivos”. Cuando se desarrollan las princesas -que cuentan con órganos reproductivos maduros- salen al aire junto a los machos y realizan el “vuelo nupcial” para aparearse. Forman esas nubes negras que las personas observan en el campo.

-¿Y luego qué ocurre?

-Los machos caen y mueren, mientras las princesas comienzan a formar sus colonias. Ese constituye, más o menos, el ciclo de vida de una hormiga típica.

-Hasta aquí ha descrito la estructura social. Ahora bien, ¿qué hace, efectivamente, que una hormiga obrera se comporte como debe hacerlo y logre cumplir con sus funciones específicas?

-La información está codificada en sus genes pero además depende de la alimentación: si no recibe determinados alimentos muy ricos en ciertas proteínas, por defecto, el programa genético indica que se desarrolle una obrera. En cambio, si recibe los nutrientes necesarios, el programa genético indica el desarrollo de una princesa. Los machos, por su parte, provienen de óvulos no fecundados por lo que cuentan con la mitad de la información genética.

-Por último, señalaba la importancia de la alimentación como clave para comprender la estructura social. ¿De qué se alimentan las hormigas cortadoras de hojas que usted investiga?

-Las hormigas cortan las hojas para cultivar un hongo que se encuentra al interior de la colonia. Se alimentan, por tanto, de las gongylidias: unas estructuras muy particulares con propiedades alimenticias que brindan alimentos a los juveniles y a la reina. El avance que patentamos recientemente está vinculado con esto: buscamos controlar de forma biológica a las colonias.

Una patente para el control biológico

Hace apenas diez días, el Laboratorio de Hormigas de la UNQ ha recibido el Título de Patente “Métodos para controlar hormigas cortadoras de hojas”, emitido por la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos. Junto a Daniela Goffre y Jorge Marfetan, Patricia Folgarait había presentado la investigación para su evaluación en 2014.

-¿Puede narrar en qué consiste la patente?

-Nuestro Laboratorio está a la vanguardia en el control biológico de hormigas. No obstante, esto recién comienza, porque controlarlas es mucho más difícil que lo que ocurre con cualquier otro insecto. Su propia estructura social obstaculiza cualquier intento, en la medida en que tienen reinas que se encuentran protegidas al interior de las colonias.

-Entonces, ¿en qué consiste el aporte que han desarrollado?

-Diseñamos un método de aplicación de cebos formulados con sustancias que las atraen a partir del olor. Son compuestos que tienen la capacidad de perjudicarlas (gracias a los microorganismos que los componen) y de engañarlas (debido a los atractantes y las texturas de los formulados). La idea era que no pudieran reconocerlos, sobre todo porque se trata de una especie muy evolucionada. De hecho, descubrieron la agricultura mucho antes que el ser humano (hace unos 50 millones de años) y han desarrollado grandes aprendizajes. Por ejemplo, en general, cortan hojas, las trasladan, las colocan en el cultivo de hongos y prueban qué ocurre: si beneficia su crecimiento repiten la acción y si no funciona van en búsqueda de otra planta que sí lo garantice.

-Y frente a ello, ¿qué hicieron?

-Desarrollamos un cebo para que ellas consuman sin reconocer que en su interior contienen microorganismos capaces de matarlas y perjudicar al hongo del cual se alimentan. El formulado, entonces, es susceptible de ser aplicado de forma reiterada sin que las hormigas lo rechacen.

-Imagino que el desarrollo se vincula directamente con el campo de las producciones agrícolas y forestales…

-Sí, por supuesto. El producto tendrá una demanda importantísima por parte del sector forestal, pero también del sector orgánico, en la medida en que los productores tienen la indicación de reducir la aplicación de químicos. Ante este escenario favorable, esperamos encontrar una empresa que sea adoptante de la patente.

Patricia Folgarait, directora del Laboratorio de Hormigas de la UNQ

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Leticia Spinelli
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