restos de una construcción incaica al sur de Tocota, en el sitio denominado "Caminca 5". Al lado de las ruinas puede verse el Camino del Inca.
A lo largo del siglo XX, diversos autores se manifestaron acerca de la posible presencia de un camino principal incaico, que habría recorrido los valles longitudinales de Iglesia y Calingasta, en la provincia de San Juan. Una reciente investigación confirmó la existencia de esta senda a lo largo de casi 26 kilómetros, a partir de la combinación de la observación de imágenes satelitales provistas con la tecnología Google Earth, el relevamiento de campo y el análisis de las evidencias arqueológicas halladas.
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Se llama Camino del Inca al entramado de caminos que conformaba el sistema vial del imperio incaico, al que también se denomina Qhapaq Ñan (en quechua “Camino real” o “Camino del Inca”), tanto para la totalidad de esa organización de rutas como para el camino principal (de aproximadamente 5.200 km). Todos estos caminos se encontraban conectados al Cuzco, capital del imperio Incaico, facilitando la comunicación y el control sobre los pueblos anexados en el marco del proceso expansivo Inca. Dado que el Qhapaq Ñan interconectaba localidades tan distantes como Quito, Cuzco y Tucumán, durante el siglo XVI fue empleado por los conquistadores españoles para invadir Perú, Bolivia, Chile y las pampas cordilleranas argentinas.
El relevamiento llevado a cabo por los investigadores se efectuó en varias sendas ubicadas en las cercanías del Cerro El Divisadero, unos 2 km al sur de la zona de Tocota, y en un sector ubicado a unos 8 km de esta misma localidad. Allí, aparecieron en forma recurrente restos de cerámica incaica asociada a una de esas sendas, lo que permitió identificar el camino longitudinal incaico desde el Tambo de Tocota (el conjunto complejo de estructuras incaicas más meridional de los conocidos para el Valle de Iglesia) hasta su punto final de observación por el sur, en una extensión total de 25.987,5 metros. Así lo explicó a Argentina Investiga Alejandro García, especialista a cargo de la investigación.
Por supuesto, no es la primera vez que se habla de un camino incaico en los valles preandinos de San Juan que permita establecer una conexión con las evidencias del Valle de Uspallata, en el norte de Mendoza. Una senda que recorre longitudinalmente aquel sector fue identificada como incaica por algunos autores, pero las opiniones estuvieron tradicionalmente divididas, con voces a favor de la existencia de este tramo y otras en contra, a lo largo de todo el siglo XX.
“Probablemente, la causa de esta divergencia sea el hecho de que no se haya realizado, hasta el momento, ningún estudio específico de esta senda”, analiza García, quien explicó la metodología que utilizó para avanzar con mayor precisión en la confirmación de la existencia de este histórico camino.
“La información obtenida fue cotejada con el plano de (Salvador)
Debenedetti (1917) y con las imágenes del programa Google Earth, y se identificaron una senda principal (con mayores probabilidades de ser la vía buscada) y otras alternativas. Posteriormente se transitaron a pie diversos tramos de estas sendas en sus partes más visibles, lo que permitió identificar el camino incaico”.
El investigador agregó que “los restos arqueológicos hallados en torno del camino fueron posicionados mediante GPS y registrados fotográficamente, y que esta información está sujeta a futuros análisis relacionados con el tránsito del camino”.
Características del camino
Según pudo comprobar García, a lo largo de 6,9 km, la senda se presenta invadida por la vegetación; su visibilidad es baja y se observa escaso material arqueológico asociado, lo cual atribuye a su sedimentación y a su intersección por numerosos cauces cercanos. “En este tramo (que abarca los dos primeros segmentos y parte del tercero que analizamos) es muy difícil determinar el ancho del camino, que en general es de unos 2 metros, y no se observan características distintivas que permitan diferenciarlo del entorno, del que sólo se distingue en general por la menor cantidad de vegetación y en algunos sectores por la observación de una senda apenas marcada”.
Luego, la visibilidad mejora notablemente. “En este tramo (que culmina con el último punto visible de la senda por el sur) la traza se hace más regular, con un ancho de entre 2,5 y 3 metros; se observa muy escasa vegetación dentro de la senda y la cantidad de material arqueológico depositado en su interior y en los costados es relativamente alta”, sigue García.
Según el investigador, la senda se verifica como de origen incaico por el hallazgo reiterado de fragmentos de cerámica del llamado “período de dominación estatal” del Imperio Inca sobre esta parte del sur de América. Además, porque se hallaron construcciones asociadas al camino “seguramente como lugar de apoyo y asistencia a los viajeros”, entre ellas, un conjunto de recintos pircados de forma oval o semicircular, con sus aberturas ubicadas hacia el este y a muy escasa distancia del camino incaico (unos 2 metros). Y un elemento más, como evidencia de la utilización de este camino durante el período incaico: la presencia de alfarería incaica en la superficie de la mayoría de los pircados.
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Por estas razones, García concluye que en el sector relevado existe un tramo del Qhapaq Ñan, que atravesaba el Valle de Iglesia rumbo a Calingasta y Uspallata, un sector ya recorrido en 1915 por la expedición del pionero Salvador Debenedetti, pero no consideradas como de origen incaico por este autor.
Vista del camino del Inca (sacada hacia el norte), en un sector del trayecto entre las localidades de Villa Nueva y Tocota, en el oeste de San Juan.