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Universidad Nacional de Quilmes - Departamento de Ciencia y Tecnología

09 de Enero de 2012 | 7 ′ 32 ′′

Una mirada al suelo

Científicos de distintas universidades realizaron muestreos de suelo en campos de la zona más productiva del país. Para ello, seleccionaron sitios donde se llevan a cabo buenas y malas prácticas agrícolas. Los investigadores también toman muestras de lotes de ambientes naturales, que utilizan como referencia, para construir indicadores de calidad que permitan diferenciar entre tipos de prácticas. El estudio apunta a lograr la productividad a partir de un manejo sustentable del suelo.
Una mirada al suelo

Obtener información sobre la biología del suelo y construir indicadores de calidad forman parte de los objetivos del equipo de investigadores que en las localidades de Bengolea y Monte Buey (Córdoba), Pergamino (Buenos Aires) y Viale (Entre Ríos) tomó muestras de tres lotes distintos. En cada uno de los lugares se hizo un muestreo de suelo en ambiente natural; otro, con buenas prácticas agrícolas en siembra directa y, por último, otro de malas prácticas.

Los investigadores esperan encontrar indicadores para diferenciar entre buenas y malas prácticas agrícolas y su relación con una agricultura sustentable. “Estudiamos la biología del suelo para entender cuáles son las bases biológicas que explican su productividad”, señaló a InfoUniversidades el doctor Luis Wall, coordinador del proyecto Biospas, enmarcado en los Proyectos de Áreas Estratégicas (PAE) del ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.

El sistema de siembra directa es el más extendido en el país: en Argentina son veinte millones de hectáreas. “Representan cerca del 80 por ciento de la agricultura total”, aseguró el coordinador del proyecto. Es por esto que los muestreos fueron realizados sobre terrenos sometidos a este tipo de siembra.

Biólogos, bioquímicos, ingenieros agrónomos, químicos y biotecnólogos se llevaron a sus laboratorios una parte de cada muestra para analizarla desde distintos aspectos. Son doce grupos de investigación que estudian, desde diferentes miradas, la misma muestra de suelo. “Todos trabajamos sobre la misma muestra física. Cada uno hace su análisis, se pregunta cosas distintas y trata de sacar sus conclusiones. Pero después, puede intercambiar datos con los otros, porque son comparables ya que se aplican sobre la misma muestra”, señaló Wall.

Los científicos estudian las propiedades físicas, químicas y biológicas que les permitirán realizar un análisis del funcionamiento del suelo y ver cómo se relacionan estas variables entre sí, y cómo se vinculan con la productividad. Para ello, estudian la descomposición de los rastrojos, la supresividad del suelo frente a distintos hongos fitopatógenos, las caracterizaciones moleculares de micorrizas, las reservas de carbono y la fijación del nitrógeno, entre otras cosas.

Desde 2009, el equipo realiza muestreos de los mismos suelos dos veces al año: una toma de suelo en verano y la otra en primavera. Los puntos de muestra para llevar a cabo esta investigación fueron decididos por los científicos en función de las definiciones que los propios productores hicieron sobre lo que consideraban buenas y malas prácticas de cultivo.

Los lotes con buenas prácticas agrícolas tienen una buena rotación de cultivos. “En general, se ve a simple vista que hay mucho rastrojo sobre los suelos y esa cobertura lo protege”, señaló el coordinador. En cambio, los terrenos con malas prácticas de cultivo son, por lo general, lotes donde se hace monocultivo de soja, las llaman “malas prácticas” porque a la larga tienden a degradar el suelo.

En este último muestreo, realizado en primavera, en los casos de buenas prácticas, los investigadores encontraron pequeñas plantas de trigo o plantaciones de vicia como cultivo de cobertura, que luego se incorporarán como nutrientes y aportarán carbono y nitrógeno al suelo. En cambio, en los campos con malas prácticas, en general el suelo estaba desnudo. “Eso hace que se vea desprotegido”, explicó Wall.

Cómo fueron los muestreos

Las muestras son representativas de todo lo que ocurre en el suelo y por ello una de las tareas más importantes del proyecto es obtenerlas en buenas condiciones y llevarlas en frío hasta el laboratorio, donde se les agregan las sustancias necesarias para frenar actividades biológicas.

El trabajo se repite en cada lote, en los que el grupo identifica tres sitios de donde obtiene las muestras, haciendo veinte piques en cada uno, con unos sacabocados grandes de acero inoxidable capaces de extraer diez centímetros de suelo. La muestra es colocada en una batea de plástico y allí se mezcla con guantes, se pesa y se reparte a cada uno de los grupos. Luego se guardan en bolsas rotuladas, en conservadoras con hielo para que queden en frío hasta llegar a los laboratorios.

Además, los científicos también toman muestras de lotes de ambientes naturales. Son los suelos que utilizan como referencia y que aportan información sobre la naturaleza del lugar de muestreo. “Son esos sectores de los campos que se mantienen naturales, como un pastizal natural. Sitios donde hace al menos treinta años que no se realizan prácticas de cultivos”, comentó el investigador.

En búsqueda de la sustentabilidad

La sustentabilidad se trata de lograr una producción sostenida en el tiempo que preserve las propiedades de fertilidad del suelo. “Con los análisis químicos, físicos y biológicos, lo que hacemos es corroborar que la biofertilidad se mantenga en el tiempo y, además, ver si podemos unir datos de alta productividad con una disminución en el uso de agroquímicos que si bien benefician la productividad, tienen un alto impacto ecológico ambiental”, explicó Wall.

En terrenos con siembra directa, la rotación de cultivos y un manejo inteligente de plagas es lo que tiende a lograr la sustentabilidad de la producción, uno de los problemas que tiene la siembra directa es el desarrollo de enfermedades. Hasta ahora se controlan con agroquímicos pero tienen mayor impacto ambiental. A partir de la biología, el desafío está en lograr el control de las enfermedades con herramientas biológicas.

Tradicionalmente, rotar la tierra era la manera de eliminar las enfermedades, pero Wall sostuvo que es mucho más lo que se pierde en calidad de suelo rotando la tierra que lo que se gana. Por eso se dejan rastrojos en el suelo. “Esa es la gran diferencia entre las buenas prácticas y las malas. El colchón de rastrojos y una buena rotación hacen que los cultivos desarrollen menos enfermedades”, explicó.

En contraposición, los campos con monocultivo tienen mayor riesgo de presentar enfermedades en las plantaciones. “Si sembrás siempre lo mismo, evolutivamente seleccionás los bichos que viven en el mismo cultivo. Entonces, al año siguiente está lleno de patógenos”, señaló Wall.

Vinculación y transferencia tecnológica

Con la etapa de muestreos terminada, los científicos tienen una ardua tarea: realizar investigaciones, análisis, mediciones, comparaciones, y establecer conclusiones que les permitan obtener resultados y saberes nuevos y, además, transferir esos conocimientos a sectores productivos. Los productores agrícolas se verán beneficiados a la hora de tomar las decisiones que les aseguren la viabilidad de una práctica agrícola sustentable y sostenida. Y las empresas contarán con el conocimiento necesario para el desarrollo de productos industriales para el agro.

Producción Periodística:
Lic. Erica Lanfranchi

Responsable Institucional:
Leticia Spinelli
Universidad Nacional de Quilmes

Dirección de Prensa y Comunicación Institucional
prensa@unq.edu.ar
www.unq.edu.ar


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