Frente a este fenómeno, los investigadores del Instituto de Ciencias Sociales y Disciplinas Proyectuales (INSOD) de la Fundación UADE comenzaron a analizar los complejos procesos de construcción de las identidades de los migrantes chinos y taiwaneses en Buenos Aires, donde se aloja la mayor parte de sus miembros. En este marco, se pusieron como objetivo dar a conocer sus atributos identitarios y cómo se fueron insertando en la cultura argentina desde fines de los años setenta en adelante. Tanto de aquellos sectores que arribaron al país desde las primeras corrientes significativas de migrantes chinos como también de las nuevas generaciones nacidas en suelo argentino.
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“Los migrantes chinos se han concentrado principalmente en Buenos Aires, sin embargo, no se han asentado en un solo barrio de la Ciudad. Estamos analizando sus altos grados de dispersión residencial junto con el carácter del Barrio Chino de Belgrano. Una zona donde se concentran restaurantes, supermercados, bazares y otros negocios, pero también templos y asociaciones culturales que dan a conocer a los porteños la cultura china. La particularidad es que allí no reside ninguno de ellos”, asegura a Argentina Investiga la doctora Susana Brauner, responsable de la investigación.
Describir la heterogeneidad de las identidades de estos sectores supone tener en cuenta sus orígenes y sus propias auto-representaciones, como taiwaneses y como chinos continentales, sus formas de interrelación y organización en el país, así como sus modos de integración, el papel de las nuevas generaciones y su impacto en Buenos Aires. En este contexto –señalan los investigadores de la Fundación UADE– puede destacarse que, con el paso del tiempo, cada vez son más frecuentes los casamientos entre taiwaneses y chinos y su asociación en los ámbitos laborales. Además, observaron la creciente argentinización que transitan sus descendientes quienes, aunque intentan resguardar sus rasgos culturales, se han escolarizado en las escuelas y universidades argentinas. Tan es así, comenta Brauner, que uno de sus entrevistados señaló: “Yo soy 100% chino y 100% argentino”.
En lo que se refiere a la actividad económica, continúan desarrollándose en el área comercial, principalmente como “supermercadistas”, pero también su presencia es notoria en otras áreas como restaurantes, lavaderos, bazares, rotiserías, ópticas, entre otras. Asimismo, incursionaron en otros ámbitos como la enseñanza, los medios de comunicación, la medicina, la abogacía, el académico, el artístico y la política nacional.
“Su integración no es fácil”, afirma Brauner. El idioma es uno de los grandes obstáculos pero también lo son los estereotipos mutuos y las leyendas urbanas que se fueron construyendo. De todos modos, las actividades y los espacios de intercambio propiciados por los mismos chinos y taiwaneses como las políticas de interculturalidad implementadas por las autoridades de Buenos Aires han ido naturalizando su presencia en la ciudad y mejorado la comprensión de sus tradiciones milenarias.
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Los investigadores se proponen continuar y problematizar la complejidad de los procesos identitarios que fueron transitando chinos continentales, taiwaneses y sus descendientes argentinos en Buenos Aires, con especial hincapié en el campo socio-económico y asociativo, en el impacto cultural chino sobre los hábitos de consumo en los argentinos y los espacios de encuentro social, como también en los vínculos que sostienen con sus tierras de origen.