Las mujeres padecen discriminación laboral. Esta es una de las desigualdades que más las afecta y es el eje de un estudio de tesis que compara, desde la perspectiva económica, los alcances de esta realidad en las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Río Cuarto.
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Durante la última década han resurgido distintos movimientos feministas que pusieron en el centro del debate los roles asignados a las mujeres y los varones. Es más, se ha impulsado a la igualdad de género como una necesidad impostergable dentro de la sociedad y de los gobiernos.
Pero los datos no mienten. Brindan evidencias de las diferentes desigualdades en el mercado laboral, esas que permiten hablar de trabajos feminizados, de segregación vertical y horizontal, de brecha salarial, entre otros fenómenos que aún persisten. Son desigualdades que no sólo perjudican a la autonomía económica de la mujer, sino también a su núcleo familiar al reducir los ingresos.
Ni la ciudad de Buenos Aires, ni la de Córdoba, ni la de Río Cuarto presentan algún grado de igualdad entre varones y mujeres, concluye el trabajo de investigación que realizó Micaela Florencia Zamora, en el marco de su tesis final de Licenciatura en Economía que, con la dirección y codirección de los profesores de la UNRC Jorge Hernández y Pamela Natali, llamó “Discriminaciones de género en mercados regionales de trabajo. Una mirada a territorios de diferentes jerarquías urbanas”.
Para ese trabajo, relevó la información oficial de todo un año que difundió el INDEC, a partir de la Encuesta Permanente de Hogares. El período elegido fue 2019 debido a que es el año previo a la crisis por la pandemia de coronavirus. Entendió que los datos posteriores a ese año necesitan ser analizados en la perspectiva de los sucesos ocurridos, e implican un estudio diferente.
La participación de la mujer en el mercado de trabajo es menor a la masculina en todos los territorios analizados, constató la licenciada Zamora. Además, trazó un análisis de la segregación horizontal, que ofrece un panorama general de asignación de puestos de trabajo que distingue claramente actividades feminizadas y masculinizadas. También halló una relación decreciente de la participación femenina en cargos de dirección y jefatura. Mientras tanto, el análisis de la brecha salarial ofreció como resultado una menor remuneración promedio de las mujeres en las tres ciudades estudiadas. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene los ingresos más altos, lo cual podría corresponderse con la fuerte presencia de ramas de actividad con mayor productividad y salarios. Gran Río Cuarto le sigue en salarios mayores, pero también es mayor su brecha salarial, ya que los varones tienen un ingreso en promedio 31,6% mayor que las mujeres.
Lo propio ocurre cuando toma en cuenta el empleo y el desempleo, o la informalidad y el subempleo, donde siempre la ecuación termina siendo desventajosa para las mujeres.
Diferencias que duelen
“Profundizando el enfoque de género, se observa que Gran Córdoba y Gran Río Cuarto presentan las mayores diferencias de género”, afirmó Micaela Zamora a Argentina Investiga y agregó: “Según la tasa de actividad y empleo, la diferencia entre mujeres y varones es mayor, siendo aproximadamente de veinte puntos porcentuales en cada aglomerado. Sin embargo, en términos relativos, la tasa de actividad femenina alcanza el 80,3% de la masculina en CABA, del 72,7% en Gran Córdoba y del 70,8% en Gran Río Cuarto. La tasa de desempleo es para los varones ubicados en estos dos últimos aglomerados alrededor de dos puntos menor que para las mujeres, aunque en términos relativos la del Gran Córdoba es un 29% y la del Gran Río Cuarto casi un 60% mayor. En contraposición, CABA presenta menores diferenciales de género, con brechas de catorce puntos porcentuales en cuanto a la tasa de actividad y empleo, y apenas un punto para las tasas de desempleo que, en términos relativos, representa sólo un 15%”.
En definitiva, sostuvo que CABA resulta en menores barreras a la entrada al mercado laboral, teniendo en cuenta que las mujeres que residen ahí presentan en comparación menores brechas con los varones, e incluso exhiben mejores indicadores laborales en paralelo con las mujeres de Gran Córdoba y Gran Río Cuarto.
Los resultados del análisis relativo de las tasas de empleo y desempleo para hombres y mujeres pueden explicarse a partir de cuáles son los sectores productivos que generan mayores puestos de trabajo. Así, en CABA los sectores comercio, servicios financieros, inmobiliarios y administrativos, los servicios sociales y de salud resultan ser los principales demandantes de mano de obra y a su vez son sectores no masculinizados. En contraste, el comercio, la construcción y la industria son para Gran Córdoba y Gran Río Cuarto las ramas de actividad con mayor proporción de ocupados y, exceptuando al comercio, son sectores visiblemente masculinos.
Otras ramas, como suministro de electricidad, agua y gas y organizaciones y organismos extraterritoriales, presentan la particularidad de constituir un sector marcadamente masculinizado para los aglomerados Gran Córdoba y Gran Río Cuarto, pero no para CABA, donde el 50,4% de sus ocupados son mujeres. Asimismo, se observa una mayor proporción de mujeres en el sector construcción de CABA, donde alcanza el 18,5% de los empleados. Claramente, sigue siendo un sector masculino, pero con una mayor inserción de mujeres en comparación con los aglomerados Gran Córdoba y Gran Río Cuarto, donde este número no supera el 3,1%.
Por otra parte, se destaca la presencia masculina en CABA y Gran Córdoba en la administración pública, defensa y seguridad social, y la femenina en Gran Río Cuarto en servicios comunitarios, sociales y personales.
La investigación revela que las ramas de actividad feminizadas –servicios domésticos, enseñanza y servicios sociales y de salud– representan para CABA el 38,5% del empleo femenino, mientras que para Gran Córdoba, el 39% y para Gran Río Cuarto, el 44,7%. Los servicios domésticos constituyen un importante sector empleador para las mujeres de Gran Córdoba y de Gran Río Cuarto. En tanto, aunque es un sector feminizado para CABA, los servicios domésticos no son uno de los principales trabajos para las mujeres, ya que sólo el 9% de las ocupadas terminan en este sector.
El comercio tiene mayor proporción de mujeres empleadas en Gran Córdoba (19,71%) y Gran Río Cuarto (16,93%) en comparación con CABA (10,53%). Esta es una rama de actividad asociada también a la baja productividad, el empleo informal y el no registrado.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene al 10% de las ocupadas en actividades profesionales, científicas y técnicas, que se caracteriza por mejores condiciones salariales, bajos niveles de precariedad, informalidad y no registro. Ese índice es del 6,96% para el Gran Río Cuarto y del 4,29% para el Gran Córdoba.
Si se compara en qué ramas se insertan laboralmente los varones, la investigación de Zamora determina que para Gran Córdoba y Gran Río Cuarto son el comercio, en primer lugar, seguido por la construcción y la industria manufacturera. En CABA, los varones trabajan principalmente en comercio, transporte, almacenamiento y comunicación, servicios financieros, inmobiliarios y administrativos, y la industria manufacturera. Estos sectores son de productividad media/alta y salarios elevados, con excepción del comercio. La construcción constituye un sector con salarios altos, pero también con altas tasas de no registro e informalidad. El transporte y la comunicación, los servicios financieros, inmobiliarios y administrativos y la industria manufacturera son sectores con bajos niveles de informalidad y no registro y son a tiempo completo.
Esto quiere decir que los varones “se insertan en aquellas ramas asociadas a los principales sectores económicos de cada aglomerado, o bien los principales sectores económicos de cada aglomerado resultan considerados como ‘trabajos de varones’, quedando para las mujeres aquellas actividades relacionadas a la esfera reproductiva de la sociedad, como servicios domésticos, educación, servicios sociales y de salud, entre otros”, destacó la profesional.
Un impedimento mayor
La investigación también se interesó por la proporción de mujeres y varones que ocupan puestos jerárquicos; es decir, lo que se denomina segregación vertical. Según señaló, esta brecha constituye uno de los mayores impedimentos en cuanto al crecimiento profesional y económico de las mujeres. “Se verifica que en todos los aglomerados existe una menor representación de las mujeres en los niveles jerárquicos más altos. Sin embargo, Gran Córdoba es el aglomerado que presenta menor brecha ocupacional. Allí los varones ocupan un 29,3% más de los puestos jerárquicos. En contraposición, para Gran Río Cuarto y CABA, los varones ocupan un 50% más que los puestos jerárquicos ocupados por las mujeres. Asimismo, los cargos de dirección y jefatura que ocupan en su mayoría las mujeres están relacionados con las ramas productivas feminizadas”.
Respecto de la categoría de trabajos no registrados, el aglomerado Gran Córdoba es el que exhibe menor brecha entre hombres y mujeres. Allí, en términos relativos, el no registro de los varones es del 95,6% del no registro de las mujeres, por lo que la diferencia entre la proporción de trabajadores no registrados por género es casi inexistente en este aglomerado. Mientras tanto, para el Gran Río Cuarto, también en términos relativos, la diferencia de empleo no registrado por género resulta para los varones del 86,2% de las mujeres, y esta brecha crece para CABA, donde la tasa de empleo no registrado para los varones alcanza el 76,1% del empleo no registrado femenino. En definitiva, CABA tiene, en general, las menores tasas de empleados no registrados pero más amplias desigualdades en relación con el género.
Con relación al empleo informal, Zamora observó que en CABA las mujeres tienen 3,8% más de empleo informal en comparación con los varones. Este valor aumenta al 8,3% en Gran Córdoba. La mayor brecha se da en el aglomerado Gran Río Cuarto, donde el empleo informal crece para las mujeres hasta un 18,2% en comparación con el género masculino. Es posible entender las tasas altas de informalidad en Gran Córdoba y Gran Río Cuarto a partir de los principales sectores demandantes de empleo, como comercio, construcción, transporte y servicios domésticos.
Otro aspecto fue la brecha salarial entre hombres y mujeres. En principio, CABA tiene los ingresos más altos, lo cual podría corresponderse con la fuerte presencia de ramas de actividad con mayor productividad y salarios. Gran Río Cuarto le sigue en salarios mayores, pero también es mayor su brecha salarial, ya que los varones tienen un ingreso en promedio 31,6% mayor que las mujeres.
Las mismas discriminaciones de género
“Desde una perspectiva general, podemos decir que los territorios subnacionales con distintas jerarquías se encuentran inmersos en las mismas discriminaciones de género”, resumió la investigadora. Y subrayó: “Ninguno de los aglomerados bajo estudio presenta algún grado de igualdad entre varones y mujeres en las categorías analizadas. Sin embargo, se verifica que dentro de cada clasificación estudiada existe un aglomerado con mejores resultados, poniendo de manifiesto la relevancia del análisis territorial. En muchas de las categorías propuestas puede observarse cómo las jerarquías y la estructura productiva, con sus efectos sobre la organización del trabajo, crean diferentes matrices de desigualdades por género. Si bien se registran algunos patrones vinculados a la jerarquía urbana, existen algunas categorías donde no se presenta ese patrón”.
Los resultados de esta investigación permitieron a Zamora establecer que “la participación de la mujer en el mercado de trabajo tiene una relación positiva con la jerarquía urbana, aunque es menor a la masculina en todos los territorios analizados, evidenciando transversalidad de las barreras a la entrada y sus matices territoriales”, y que “el empleo y el desempleo femenino, si bien en los tres mercados laborales ofrecen resultados de género más desventajosos para las mujeres, la jerarquía define una tendencia decreciente de la brecha entre géneros, producto de la especialización productiva y, probablemente, de patrones socio-culturales”.
Además, precisó que “el análisis de la segregación horizontal ofrece un panorama general de asignación de puestos de trabajo que distingue claramente actividades feminizadas y masculinizadas que siguen un patrón ‘universal’, aunque los matices territoriales muestran mayor diversificación de ocupación en relación directa con las jerarquías urbanas”. En tanto, “la segmentación vertical muestra una relación decreciente de la participación femenina en cargos de dirección y jefatura según jerarquía urbana, aunque las brechas no siguen idéntica trayectoria. El aglomerado de jerarquía intermedia, el Gran Córdoba, presenta una relativamente baja participación masculina en cargos de esa característica, definiendo una brecha significativamente menor”.
Por otro lado, la autora del trabajo verificó que “la calidad del empleo continúa mostrando la transversalidad de la discriminación femenina y los matices territoriales. Tanto el no registro como la informalidad y el subempleo de hombres y mujeres reflejan aspectos idiosincrásicos de los mercados de trabajo. Las brechas en términos relativos son crecientes con la reducción de jerarquías cuando se considera la informalidad y no hay patrón definido sobre el trabajo no registrado. Mientras tanto, la brecha en términos absolutos observada en el subempleo muestra una relación creciente con la jerarquía urbana”.
También puntualizó que “el análisis de la brecha salarial ofreció como resultados una menor remuneración promedio de las mujeres en todos los territorios, con algunas paradojas. No se observa una correlación positiva entre jerarquía urbana y nivel medio de remuneraciones, ni un patrón de desigualdad de género vinculado a las jerarquías”.
Zamora consideró que “la observación de algunas discontinuidades en los patrones de desigualdad, especialmente en el desempleo, en los cargos jerárquicos y en las jefaturas, en el trabajo no registrado y en las remuneraciones, limitan los aportes del análisis jerárquico de los mercados de trabajo y fortalecen la conveniencia de complementariedad analítica con contextos de sistemas productivos. En definitiva, es claro que debe continuar profundizándose y ampliándose el análisis de la relación entre mercado de trabajo, género y territorio”, por lo que recomendó “incluir en posteriores análisis aspectos relacionados con el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado”.
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Sin embargo, remarcó: “Este trabajo constituye un esfuerzo teórico y práctico por relacionar las características de las jerarquías territoriales y su influencia en las condiciones de trabajo de un sector específico de la sociedad: las mujeres”.