Potencia y precisión: una combinación muy prometedora para atacar el cáncer. Ésa es la idea clave detrás del trabajo del equipo de investigadores y tecnólogos dirigido por el doctor Andrés Kreiner, profesor e investigador de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y el Conicet.
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La herramienta es un pequeño acelerador de partículas que se está construyendo. El mismo tipo de máquina con que los físicos estudian el interior de la materia. La tecnología que Kreiner y colaboradores desarrollan tiene la capacidad de atacar los tumores de manera muy selectiva, casi sin afectar el tejido circundante.
El secreto es el boro 10, un elemento perfectamente inocente e inocuo que, una vez en el organismo del paciente, se concentra específicamente en los tejidos tumorales. Como un caballo de Troya: porque una vez que los compuestos con boro ingresan en el tumor, éste queda vulnerable al ataque exterior. Y en este caso, el ataque vendrá por parte de un haz de neutrones producido por el acelerador, que desencadena una serie de microexplosiones al reaccionar con el boro localizado selectivamente en él, destruyéndolo desde adentro. Una estrategia en dos pasos. Y final para el tumor, como en el poema de Homero para los troyanos.
Un poco de historia
“Se trata de una metodología que está en desarrollo a nivel internacional y que se conoce como ‘terapia por captura neutrónica en boro’”, explica Kreiner a InfoUniversidades. La sigla en inglés de esta tecnología es BNCT. Y lo de inglés es oportuno, porque la BNCT comenzó a desarrollarse en los Estados Unidos en los años ’50, en principio, para tratar tumores cerebrales y luego, otros tipos de cáncer, resistentes a los tratamientos convencionales.
Las terapias actualmente disponibles para combatir el cáncer, en gran medida, son bastante primitivas, o “de fuerza bruta”, como describe Kreiner: “La cirugía busca extirpar el tumor, y la radioterapia busca atacarlo con mucha energía, pero son técnicas que tienen limitaciones porque siempre hay zonas limítrofes donde hay tejido canceroso o precanceroso que es difícil eliminar del todo. Y también porque hay que calibrar muy bien cuánto se elimina, ya que se pueden dañar tejidos sanos”.
Los tumores más complicados son los que tienen formas muy irregulares, y que de algún modo se infiltran, se ramifican. Allí es donde las terapias de tipo binario -es decir, que tienen dos pasos, como la BNCT- resultan más adecuadas porque son altamente selectivas.
Con respecto a las características del acelerador en construcción, Kreiner aclara que, en la actualidad, hay un solo aparato de este tipo en el mundo. “Está en Birmingham, Gran Bretaña”, cuenta. Sólo que ese equipamiento trabaja únicamente con células, y no es adecuado para trabajar sobre los pacientes directamente. Ésa es la magnitud de la novedad y del desafío: desarrollar un acelerador con suficiente potencia para tratar seres humanos.
Secretos de la materia
La terapia por captura neutrónica en boro (BNCT) se basa en dos secretos. El primero es la tendencia de ciertos compuestos de boro a fijarse de manera selectiva en las células cancerosas. El segundo es el hecho de que, una vez que estos compuestos reciben el ataque del haz de neutrones proveniente del acelerador, los átomos de boro reaccionan de manera muy peculiar: sus núcleos se vuelven inestables y explotan en dos fragmentos. Ambos fragmentos se frenan dentro de la célula cancerosa, liberando mucha energía, es decir, produciendo un efecto similar a una microexplosión.
La belleza de lo pequeño
La pregunta es por qué construir un acelerador de partículas chico para atacar tumores si podría usarse un reactor, como ya se han construido otros en la Argentina, capaz de generar el haz de neutrones que se necesita para la terapia. “Existe una percepción generalizada de que si esta técnica va a tener éxito será a través de su aplicación con pequeños aceleradores”, responde Kreiner. “Ocurre que los reactores son equipos caros, grandes y complejos, que no pueden instalarse en hospitales”. En el caso del equipo en construcción, se estima que podría instalarse en el Instituto Roffo, centro de referencia en la investigación y tratamiento del cáncer en la Argentina.
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El proyecto ya está en marcha y podría estar concluido para 2011. Es una apuesta fuerte con una importante inversión comprometida. Como horizonte está, en primer lugar, la atención de los pacientes en la Argentina, pero también se abre la posibilidad de vender esta tecnología en el exterior, realimentando el circuito innovador y posicionando a los grupos de nuestro país en el panorama internacional.