Nota

Universidad de Buenos Aires - Facultad de Agronomía

19 de Noviembre de 2012 | 6 ′ 54 ′′

Gran potencial de Argentina para producir bioenergía

Nuestro país podría satisfacer su demanda de electricidad a partir de la energía que se libera en los fuegos de vegetación. Así lo demostró un estudio que alienta a diseñar sistemas productivos sustentables, que disminuyan el desmonte que hoy se realiza para expandir la frontera agrícola en la región chaqueña. Y propone utilizar la biomasa de los bosques que, eventualmente, se quema en fuegos de vegetación naturales para producir electricidad.

La vegetación que se pierde cada año en incendios forestales permitiría satisfacer la demanda total de energía eléctrica del país. Los cálculos abarcan la conversión de biomasa en electricidad (bioelectricidad) de todos los fuegos registrados en la Argentina entre 2003 y 2010, tanto los generados por el hombre, como otros pos causas ajenas. Santiago Verón, investigador de la Facultad de Agronomía y del Conicet, afirma que se podrían generar 154 terawats por hora de electricidad, por año, cuando el consumo de nuestro país en 2008 fue de 110 tw/h. “O sea que -señaló Verón a Argentina Investiga- estamos por encima del 100% de la electricidad necesaria. Y si bien no pueden utilizarse todos los fuegos que ocurrieron en la Argentina en ese período, podemos apreciar la magnitud de este recurso”.

Las conclusiones del estudio revelan que Argentina forma parte de un grupo de 57 países que podrían satisfacer su demanda total de electricidad a partir de la energía que se libera en los fuegos de vegetación. Además, el trabajo señala que la utilización de esta fuente de energía podría reducir las emisiones de gases con efecto invernadero al reemplazar a los combustibles fósiles involucrados en la generación termoeléctrica. A diferencia de estos últimos, la utilización de biomasa vegetal constituye una recirculación de carbono y no un aporte neto de CO2 a la atmósfera, como cuando se usa gas o fueloil para generar electricidad.

Ahora bien para canalizar esa energía hacia la producción de electricidad, los investigadores señalan que “según nuestros cálculos, durante el período analizado (2003-2010), los fuegos consumieron, en promedio, el 11% de la productividad primaria neta de los bosques chaqueños. Entonces, proponemos que el hombre se apropie de ese 11% del crecimiento anual de las plantas, mediante cosechas mecánicas, y lo utilice para generar electricidad en una planta de generación termoeléctrica, como las disponibles en la actualidad”.

Según las mediciones de la Facultad de Agronomía, una planta de generación térmica con una capacidad instalada de 113 megawats (equivalente a un tercio de Atucha I o a un sexto de Atucha II), requiere un área circular de 34 km de diámetro de bosque chaqueño para funcionar durante todo un año, lo cual no representaría una gran superficie para la región. Con una red de alta tensión, la energía generada en el bosque chaqueño podría utilizarse en cualquier cordón industrial o ciudad del país.

La producción de bioelectricidad no implica un cambio radical del uso del suelo, como sucede cuando se reemplaza el monte por el cultivo de soja y, a la vez, representa un empleo más eficiente respecto de la producción de carbón que se realiza en esos bosques, bajo condiciones de trabajo muy precarias. “Buscamos hacer un uso más inteligente del espacio, que en los próximos años va a ser fundamental, porque el problema ya no sólo se plantea entre la producción agrícola y el ambiente, sino entre la agricultura para alimentos, la preservación de los recursos naturales y un nuevo actor: la energía. Hoy, todo esto lo vamos a buscar a un mismo ecosistema, porque en la medida en que se acaben los combustibles fósiles, ya no podrán ir a buscarse al subsuelo”, afirmó Verón.

Las investigaciones también incluyeron el cálculo de la cantidad de energía que se disipa a partir de incendios de vegetación a nivel global, con resultados reveladores ya que, en promedio, cada año se quema una superficie de alrededor de 4,3 millones de kilómetros cuadrados por incendios naturales y provocados por el hombre, para incorporar nuevas áreas a la agricultura, por ejemplo. Se trata de una superficie equivalente a la de India.

La energía disipada en esos fuegos equivale al 15% de la que se consume anualmente en el mundo. Sólo teniendo en cuenta la electricidad, se podría satisfacer el 47% del consumo anual global, considerando eficiencias conservadoras de conversión de biomasa a electricidad.

Otra manera de pensar los sistemas productivos

Según José Paruelo, “estos estudios sugieren la posibilidad de pensar los sistemas productivos en la región chaqueña desde otra perspectiva, porque cuando se elimina el bosque, se elimina un sistema que tiene una productividad más alta que el sistema que lo reemplaza: el cultivo de soja, que en Argentina se destina cada vez más a la producción de biodiesel, es decir, a producir energía”.

Paruelo señala que existe una contradicción, porque el cultivo de soja genera menos energía que el bosque y lo estamos reemplazando para producir energía. Esta práctica, si bien puede ser rentable desde el punto de vista económico, es poco eficiente desde lo energético, teniendo en cuenta alternativas como la producción de electricidad a partir de la biomasa del bosque.

“Esto requiere repensar el sistema, para aprovecharlo de forma sustentable, solucionando una cantidad enorme de problemas que tienen que ver con cómo aprovechar esa energía. Es una alerta para decir: podemos encontrar una solución a la manera de aprovechar estos bosques para cubrir las necesidades energéticas que podría ser más racional, eficiente y sustentable que hacer biocombustibles”, afirmó el investigador.

En un mundo en donde los requerimientos energéticos se tornan un problema fundamental, es importante destacar formas alternativas de producción de energía. Es interesante mencionar la contradicción que implica el desmonte del bosque nativo chaqueño para el avance de la frontera agrícola que será destinada fundamentalmente a la producción de soja con una orientación que, cada vez más, está dirigida a la producción de biodiesel. Dicho de otro modo: se reemplaza un sistema de productividad energética (el bosque nativo chaqueño) por otro de menor productividad (el monocultivo de soja para la producción de biodiesel).

También es importante destacar el impacto ecológico que produce el desmonte de este complejo ecosistema natural, para ser reemplazado por un ecosistema simplificado e inestable como el monocultivo de soja, con el agravante del uso de agroquímicos y su consecuente impacto en el suelo.

Producción Periodística:


Responsable Institucional:
Martín Cagliani
Universidad de Buenos Aires

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