La variedad Cuyún de choclo obtuvo buenos resultados.
La mejora de nuevas variedades hortícolas es un trabajo que se viene realizando desde hace tiempo en algunas universidades nacionales y organismos agrícolas como el INTA. Data de la década del ‘60 y ha permitido enriquecer el conocimiento sobre determinadas especies argentinas y su adaptación a diferentes condiciones de cultivo.
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En Mendoza, provincia con una fuerte tradición agrícola, esta tarea está a cargo de científicos de la cátedra de Genética General y Aplicada de la UNCuyo. En los últimos años, los docentes investigadores desarrollaron tres nuevas variedades de ajo y dos de choclo, ya inscriptas en el Registro Nacional de cultivares y utilizadas por pequeños productores rurales.
“El productor se beneficia al usar una variedad de ajo de acuerdo a sus necesidades, ya sea uniformidad en tamaño, rendimiento, color, resistencia a enfermedades, etcétera”, explica a InfoUniversidades el ingeniero agrónomo Carlos Rigoni, titular de la cátedra. Los primeros resultados de la utilización de estas variedades son positivos. “Dos de los cultivares de ajo (uno blanco y uno colorado) presentan buen rendimiento y uniformidad de peso y diámetro; y otro colorado, si bien es algo más chico, es más temprano, uniforme y de muy buen color. Además, los colorados tienen resistencia a un hongo del suelo muy común, Penicillium sp”, analiza Rigoni.
En cuanto al choclo, aclaran que su intención no es competir con las grandes empresas semilleras, sino que el trabajo está dirigido a pequeñas empresas y huertas familiares. Por ejemplo, con la variedad sintética (no híbrida) Cuyún, “que posee muy buen tamaño de mazorca y de ‘diente’, y buen sabor, si bien no es tan homogéneo como un híbrido, el productor puede producir su propia semilla, sin necesidad de comprarla todos los años”.
Para ilustrar la efectividad de esta variedad cultivada en Tupungato (Valle de Uco), realizaron un ensayo junto a un híbrido comercial (variedad que se utiliza en grandes cultivos con fines comerciales) y la Cuyún presentó un muy escaso ataque del gusano barrenador -que causa grandes pérdidas económicas ya que inutiliza la mazorca-. Y su mérito fue doble, ya que al no haber sido pulverizada con plaguicidas, la hace apropiada para huertas orgánicas.
En la chacra y en el laboratorio
El trabajo para el desarrollo de una nueva especie hortícola empieza con la semilla. En el caso del ajo, se obtuvieron a partir de recolecciones en cultivos comerciales y galpones de empaque. Luego le siguió la etapa de la formación de clones, posteriormente se realizaron ensayos estadísticos y finalmente la selección individual de la semilla a cultivar.
Para el caso del choclo, los maíces surgieron de cruzamientos entre cultivares comerciales y maíces indígenas, es decir, “puros”, de gran variedad genética. “Estos maíces indígenas aún pueden encontrarse cultivados en algunas zonas más o menos aisladas, sobre todo en huertas familiares, donde la semilla se transmite de generación en generación y no hay influencia de cultivares comerciales”, aclara el experto.
Las pruebas combinan el trabajo en la chacra y en el laboratorio. Al respecto Rigoni explica: “Luego de planificar la metodología a seguir y los diseños estadísticos de siembra, el material se siembra a campo y se realizan las tareas inherentes al proyecto, como desarrollo del cultivo, infecciones con patógenos, cruzamientos controlados, observaciones y toma de datos. Esta información se analiza en gabinete. En laboratorio se realizan análisis químicos si es pertinente, degustaciones de algunas obtenciones, etcétera”.
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Hasta el momento, las dos nuevas variedades de choclo y las tres de ajo inscriptas fueron probadas a pequeña escala por productores seleccionados por los investigadores, que ven en este trabajo una gran oportunidad para chacareros y horticultores. “El problema para el agricultor es que, si cosecha semilla de una variedad híbrida (comercial) y la siembra, la producción ya no será pareja y no tendrá buen rendimiento, por lo que se ve obligado a comprar nuevamente la semilla. En cambio, una variedad sintética como las que nosotros desarrollamos es de polinización libre. Es decir, se cruzan todas las plantas entre sí en forma natural -reflexiona Rigoni-. Si bien es algo heterogénea y no tiene rendimientos tan altos como un buen híbrido (en caso de que se lo destine a producción de grano), el productor puede cosechar su propia semilla, sin necesidad de comprarla todos los años”.
Tempranillo, una de las nuevas variedades de ajo desarrolladas.