La investigación tiene como objetivo determinar el lugar de las prácticas dentro de las licenciaturas o profesorados para entender en qué momento se aplican, y cuál es el impacto real que tienen en los estudiantes que las realizan.
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El proyecto se extendió durante cuatro años, dividido en tramos de dos. En el primer tramo, los investigadores observaron 29 planes de estudio diferentes dentro de las tecnicaturas y profesorados de las Ciencias de la Educación, en base a un enfoque cualitativo. La segunda mitad tuvo como eje a los estudiantes que accedían a las prácticas, viendo cómo ellos fueron construyendo su propio pensamiento sobre estas, considerándolas como un recurso para tener mejores herramientas a la hora de insertarse en el mercado laboral.
En ese sentido, la investigación indica que dentro del primer bloque de análisis pudo verse cuál era la intencionalidad de las prácticas profesionalizantes, es decir que mediante la fundamentación teórica, pudo determinarse el espacio que ocupan dentro de la currícula y sus objetivos. De este modo, se establecieron ocho categorías dentro de las prácticas pre profesionales; estas fueron: evaluativa, aplicativa, ejercitativo, del trabajo en serie, de la integración, geográfica, del desempeño y reflexiva. El titular de la investigación, Jorge Steiman, indicó: “Quisimos ver cuál era la intencionalidad de este tipo de prácticas, desde la fundamentación en los contenidos mínimos que se les asignan, y en los alcances y las habilitaciones que tienen los aspirantes".
Durante el segundo bloque, se efectuaron entrevistas a los estudiantes que participaron en las prácticas, con el fin de comprender el impacto real que tenían en ellos.
En esta parte del análisis se crearon cinco categorizaciones, tomando en cuenta la intencionalidad y el modo de aplicar las prácticas dentro de los planes. Estas se agruparon, a su vez, en tres grupos:
•El primero propone prácticas de finalización, que se dividen en dos grupos: por única vez, al finalizar el contenido teórico, o en forma doble, donde el nuevo profesional debe mostrar sus conocimientos en dos áreas educativas diferentes.
•El segundo grupo marca cómo las prácticas que atraviesan la currícula, que van de la mano junto con el contenido teórico y también se dividen en dos unidades: prácticas al comienzo de la carrera, para que el estudiante tenga contacto desde el principio con las problemáticas o, una vez avanzada la carrera, para poder tomar un contacto más formado con la realidad.
•El tercer grupo indica que hay facultades donde sólo se enseña teoría sin dar espacio a la implementación de las prácticas profesionalizantes, es decir que hay nulo trabajo de campo donde los estudiantes puedan aplicar sus conocimientos teóricos.
Las conclusiones permitieron observar diferentes fenómenos, como la poca oferta de nuevas carreras de grado, las cuales sólo se dieron en universidades privadas, así como la falta de profesorados en Ciencias de la Educación dentro de las últimas facultades inauguradas en el ámbito público. En cuanto a las Prácticas Profesionalizantes, los investigadores pudieron ver que, aunque prima el contenido teórico, hay cada vez más espacios para este tipo de propuestas que apuntan más hacia la aplicación activa del contenido.
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Para terminar, Steiman destacó a Argentina Investiga: “Nosotros hemos tomado los últimos 25 años de educación superior en consideración, es decir, desde la sanción de la última Ley de Educación Superior en adelante. Elegimos este momento porque con dicha sanción las prácticas pre profesionales se volvieron un imperativo dentro de los estándares educativos. Gracias a ellas se puede poner a diferentes estudiantes en situaciones de desempeño propio de la profesión, siempre tutorados por un docente. De modo que un ingeniero hace de ingeniero, un profesor hace de profesor, o un médico hace de médico, aunque no sean ni médico, ni ingeniero o profesor. Esta práctica al lado de un profesor hace que la experiencia esté bastante completa porque siempre hay alguien al lado del estudiante que lo acompaña”.