Las relaciones parentales entre los armadillos y gliptodontes han sido controversiales a lo largo del tiempo; hasta el siglo XIX se consideraba que estos dos géneros pertenecían a dos grupos biológicos separados: por un lado, los armadillos y, por otro, los gliptodontes. “En los últimos veinticinco años esta hipótesis cambió y hoy cada vez es más fuerte la idea de que, en realidad, los gliptodontes son un grupo particular derivado de los armadillos”, explica Juan Carlos Fernicola, docente y director del proyecto que lleva a cabo esta investigación en la Universidad Nacional de Luján.
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Los gliptodontes vivieron en el continente americano, principalmente en América del Sur, en el período Cenozoico. Llegaron a pesar hasta dos toneladas y media y desaparecieron en lo que se conoce como la extinción de los últimos 10.000 años. Existen distintas hipótesis que plantean las razones de lo que podría haber generado la extinción de la megafauna; una de las escuelas plantea que su deterioro fue producto de cambios ambientales en lo últimos años y que el hombre dio la estocada final entrando en América. Otra de las hipótesis expone, en cambio, que el homínido trabajó como un elemento más pero no fue un factor que definió la extinción de estos grupos.
Los estudios filogenéticos de los cingulados han tenido un avance importante a partir de la secuenciación del genoma mitocondrial de un gliptodonte de unos 12 mil años de antigüedad. “Estos análisis confirmaron que los gliptodontes tuvieron su origen dentro de los armadillos, que la estructura anatómica de los armadillos es más primitiva y más ancestral que la que muestran los gliptodontes, y que convivieron durante al menos 30-35 millones de años. De alguna manera se sospechaba pero no se dejaba planteado” afirmó Fernicola. Este estudio se desarrolló por un grupo de investigadores internacionales en el Centro de ADN Antiguo de la Universidad McMaster de Canadá, y tanto Fernicola como Sergio Vizcaíno, de la Universidad Nacional de La Plata, participaron en el análisis de los resultados.
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Tradicionalmente, el estudio de las relaciones genealógicas de los grupos se realizaron en base a la morfología, es decir, estudiando las estructuras corporales de los seres vivos y extintos. Pero a lo largo del tiempo fueron surgiendo nuevas fuentes de información; en relación a ésto el investigador destaca que “la tecnología de la PCR (reacción en cadena de la polimerasa), es decir, el aumento de ADN, ha puesto a disponibilidad mucha información y es allí donde empiezan a haber contradicciones entre la anatomía y lo molecular. Al mismo tiempo, hay contradicciones internas en la anatomía, por un lado, pero también en lo molecular; entonces, lo que busca el proyecto a largo plazo es tratar de aunar todas las fuentes de información en una única matriz que mixture caracteres morfológicos (endo y exoesqueleto) y moleculares. No es fácil incluir todo en un único análisis pero hay que propender a eso” afirmó Fernicola. La posibilidad, entonces, de reunir toda esta información disponible permitirá llegar a hipótesis filogenéticas más robustas, que posibilitarán entender con mayor exactitud la biodiversidad, tanto actual como del pasado.