Las ondas gravitacionales –ondulaciones en el tejido del espacio-tiempo– fueron divisadas por segunda vez por los dos detectores gemelos del Observatorio por Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales (LIGO, por sus siglas en inglés), ubicados en Livingston, Louisiana, y Hanford, Washington, EEUU.
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Las ondas gravitacionales llevan consigo información sobre sus orígenes y la naturaleza de la gravedad que no pueden obtenerse de otra forma. Los físicos llegaron a la conclusión de que las ondas gravitacionales detectadas una vez más se produjeron durante los momentos finales de la fusión de dos agujeros negros, de 14 y 8 veces la masa del sol, para producir un único agujero negro en rotación más masivo, de unas 21 veces la masa del sol.
“Es muy significativo que estos agujeros negros fuesen menos masivos que los de la primera detección”, señala a Argentina Investiga Gabriela González, portavoz de la Colaboración Científica LIGO (LSC) y profesora de física y astronomía en la Universidad del Estado de Louisiana. “Debido a sus masas más ligeras, se pasaron más tiempo –alrededor de un segundo– en la banda sensible de los detectores. Es un comienzo prometedor para el estudio de las poblaciones de los agujeros negros en nuestro universo”, afirmó la investigadora.
Durante la fusión, que se produjo hace aproximadamente 1.400 millones de años, una cantidad de energía más o menos equivalente a la masa del sol se convirtió en ondas gravitacionales. La señal detectada proviene de las últimas 27 órbitas de los agujeros negros antes de su fusión. El tiempo de llegada de las señales, medida 1.1 milisegundos antes en el detector de Livingston que en el detector de Hanford, da una idea aproximada de la posición de la fuente en el cielo.
“Este nuevo evento es muy importante porque representa la confirmación que entramos en la era de la astronomía de las ondas gravitacionales. Nos permite afirmar que la fusión de dos agujeros negros es un proceso muy común en el universo y puede darnos pistas sobre la naturaleza y el origen de la misteriosa materia oscura que está omnipresente en el Universo”, dijo Carlos Lousto, profesor del Instituto de Tecnología de Rochester en Nueva York y miembro de LSC. “Las simulaciones en supercomputadoras para reproducir este evento han sido más complejas, pero logramos confirmar una vez más la teoría de la relatividad General”, agregó Lousto, sobre su contribución a esta nueva detección.
La primera detección de ondas gravitacionales, anunciada el 11 de febrero de 2016, fue un hito en la física; se confirmó una importante predicción de la teoría general de la relatividad de Einstein del 1915, y marcó el inicio del nuevo campo de la astronomía de ondas gravitacionales.
El próximo desafío será detectar las fusiones de objetos compactos que incluyan, al menos, una estrella de neutrones. La fusión de un agujero negro y una estrella de neutrones o de dos estrellas neutrones debería tener un correlato electromagnético y su observación por parte de observatorios astronómicos, como los que cuentan con telescopios ópticos, podrían contribuir a un mejor entendimiento de estos procesos. “En este sentido, es altamente auspicioso que el ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Argentina haya asegurado la disposición del gobierno argentino a financiar el proyecto TOROS, que consiste en el desarrollo de un observatorio astronómico en el Cerro Macón, en la provincia de Salta, dedicado al seguimiento de estas fuentes de ondas gravitacionales”, dijo Mario Díaz, director del Centro de Astronomía de Ondas Gravitacionales de la Universidad de Texas del Valle del Río Grande, miembro de LSC, como asimismo de la colaboración TOROS (una colaboración independiente de LSC integrada por astrónomos de EEUU, Argentina, México y Chile destinada a la búsqueda de posibles contrapartidas ópticas asociadas a la emisión de ondas gravitacionales).
Lousto, el astrónomo de la UNLP que confirmó las teorías de Einstein
Carlos Lousto es doctor en Astronomía y Física, graduado de la Universidad Nacional de La Plata. Con una infancia marcada por la llegada del hombre a la luna y una inagotable pasión por los misterios del Universo, inscribió su nombre en la historia grande de la ciencia mundial como protagonista de uno de los hallazgos más trascendentes de la astronomía y la física. Su aporte permitió identificar la señal registrada con el resultado de la colisión de dos agujeros negros, cuya energética fusión originó las ondas que pudieron ser fehacientemente registradas.
Lousto estudió la licenciatura en Astronomía en la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP entre los años 1979 y1982, año en que obtuvo su título con las más altas calificaciones. En los años posteriores continuó sus estudios de posgrado en la Universidad platense, y en 1987 obtuvo el título de Doctorado en Astronomía. Se fue de Argentina hace 25 años. Tras alcanzar el título de doctorado a la edad de 26, obtuvo una beca para trabajar en el Observatorio de París. Luego vivió en Alemania becado por la fundación Von Humboldt. Trabajó también en el Instituto Max Planck de Berlín donde inició sus estudios específicos sobre agujeros negros y cómo lograr simulaciones en supercomputadoras. Finalmente se radicó en los Estados Unidos, donde sus investigaciones sobre el modo en que colisionan los agujeros negros le valieron el reconocimiento de la NASA y del propio congreso de los EEUU.
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En la actualidad trabaja en el Instituto Tecnológico de Rochester, en el estado de Nueva York. Hoy en el centro de todas las miradas de la comunidad científica internacional, este investigador argentino formado reflexiona: “Yo siempre cuento mi historia para que los jóvenes se animen y no pierdan nunca la esperanza de estudiar en la Universidad; aun viniendo como yo de familias relativamente pobres”.