Fabrizio Franchina, Arián Racca, Fiama Mendez, Ciro Tamous, Antonella Fiocchi, Alejandro Malanca
Para los investigadores, la preparación de los acompañantes terapéuticos, que actualmente está diseminada en distintos institutos privados y con programas totalmente disímiles unos de otros, es un factor esencial de la precarización de la actividad, que se convierte en una alternativa para una salida laboral y queda relegado al lugar de soporte asistencial del equipo interdisciplinario.
“Estamos apostando en pensar al acompañamiento terapéutico desde algún tipo de óptica que rompa con las pautas disciplinares y adaptativas donde se lo suele colocar, como el encargado de implementar las prácticas que dispone el resto del equipo”, señala Antonella Fiocchi, psicóloga y docente de la Facultad de Psicología de la UNR. “Según la Ley Nacional de Salud Mental, el acompañante tendría que estar a la par del resto de los integrantes del equipo interdisciplinario, pero con este tipo de formación tan precarizada, que tiene más que ver con los cuidados asistenciales, su rol se ve reducido a llevar adelante y supervisar las indicaciones del resto de los miembros”, sostiene.
> Leer también: El desarrollo evolutivo de los niños según sus dibujos.
La docente considera que la formación analítica del acompañante terapéutico le permitirá tener un discurso crítico que le permita problematizar la relación entre la teoría y la práctica, así como de la interrelación entre los distintos roles del equipo interdisciplinario.
Arián Racca, otro de los miembros del equipo de investigación, explica cuáles son las características del psicoanálisis que permitirían profundizar la formación del acompañante terapéutico: “El psicoanálisis, por su estructura epistémica, puede pensar una praxis viva que se adapte a la singularidad de cada caso y permita un abordaje clínico de la situación. Racca destaca que la interdisciplina busca fragmentar el poder histórico que detenta el saber médico, como perspectiva única en los tratamientos de salud, pero que mientras no exista una formación crítica en el acompañante terapéutico que le permita hacer un abordaje diferente de los tratamientos en el día a día del paciente, “no hay posibilidad de discusión y de romper con esa reproducción de un saber técnico y asistencial”.
“La figura del acompañante terapéutico aparece con la desmanicomialización como nueva perspectiva de la atención de la salud mental, pero mientras el acompañante no pueda correrse del lugar de control donde se lo ubica, lo único que se logra es sostener el modelo manicomial, sólo que puertas afueras.” señala Antonella Fiocchi.
En este sentido, los investigadores sostienen que para que la interdisciplina sea un verdadero cambio de paradigma no debe consistir en la suma de las distintas visiones especializadas sobre el paciente, que lo que hacen es constituir un todo a partir de la unión de distintas parcialidades. Consideran que es el acompañante terapéutico quien puede darle voz al paciente, dar lugar a la singularidad que no es percibida por un equipo muy especializado.
“Y es ahí donde entramos en lo más específico de la investigación, que es encontrar las herramientas teóricas para formular las diferencias entre las especialidades y, de esta manera, determinar la especificidad del acompañamiento terapéutico, definida por el modo de relación en el cual se trabaja y que define posiciones”, señala la psicóloga.
Ciro Tamous es psicoanalista e investigador y busca diferenciar el rol del acompañante terapéutico con el del psicoanalista, dado que tendrían una formación similar, “es el carácter de la estructura de trabajo en consultorio y el dispositivo emplazado en la vida cotidiana lo que hace distintivo el rol del acompañante. El psicoanalista se posiciona en un lugar de saber, mientras que el acompañamiento terapéutico está marcado por cierta apariencia de paridad”. Para Tamous, el trabajo que se realiza en la vida cotidiana tiene consecuencias positivas en la labor que realizan los distintos especialistas, es solidario con las otras instancias terapéuticas.
La formación
Los investigadores destacan que los cursos que se dictan, ya sean de una institución como la Facultad de Psicología o cualquier ámbito de capacitación profesional, tienen la misma validez en el mercado laboral, a pesar de que la formación es muy distinta, así como la carga horaria y las exigencias académicas.
“Creemos que tiene que haber una regulación al respecto de qué es el acompañante terapéutico y cuál es su especificidad, sino, se tiende a la precarización y a la sobreexplotación sobre quienes realizan el curso para conseguir una salida laboral”, sostienen los docentes. También señalan que frente a la tercerización que llevan adelante algunas empresas que ofrecen tanto los cursos como los servicios del acompañante, precariza a toda la profesión, incluso a quienes tienen una formación universitaria o profesionalizada.
Al existir una oferta muy amplia y desregularizada, todos los acompañantes están a merced del mercado. “El acompañamiento terapéutico, como está planteado hoy, es una salida laboral que por la desregulación puede ejercerla cualquiera con indistinta formación, y permite que haya empresas que tercerizan la profesión, generando convenios de trabajo muy precarios que apuntan a gente que necesita un empleo”, resalta Fiocchi.
Los miembros del equipo de investigación creen que la formación universitaria podría servir para ordenar el ámbito profesional, que permitiría discutir cuál debería ser la formación del acompañante terapéutico y que esa formación sea legitimada por la universidad pública.
Consideran que frente a condiciones poco favorables en cuanto a lo económico y lo laboral se dificulta el posicionamiento crítico y el desarrollo de una ética frente a la tarea que se propone. Pareciera que cualquiera, con un poco de buena intención, está en condiciones de llevar adelante un acompañamiento”, señalan.
Tamous considera que, en la situación actual, donde la función de la atención cotidiana del usuario del sistema de salud mental está regulada por el mercado, puede producirse un fenómeno llamado iatrogenia, que es cuando se produce un daño durante un proceso de cura. “El acompañante puede ordenar que un niño se quede en el aula, que una persona con psicosis se vaya a dormir cuando se tiene que ir a dormir, que no rompa todo en su casa, que tome la medicación... el punto es si cuenta con las herramientas para crear una fisura que habilite actos singulares del paciente, actos de creación, puede hacer grandes avances para la cura. El acompañante puede maniobrar entre las inevitables estructuras de poder que regulan las relaciones entre el paciente y el equipo de salud, la familia, las instituciones”, destaca el psicoanalista.
> Leer también: Cuidados de salud mental.
El equipo de investigación es parte de Entre-dos, una organización de psicoanalistas-acompañantes terapeúticos formada por graduados, estudiantes y docentes de la carrera de psicología del UNR y está conformada por Antonella Fiocchi, Arian Racca, Ciro Tamous, Fabrizio Fanchina, Alejandro Malanca y Fiama Méndez.