El estudio comenzó hace un año, aproximadamente, dada la poca información e investigación sobre el tema referido a dos dimensiones del concepto de calidad de vida: relaciones interpersonales y bienestar emocional de niños sordos.
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“Generalmente las investigaciones están enfocadas a la parte metodológica o forma de aprendizaje en este tipo de pacientes y no a sus relaciones sociales. Se podría decir que arrancamos casi de cero”, cuenta una de las docentes que llevó a cabo el trabajo a Argentina Investiga.
La investigación, que realizaron las profesoras María Alejandra Diez y Mabel del Giúdice de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), no sólo está centrada en los chicos sordos, sino también en sus padres y primer círculo de relación, por lo general, familiares cercanos, principales responsables de la detección tardía de este padecimiento lo que trae aparejado menos posibilidades para los niños sordos cuando van a desarrollar el lenguaje de señas y vuelven precaria su comunicación con otros.
El caso de Laura Iocco fue inspirador para las investigadoras que abogan por una escolarización bilingüe que enfatice el lenguaje de señas. “Laura tiene una hermana melliza sorda y ambas asistieron a la misma escuela de enseñanza tradicional desde los dos años. Después de un tiempo los padres las separaron y la hermana de Laura aprendió el lenguaje de señas a la perfección, así se comunicaban en su casa. Aunque también tuvo gran influencia del mundo oyente lo que amplió y mejoró sus posibilidades de integración social”, cuenta Mabel del Giúdice.
La investigadora agrega que “si bien hoy la tendencia es a la escolarización bilingüe para chicos sordos, se le da mayor importancia a la oralización, proceso que además de largo y complejo causa en estos niños una serie de frustraciones que termina por encerrarlos en su propio universo. Mientras más tarden en comenzar a aprender el lenguaje de señas, más difícil va a ser para ellos adaptarse a la vida social. Por otro lado, esta negación del problema por parte de sus círculos primarios, desde lo psicológico, les deja secuelas permanentes como el miedo al engaño porque no pueden escuchar a otros, la baja comprensión de textos escritos por su acotado vocabulario, inseguridades personales, etc.”.
La mayoría de los chicos sordos entra al sistema de escolarización entre los 5 y los 7 años, donde se los oraliza y se les deja menos tiempo para el correcto aprendizaje del lenguaje de señas. “Ellos necesitan crear todo un sistema cognitivo para poder asociar vibraciones a significados y a estos otorgarles una imagen que, en muchos casos, puede ser errónea”, cuenta Diez.
El vocabulario de estas personas es bastante limitado por lo que a la mayoría de la población sorda internacional se le dificulta el acceso a la enseñanza universitaria. En Argentina, la lingüista Graciela Alicedo es una de las precursoras de la enseñanza integral que enfatiza el uso del lenguaje de señas en niños sordos y sus familiares. “Su colegio tiene una dinámica diferente de aprendizaje donde padres e hijos conviven en las aulas ampliando las oportunidades para que los chicos ganen seguridad al momento de insertarse en el mundo y hacerlo en un ambiente adecuado a su discapacidad”, explica Giúdice.
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Esta no es una problemática que esté muy desarrollada académicamente ya que el tiempo histórico de las cuestiones relacionadas a la calidad de vida de las personas sordas y sus derechos son relativamente nuevos para el mundo moderno, de ahí la importancia de este proceso de investigación. “Con las bases sentadas en esta primera etapa y las pautas para la investigación de campo que llevaremos a cabo el próximo año esperamos llegar a entender mejor cómo viven los nenes con sordera y cómo se sienten. A partir de allí podremos generar propuestas de trabajo para mejorar su calidad de vida”, concluyen.