Dr. Gerardo Acosta, investigador del CONICET.
La evolución tecnológica propuso diversos sistemas que simulan procesos naturales como espejo para comprender nuestra mente. La inteligencia artificial, con todos los límites permeables que supone, básicamente se trata de máquinas que realizan automáticamente tareas que requieren comportamiento inteligente.
La Facultad de Ingeniería de la UNICEN hace aproximadamente quince años que trabaja en proyectos vinculados con el control inteligente utilizando diversas técnicas, y actualmente promueve trabajos inéditos en el país. Gerardo Acosta, doctor en electrónica y miembro del Conicet, es uno de los pioneros en investigaciones científicas asociadas a la tecnología inteligente y director del grupo “Intelymec” (Investigación Tecnológica en Electricidad y Mecatrónica).
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Acosta explica: “La idea del control inteligente es tratar de copiar la manera de razonar de los humanos y utilizarlo para controlar variables que son un poco complicadas. El control inteligente es una disciplina que emplea técnicas de inteligencia artificial”.
Un ejemplo: la acción de estacionar un auto. Con un sistema automático es necesaria una gran cantidad de herramientas matemáticas que se deben incorporar a un sistema para que se comporte de una determinada forma. El humano lo hace con naturalidad, “es capaz de trabajar con información imprecisa, afirmaciones no del todo ciertas; es decir, trabaja con muchos grises”, graficó.
La inteligencia artificial tiene distintas técnicas de aplicación y permanentemente está desafiando los límites de la ciencia. Unas de esas técnicas es la Red Neuronal, un modelo artificial que emula la capacidad de memorizar y asociar hechos. “Sirven para clasificar patrones, formas, problemas. Se usan para diagnósticos, verificaciones, reconocer ciertas formas a seguir, objetivos, o para modelar un proceso de una planta industrial”, explicó el investigador.
Otra técnica es la Lógica Difusa, donde la computadora ya no se maneja con una lógica binaria sino que representa información más ambigua e imprecisa, más típica de los humanos. “Hay, por ejemplo, lavarropas con inteligencia difusa, que consume menos energía, se adapta a la ropa que se le pone, a la carga, y cuida el medio ambiente.
El desarrollo tecnológico está siempre inspirado en la naturaleza”. En ese sentido, otra técnica de la inteligencia artificial es la Bioinformática, que utiliza la tecnología de la información para explicar asuntos sobre biología. “Está emparentado con el aprendizaje, con las técnicas para aprender”.
Los sistemas denominados Memorias Jerárquicas Temporales es otra de las técnicas, mas bien un recurso que también intenta una forma de aprender y pensar.
Acosta reconoce que el término “inteligencia artificial” es demasiado “ostentoso”. “El cerebro humano es infinitamente superior”, aclara. “Ahora se empieza a hablar de Técnicas de Inteligencia Computacional, que sería dotar a las computadoras de una inteligencia más parecida a la humana."
Robótica evolutiva
La robótica es un punto de convergencia entre la mecánica, la electrónica, la informática y la electricidad. Gerardo Acosta utiliza varias de estas técnicas y las aplica. Trabajó en un proyecto europeo con un robot que inspeccionaba tuberías submarinas, y tiene casi listo un prototipo similar para la exploración de ambientes hostiles y perturbados. Además, trabaja en técnicas de robótica evolutiva.
“Se trata de programar al robot para que vaya adquiriendo la capacidad de aprender, evolucionando hasta ser capaz de exhibir una conducta más compleja. Entonces, puede ir de un punto a otro siguiendo un pauta determinada por el ambiente”, sintetizó.
Cuando Acosta comenzó a investigar sobre inteligencia artificial, eran novedosas las cosas que hoy son comunes. Reconoce que sus aplicaciones van a estar cada vez más presentes en la vida cotidiana, pero rechaza la posibilidad de que las computadoras puedan reemplazar al ser humano.
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“Así como la máquina en principio reemplazó el músculo del hombre, estas nuevas tecnologías empiezan a reemplazar tareas rutinarias de la ocupación de nuestra atención del cerebro. Hoy las máquinas no son capaces de pensar por nosotros; nos pueden facilitar las tareas y nos descargan del tedio para dejarnos la posibilidad de pensar libremente, de crear, de emocionarnos, cosas que son inherentes al ser humano”, subrayó el investigador. “Está bien que se estudie y cuanto más se sepa mejor; conocer la naturaleza es el desafío de todo científico, pero si nos planteamos hacer artificialmente con un robot la complejidad de un ser humano, estamos perdidos.”