La planta de producción de biodiesel de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza.
A partir del 1º de enero de 2010 entrará en vigencia una ley nacional que establece que las naftas y el gasoil deberán mezclarse obligatoriamente con un 5% de bioetanol y un 5% de biodiesel, respectivamente.
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La normativa es el primer paso en Argentina para el desarrollo de una industria alternativa a los combustibles fósiles, que desde la década del ‘80 son cuestionados por sus altos índices de contaminación y escasez.
Así surgen los proyectos de desarrollo de biocombustibles basados en recursos renovables. Uno de ellos es el de Bioenergía, que nació en 2007, y lidera esta Universidad desde Mendoza, y cuyo plazo de investigación y análisis es el mismo año 2010.
Tal como se notificó a InfoUniversidades, del plan participan la Universidad a través de tres facultades: Ciencias Agrarias, Ingeniería y Ciencias Aplicadas a la Industria, y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), con la colaboración del gobierno de Mendoza y la empresa YPF.
El accionar de los equipos de ingenieros se divide en dos ramas: una, de cultivos energéticos, y otra, de producción de biocombustibles, englobando un ciclo que va desde la selección de la materia prima básica (por ejemplo, cultivos energéticos como colza y topinambur) pasando por las técnicas de producción de biocombustibles (bioetanol, biodiesel y pellets de lignocelulosa a partir del cultivo de sauces y álamos) hasta las etapas finales de análisis de la emisión de contaminantes, fruto del uso de éstos.
Para ello, se desarrollan seis proyectos de investigación, focalizados en el estudio de cultivos como jartrofa, girasol, colza, topinambur y salicáseas. Y otros dos dedicados al estudio de la tecnología de producción de bioetanol y biodiesel, que incluyen la construcción de dos plantas pilotos para su desarrollo. La particularidad es que estas plantas servirán también para lograr que la UNCuyo se autoabastezca de biocombustibles para su parque automotor.
Con la mira en el 2010
A casi la mitad de su desarrollo, el Programa de Bioenergía ya tiene en marcha varios cultivos en tierra y en laboratorio. El de remolacha azucarera (de la que se extrae alcohol para biodiesel) se ubica en parcelas de La Consulta, departamento de San Carlos, pertenecientes al INTA.
Para los cultivos energéticos de colza, topinambur, girasol y jartrofa se utilizan 30 hectáreas de una finca en Guaymallén, propiedad de esta casa de estudios. Allí también se trabaja, en la producción de biomasa con forestales de rápido crecimiento, que evitarían la desertificación producida por al alta demanda de leña y carbón vegetal para calefacción en zonas sin gas natural, para la que se cuenta con dos hectáreas.
Además, están en marcha los análisis de la cosecha de pulpa de tupinambur para la producción de bioetanol y la del aceite de colza para el biodiesel.
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Los profesionales no quieren adelantar resultados, prefieren esperar hasta cumplir los cuatro años de trabajo que se han planteado, pero afirmaron que su intención es “participar en la matriz energética argentina en forma sustentable” y “dinamizar la producción agrícola con un nuevo destino viable económicamente”, que incluye la explotación de áreas hoy marginales para cultivos. Por eso, trabajan con especies extrapampeanas, que se adaptan mejor a las dificultades del desierto cuyano.