Algunos de los trastornos vinculados con el habla y la comunicación pueden prevenirse y remediarse. Un equipo de investigadores, liderado por la neuróloga Mariana Bendersky, profesora de Anatomía y Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y directora del Laboratorio de Anatomía Viviente, lleva adelante un estudio del cerebro en vivo para comprenderlo, y así aplicar ese conocimiento de forma directa en prevención y tratamientos.
> Leer también: Investigan cómo tratar la epilepsia con materiales biocompatibles.
La comunicación a veces puede ser muy directa, pero la mayoría de las veces está afectada por el acento o la entonación. Es lo que se conoce como prosodia: transmitir y decodificar emociones o intención en el lenguaje. Es una habilidad muy necesaria para una comunicación social efectiva, ya que permite la empatía, la interpretación de ciertas normas sociales, y comprender qué es lo que el otro está pensando o queriendo decir.
Existen casos de personas que la han perdido o que nunca tuvieron esa habilidad. Se trata de personas que sufren de epilepsia, que tienen trastornos del espectro autista, o incluso, que pasaron por alguna cirugía cerebral y tienen afectadas áreas del cerebro relacionadas con el lenguaje, lo que les produce un trastorno llamado Semántico Pragmático.
Estudiar el cerebro en vivo
“Algo que siempre me llamó la atención es que gente que tenía lesiones severas en las áreas del cerebro asociadas al lenguaje, con el tiempo empezaban a recuperarse. O podían cantar, o decir palabrotas, o comprender un chiste y reírse”, contó la neuróloga Mariana Bendersky, a cargo de la investigación. “Era evidente que había otra parte del cerebro que estaba jugando. La parte dañada, lo seguía estando, pero había otra que tomaba la posta”.
Así fue que comenzaron a estudiar todas las áreas del cerebro relacionadas con el lenguaje. “Antes se enseñaba en anatomía del cerebro que existía un área para esto y otra para aquello, pero ahora se sabe que es toda una red que está interconectada, y que si bien hay áreas que son vitales, todas están tan conectadas y podrían reemplazar a la más crítica si es que resultase dañada”, explicó la experta a Argentina Investiga.
Antes solía decirse que existe un hemisferio del cerebro dominante; si uno es diestro es el izquierdo el que habla, pero lo cierto, según Bendersky, es que el otro hemisferio también tiene mucho que ver.
“Por ejemplo, ‘le pone la música, o tonada, al lenguaje’ tiene mucho que ver con el lenguaje pragmático, que son las ironías, los chistes, las metáforas, y eso se vale de los dos hemisferios”, contó.
“Hay algunas áreas que son más fuertes que otras, como para tomar la posta si una se daña. También depende de qué nivel cultural previo tenga la persona, qué tan fortalecida esté. Tiene relación con la plasticidad del cerebro, que no es un órgano estático, como se pensaba antes”.
“Solía creerse que, si se lesionaba una parte, se perdía su función para siempre. Pero ahora se sabe que va cambiando, que va remodelándose todo el tiempo. De hecho, va remodelándose con la experiencia. A veces esto se ve estructuralmente o es sólo molecular, mediante alguna proteína o alguna conexión chiquita, microscópica, pero otras veces se logran cambios estructurales importantes”, aclara Bendersky.
En vivo y en directo
Ahora puede estudiarse el cerebro de una persona en vivo, mediante resonancias, y así descubrir si hay una lesión y ver cómo va evolucionando a lo largo del tiempo. El equipo de Bendersky, compuesto por unas 35 personas, utiliza el resonador del Instituto Angel Roffo de la UBA, que se divide doce horas al día para atención médica y las otras doce para investigación.
“Al realizar diferentes resonancias a una persona afectada por problemas del lenguaje podemos ver, incluso, los cambios que van dándose en el cerebro”, contó la neuróloga. “Se ve cómo cambia la conexión entre las áreas del cerebro al realizar tareas similares”.
En una persona con algún problema cerebral que afecta un área relacionada con el lenguaje, pueden ver cómo se vale de muchas otras áreas accesorias para lograr lo que un cerebro normal haría con unas áreas determinadas.
Estudiar para rehabilitar
“Me gusta que la ciencia tenga una aplicación. Si bien tiene bastante de investigación básica el trabajo que hacemos en el Laboratorio de Anatomía Viviente, tiene una aplicación directa”, explicó Bendersky. “Por ejemplo, si tenemos un paciente con una afasia, un problema del lenguaje, pueden usarse las áreas del lenguaje que sabemos que existen y que el paciente tiene preservadas para que pueda rehabilitarse”.
“Muchos pacientes con afasia, o que tienen habla difluente, tartamudez, se rehabilitan cantando o insultando. Como se ve en la película ‘El discurso del rey’, lo hacían cantar o recitar”.
En esa época no se sabía, pero lo rehabilitaban haciéndole usar otras áreas del cerebro. Lo que sucede es que se usa el hemisferio derecho para cantar, lo que le sirve luego para saltear el área que está dañada o no está funcionando bien. A la larga se rehabilita y puede volver a comunicarse de forma efectiva.
Allí en el Laboratorio de Anatomía Viviente se estudió al culpable del habla difluente, que es una parte del cerebro conocida como fascículo, que apenas si se ha descubierto hace unos diez años. Todavía no figura en los libros de anatomía. Antes se pensaba que la tartamudez era psicológica, pero se descubrió que era por estar mal desarrollado, o dañado el fascículo.
Al hacer que el paciente utilice otras áreas relacionadas con el lenguaje, como cantar, contar chistes, decir metáforas, o incluso insultos, se habilita a que esas otras áreas del cerebro tomen la posta y le permitan recuperar esas habilidades de lenguaje normales.
“Trabajamos con muchos epilépticos que se operan, es cuidar que cuando le van a sacar el pedacito del cerebro problemático no le dañen nada de la red del lenguaje; que pueda seguir comprendiendo el lenguaje de forma normal”.
A los epilépticos se les saca una zona conocida como epileptógena, que genera descargas y los ataques, y se trata de cortar todas las conexiones que tiene para que no vuelva a repetirse. Pero a veces pasan por ahí las redes del lenguaje.
> Leer también: Fronteras de la inteligencia artificial.
“Antes de la operación, hay que ver cómo funciona el cerebro de ese paciente para tratar de respetar lo más posible lo que él utiliza para hablar bien. Otro ejemplo similar sería el de una persona con un tumor en el cerebro que le afecta el área del lenguaje. Si lo operan y se lo sacan, puede que pierda el habla. Entonces, antes de hacerse la cirugía puede fortalecerse la red de áreas del lenguaje, como para que cuando se le saque el tumor el cerebro ya esté acostumbrado a utilizar otras áreas” cerró Bendersky.