El voto electrónico es una deuda pendiente de nuestro sistema democrático, según entienden investigadores de la UNCuyo, para quienes su implementación generaría impactos significativos en el sistema legal y político, a la vez que potenciaría la calidad de la participación ciudadana y la legitimación de los gobernantes. Es por esto que se propusieron evaluar los aportes que el voto electrónico puede hacer a la calidad de la participación ciudadana, a la disminución de faltas, delitos electorales, y a evitar el fraude electoral. Pero además, midieron su contribución en la reducción de los costos económicos de un proceso electoral y la eficacia de su organización.
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También tuvieron en cuenta los obstáculos que existen para su implementación. El más importante de ellos es la resistencia política. “En principio existe la lógica desconfianza de lo desconocido. La falta de conocimiento lleva a los políticos a presuponer que el control sobre el resultado se les escapa de las manos, control que no es tan cierto pero que asumen como que lo poseen en el sistema actual”, explica a InfoUniversidades Juan Carlos Carrillo, director del grupo de investigación.
A esto se suma otra dificultad: la falta de confiabilidad en el sistema se extiende al electorado. Sin embargo, para los investigadores, las distintas experiencias exitosas de voto electrónico tuvieron el efecto contrario: le dieron mayor credibilidad y aceptación porque traen aparejada una mayor transparencia. “El concepto amplio de voto electrónico implica la informatización de los procesos pre y post acto de emisión del sufragio”, dice Carrillo, que incluye entre los procesos previos el empadronamiento de los electores, la oficialización de listas y la transformación física de la clásica boleta de papel.
En tanto, “la instancia del acto de votación implica no sólo la transformación del método de emisión del sufragio, sino además la incorporación de sectores que se encuentran excluidos o cuasi excluidos del proceso electoral, cuando no sometidos a metodologías que no aseguran el respeto de su voluntad de elegir”, sigue Carrillo. Por último, la tecnología llega a la etapa posterior a la emisión del sufragio, que agiliza el conteo de votos, la transferencia de datos y la comunicación del resultado al electorado.
Cómo vencer la apatía electoral
A lo largo de su estudio, el grupo de investigadores verificó que nuestro país tiene índices de participación electoral muy bajos, lo que repercute en la calidad democrática del sistema. “Aunque muchos pronosticadores y analistas políticos digan que estas cifras no son todavía preocupantes, nosotros creemos que sí, porque estamos en un país con voto obligatorio que tendría que tener un piso mayor de participación que el que registra nuestra evolución histórica”, analiza Carrillo. Y aclara que con esto no pone en duda a la democracia, sino al “sistema representativo y a los partidos políticos”, ya que si persiste esta apatía -junto con los votos nulos o blancos-, “se pone en crisis nuestra identidad democrática y republicana”.
Para Carrillo, el voto electrónico “puede ser un instrumento muy importante para bajar los niveles de apatía registrados, pero indudablemente debe ir acompañado de una serie de elementos complementarios, que hagan de la reforma un todo integral y completo, que el voto electrónico por sí mismo no podría realizar”. Es decir, puede producirse una paradoja: contar con un nuevo sistema de votación sin que haya cambios en la forma de elegir a nuestros representantes: por ejemplo, si se mantiene la práctica de boletas y listas sábanas.
La pregunta acerca de si el elector argentino está preparado para el voto electrónico se reformula para los investigadores en si “es capaz de incorporar las nuevas tecnologías a la emisión de su sufragio”. Y responden que sí, con un buen programa de capacitación o educación. “No nos olvidemos que la llamada brecha tecnológica se ha achicado. En este caso, al usuario lo acerca mentalmente el uso del control remoto, los teléfonos y los cajeros automáticos”, ejemplifica Carrillo.
Como cierre, enumera las tres experiencias con este sistema de votación que se realizaron en el país, todas con resultado vinculante: Tierra del Fuego (Sistema INDRA); Provincia de Buenos Aires (Sistema de Urna Brasileña) y Río Negro (Sistema de empresa argentina en experimentación), que fueron positivas por encontrar la satisfacción del electorado.
Dos sistemas, una misma tecnología
No existe un solo sistema de voto electrónico, sino varios. Pero básicamente, se pueden dividir en dos grupos: Lectura Óptica del Voto (LOV) y Registro Electrónico Directo (RED). El primero utiliza un scanner que lee las boletas preimpresas a las que se les puede aplicar una marca o no (la marca está destinada a seleccionar el candidato y el partido). En este caso, existe el sostén papel respecto del voto emitido, pero encarece los costos de la emisión del sufragio (por el tipo de papel a utilizar)
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El segundo (RED) puede o no proporcionar sostén papel del voto emitido, pero lo que importa es la relación directa entre el elector y la máquina que registra la emisión del sufragio (por vía de teclado numérico, pantalla sensible al tacto, tarjeta magnética sumada a uno de los anteriores, etc.). En ambos sistemas, los expertos recomiendan que las máquinas trabajen aisladas o a lo sumo vinculadas a una intranet gubernamental segura.