Investigadores de la cátedra de Virología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica analizaron la prevalencia del virus de la hepatitis C en la zona litoral de la Argentina. Además, compararon la situación nacional con la de Chile, para poder luego cotejarlas con las de Uruguay, Brasil y Perú. Si bien la cantidad de personas que sufren del VHC respecto del resto de la población no es alta en Argentina (ronda el 2%), se registró una mayor presencia del virus en diferentes pequeñas comunidades rurales.
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Entre el 50 y el 84% de los casos de infectados de hepatitis C se vuelve crónico y produce daños hepáticos graves. Luego de 20 a 30 años de producida la infección, del 25 al 30% de los infectados desarrolla cirrosis; y un porcentaje significativo puede generar cáncer de hígado, principal causa de transplantes.
Científicos de la UBA junto a profesionales del Hospital Universitario de la Universidad de Chile analizaron sangre procedente del país trasandino y notaron que predominaba, en el 82.4% de las muestras, el mismo genotipo (1b) que en los casos argentinos analizados. El dato no resulta alentador, ya que esta variante se relaciona con baja respuesta a los tratamientos y desarrollo de enfermedades hepáticas de consideración.
Considerando la naturaleza de la evolución de todos los virus, se estima que la hepatitis C ha existido durante cientos de miles de años o más antes de evolucionar a las cepas que se conocen en la actualidad. La comunidad científica coincide en que es improbable acceder con certeza a los orígenes de la hepatitis C, dado que no existen muestras de sangre para detectar el virus con más de 50 años de antigüedad. Su mayor causa de transmisión es el contacto directo de sangre a sangre, por lo que es improbable que haya evolucionado rápidamente en tanto que las vías de contagio más comunes (transfusiones de productos hemáticos y uso de drogas intravenosas) existen desde no hace mucho tiempo.
Los recaudos tomados a partir de la década de 1990, cuando se identificó el virus, frenaron su expansión. Hasta ese entonces, el virus era conocido como de la hepatitis No A No B. Fue en 1989, en los laboratorios Chiron, cuando se identificó como hepatitis C.La mayoría de contagios data de unos 20 a 30 años atrás o más aún, debido a las transfusiones de sangre y derivados. A principios de la década de 1990 se hizo obligatorio el estudio de donantes para determinar si portan el virus. Así, el contagio postransfusional es hoy casi nulo. Antes de que comenzara a aplicarse la prueba de detección, sólo en Estados Unidos alrededor de 300.000 personas contrajeron hepatitis C mediante transfusiones de sangre.
Si bien existe tratamiento, es vital el diagnóstico temprano. Pero, la mayoría de los infectados desconoce el hecho e, incluso, la padece de forma asintomática. Por otra parte, el costo del tratamiento farmacológico es muy alto y se requiere de seguimiento permanente, con costosas prácticas de laboratorio. Sumado al costo y los problemas asociados de las resecciones hepáticas o los trasplantes de hígado.
Identikit del VHC.
Se han reconocido seis genotipos, o formas virales, identificados con los números: 1, 2, 3, 4, 5 y 6. “Además, esos seis genotipos originan más de 90 subtipos. Los subtipos 1a, 1b, 2a, 2b, 2c y 3a son responsables del 90% de las infecciones en América del Norte y del Sur, Europa y Japón”, explica a InfoUniversidades el doctor Rodolfo H. Campos, director de la investigación.
El equipo de virólogos analizó en particular la zona litoral de la Argentina, especialmente la localidad de Wheelwright, una pequeña ciudad del sur de la provincia de Santa Fe que fue fundada en 1900, mayoritariamente por inmigrantes europeos, y que tiene en la actualidad una población de unos 10.000 habitantes. En esta localidad se registra una alta prevalencia de VHC. Se estudiaron 1.814 muestras de sangre de sus pobladores, lo que arrojó una alta prevalencia en mayores de 50 años y, en especial, entre los 70 y los 79 años. Esto hace suponer que la introducción del virus data de por lo menos de 50 años atrás. El genotipo VHC-1b fue detectado en el 91% de las muestras.
El caso General O’Brien
En 2000, este pueblo de por entonces 2.400 habitantes, situado a 30 km. de Bragado, provincia de Buenos Aires, recibía amplia atención mediática. La bioquímica Nancy Massenzio notó una alarmante incidencia de problemas hepáticos. Recurrió al director médico de la unidad de Hepatología y Transplante Hepático de la Fundación Favaloro, Federico Villamil. Y se organizó una cruzada: 1.637 habitantes se realizaron los estudios pertinentes.
El 5.7% de los analizados eran seropositivos para el VHC. La prevalencia era también muy superior entre los 61 y 71 años (un 23%). En concordancia con los datos de los investigadores para Wheelwrigth, en O’Brien, en el 82% de los casos el genotipo de VHC era también el 1b. Para el momento de la publicación de los resultados de O’Brien (en Liver Internacional, 2006), ya 4 habitantes habían sido transplantados.
Como en los demás estudios, también en O’Brien los contagios serían de entre 1955 y 1975, por el uso de jeringas de vidrio inadecuadamente desinfectadas. La mayor parte pudo registrarse durante el brote de virus Junín, causante de fiebre hemorrágica argentina, endémica en la Pampa Húmeda y sur del Litoral.
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Es notable la asociación entre alcoholismo y hepatitis C. Los nuevos casos se producen, mayormente, en drogadictos endovenosos, pacientes de diálisis renal, heterosexuales promiscuos y pacientes con SIDA. Otro dato a destacar es que la prevalencia es mucho más baja en grupos de menor edad, gracias a la identificación y prueba del virus instaurada hacia la década de 1990.