Históricamente, el mal de Chagas ha sido relacionado con las zonas rurales y es por esta razón que siempre se subestimó la presencia de la enfermedad en núcleos urbanos. Un estudio llevado a cabo por investigadores de la facultad de Ciencias Médicas evidenció que en la ciudad de Mendoza existe una cantidad importante de población en riesgo.
> Leer también: Caries, “una enfermedad trazadora de pobreza”.
El INCOSUR (Organismo del Cono Sur para el Chagas) incluyó en el grupo de alto riesgo de transmisión de la enfermedad a la provincia de Mendoza. En los últimos cinco años se reportaron alrededor de 500 casos anuales. Para la doctora Liliana Carrizo, directora de la investigación, esta cifra no se debe a que haya más enfermos sino a que es mayor la cantidad de casos detectados.
“Numéricamente, podríamos hablar de una tendencia de incremento de población testeada, dado que se realiza una búsqueda activa en áreas de alto riesgo y también se trabaja en otras de menor riesgo, lo que determina un mayor número de hallazgos y permitirá corregir el subregistro existente” indicó a InfoUniversidades la investigadora.
La detección precoz de individuos infectados permite realizar el tratamiento a tiempo y garantiza su curación, con la consecuente mejora en la calidad de vida. El grupo de investigación trabajó con niños de 6 a 12 años de cuatro escuelas urbanas del Gran Mendoza. En ellos, analizó su “seroprevalencia”, es decir, si tuvieron contacto con el parásito que causa la enfermedad -el Trypanosoma cruzi-, su situación epidemiológica, y si el contexto en el que viven favorece el contagio, esto es: presencia de vinchucas en el domicilio, tipo de vivienda, cercanía de palomares que sirven de nido a la vinchuca, entre otros aspectos.
“El análisis de las encuestas determinó que el 57% de los niños estudiados vive en condiciones epidemiológicas de riesgo, dado que respondieron en forma afirmativa a uno o más de los ítems de la encuesta de riesgo”, explica Carrizo y agrega: “Por otra parte, los estudios de serología indicaron que el 0,7% resultó serológicamente reactivo para la infección”.
“El hallazgo de casos reactivos en áreas urbanas, acompañados de una situación epidemiológica de riesgo, muestra la importancia de realizar una búsqueda activa de la infección en poblaciones consideradas, por tradición, de bajo riesgo”, alerta Carrizo. Al cruzar los datos de los casos con serología reactiva y su situación epidemiológica, los estudios arrojaron que predominan las niñas de 6 años, hijas de madre chagásica, aunque para Carrizo esto no es significativo: “Lo que ocurre es que la mujer acude con más frecuencia a realizarse controles médicos y, en especial, porque se incluye en los controles de embarazo el estudio de esta infección”.
Para la investigadora, el problema social del Chagas es la “falta de medicalización” de la enfermedad, es decir, la necesidad de que los médicos de centros de baja complejidad realicen por sí mismos el tratamiento y seguimiento del paciente diagnosticado, sin mediar la derivación a centros de referencia. “Otro punto importante reside en evaluar de qué manera se podría implementar, desde el primer nivel de educación, en las currículas de las carreras médicas la enseñanza de la enfermedad de Chagas de una manera más amplia y en forma independiente de cuál sea la formación profesional”, sugiere Carrizo.
> Leer también: Acequias mendocinas: de canales de riego a vaciaderos de residuos.
Y como último aspecto a tener en cuenta para la solución del problema, la investigadora hace referencia a la importancia de la concientizar a la población, “para que sea más activa respecto de la enfermedad. Es decir, que sepa reconocer al vector y sepa adónde dirigirse si ve vinchucas en su casa”.