Las tradicionales bolsas que entregan los comercios, desde pequeños almacenes hasta grandes supermercados, provocan una gran contaminación visual a causa de su uso indiscriminado, su larguísima vida útil y la carencia de políticas y costumbres para una adecuada disposición final. Sin embargo, las que se proponen en su reemplazo serán más contaminantes aún, por los metales pesados que se inyectan al polímero para hacerlo degradable. Así, la medida que el gobierno provincial dio con la Ley 13.868, es sólo de carácter estético: la contaminación visual que producen las actuales bolsas de polietileno, que vuelan y se acumulan por doquier, será mutada por otra de carácter químico.
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Según el doctor en Ingeniería Química, Enrique Vallés “el polietileno es uno de los plásticos de mayor producción. Es un material muy noble y no es contaminante. Lo que sucede en el caso de las bolsas es que se han multiplicado infinitamente. Se usan en forma indiscriminada y luego se las tira en cualquier lado, lo que provoca muchos problemas”. El polietileno apareció como bolsas en la década del ‘70 y desde entonces tuvo aceptación masiva por su rendimiento: una bolsa de supermercado pesa entre 5 y 7 gramos y puede soportar una carga de hasta 10 kilogramos de mercadería; es decir, 1.700 veces su propio peso. Ningún otro material usado en forma comercial llega a esos valores de eficiencia mecánica.
Según define Vallés, biodegradable no es lo mismo que “oxodegradable”, característica de los nuevos recipientes propuestos. “Las bolsas oxodegradables son similares a las actuales bolsas de polietileno. La diferencia es que al polímero se le agrega un aditivo -que es un catalizador-, que hace que en presencia de oxígeno, aire y sol, el material se degrade. Los polímeros son moléculas largas, de muy alto peso molecular, Con el aditivo, el proceso de degradación hace que esas moléculas se corten. El material primero se endurece, luego se resquebraja y se parte, hasta hacerse un polvo. Esto requiere de un tiempo prolongado, pero al fin se degrada”, explica el especialista, consultado por InfoUniversidades.
“Pero sólo desaparece el problema visual, porque el catalizador involucra metales pesados, y, aunque esos metales pesados se agregan en pequeñas cantidades, dada la masividad del uso de las bolsas, a poco de andar se diseminarán en el ambiente. Desde el punto de vista comunitario, esos materiales provocan la falsa imagen de que son inocuos”.
Es posible fabricar bolsas como las que se usan en la actualidad pero biodegradables. Al respecto, Vallés señala que “son nuevos materiales que han surgido en los últimos 15 años, hechos algunos a partir del petróleo y otros, de materiales renovables como almidón, caña de azúcar, etc. Se producen monómeros con los que se hacen polímeros (plásticos) que, puestos en los basurales, se biodegradan. Lo que sucede es que estos productos son más caros, por su tecnología y porque su escala de producción aún es chica, a nivel global”. A éstos se suma la otra posible tecnología de reemplazo: las bolsas de papel. Sin embargo, su fabricación en Argentina causaría aún más perjuicios ambientales y es imposible abastecer en el corto plazo la demanda interna.
Ecología y economía
La opinión de Vallés sobre la Ley 13.868 es que tiene varias falencias. “La primera es que se adoptó un plazo muy corto de reconversión. Un año para los supermercados y dos para el resto para eliminar los no degradables no es razonable, porque surgen muchos problemas, como el acostumbramiento de la población. Los cambios de hábitos, para que sean efectivos, deben hacerse con pasos cortos y consistentes. También está la cuestión relacionada con los actuales procesadores de polietileno y el personal empleado. No se puede cortar esa cadena en un plazo tan reducido, porque genera un malestar socioeconómico importante”.
Vallés puntualiza: “Los aditivos degradantes no se fabrican ahora en el país, por lo que su provisión depende del exterior” y considera que aún se pueden hacer correcciones en la legislación. “La ley y su reglamentación no dan demasiadas especificaciones, ya que lo que hacen es imponer plazos y habilitar un registro de vendedores y productores y, si bien hacen referencia a normas internacionales, no puntualizan ninguna, con lo que se dejan espacios muy vagos. El reglamento es un registro de importadores de productos”.
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Más allá de las cuestiones legales, un simple factor será el fundamental para significar un beneficio concreto para el medio ambiente: el cambio de hábito humano. Será momento de pensar qué hacer con el exceso de bolsas que se suelen acumular en las casas, así como de recurrir, quizás, a la archivada bolsa de red de la abuela para ir a hacer las compras.