En el laboratorio de Ecología de la UNGS los investigadores hacen el recuento de la cantidad de huevos que hay en cada una de las ovitrampas
El mosquito Aedes aegypti ganó fama mundial por ser una especie capaz de trasmitir enfermedades, en este caso el dengue, el zika, la fiebre chikungunya y la fiebre amarilla, entre otras. Cada temporada se hacen más visibles las campañas de concientización para evitar su reproducción, ya que una de las principales estrategias para prevenir la propagación de estas enfermedades es controlar los niveles de población del mosquito.
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En el área de Ecología del Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) llevan adelante un monitoreo para determinar la distribución y la densidad poblacional de este mosquito en el partido de San Miguel, junto a la Dirección de Primer Nivel de Atención de la Secretaria de Salud y Bienestar Familiar de la Municipalidad de San Miguel. Este trabajo conjunto se realiza en el marco de un servicio rentado a la comunidad financiado por ambas instituciones.
El monitoreo, realizado en marzo, abril y mayo de 2017, consiste en la ubicación de 48 ovitrampas (recipientes de vidrio de 250 ml de capacidad pintados de negro, que en su interior contienen agua y una tablillas de madera donde el mosquito deposita los huevos) en distintos lugares de la región, principalmente en escuelas, centros de salud y centros culturales. Estas ovitrampas se recambian una vez por semana y son analizadas en el laboratorio de Ecología de la UNGS, donde hacen el recuento de la cantidad de huevos que hay en cada una de las tablillas.
“Según los resultados preliminares, el Aedes aegypti está presente en todo el territorio municipal. Nuestro objetivo es lograr revertir esa situación”, afirma el ecólogo Carlos Ruggerio, director del proyecto y coordinador de la licenciatura en Ecología de la UNGS. El equipo está integrado también por el biólogo Rubén Lombardo, investigador docente del ICO, la ecóloga Lorena Gómez, y las estudiantes de la licenciatura en Ecología Katherine Conicelli y Daniela López de Munain.
El Aedes aegypti se instaló hace unas décadas en la región y se adaptó a las condiciones ambientales. En la actualidad se lo encuentra en toda la Región Metropolitana de Buenos Aires, especialmente en el ámbito doméstico. Su ciclo de vida consta de diferentes etapas: huevo, larva, pupa y mosquito (adulto). La etapa adulta se manifiesta sólo cuando las temperaturas y las condiciones ambientales son favorables, generalmente entre septiembre y abril. Sin embargo, los huevos pueden sobrevivir hasta un año y resistir las bajas temperaturas del invierno, lo que le permite a la especie reaparecer en primavera, cuando las condiciones ambientales vuelven a ser favorables.
Para lograr que la población de mosquitos disminuya, los investigadores esperan articular el monitoreo con otras acciones que realiza el municipio, como las campañas de concientización y descacharreo, a cargo de un equipo de promotores barriales del Plan Argentina Trabaja, coordinado por la Subsecretaria de Salud del Municipio. “A medida que hacemos el monitoreo lo que podemos ver es qué tan efectivas son esas campañas y cómo varía la detección del mosquito. De otra manera no hay forma de saber dónde profundizar las actividades de prevención y, en última instancia, fumigar de manera local y controlada”, resalta Ruggerio.
También organizaron un taller para capacitar a trabajadores de la municipalidad en estrategias de prevención. El objetivo es que, además de poder llevar a los vecinos información para la prevención, los promotores puedan identificar en las casas y en el espacio público dónde podrían estar reproduciéndose mosquitos y realizar una actividad de descacharreo preventiva”, cuentan los especialistas.
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El área de Ecología de la UNGS realiza investigaciones relacionadas al Aedes aegypti. En 2013 Ruggerio, Lombardo y estudiantes de la UNGS participaron, junto a investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, de un experimento que estableció un nuevo perímetro de fumigación alrededor de la vivienda donde se encuentra la persona infectada. “Hasta ese momento se creía que el mosquito volaba hasta un kilómetro para dejar sus huevos, pero con ese experimento logramos determinar que en un ámbito urbano, y teniendo lugares donde poner huevos, vuela como máximo 45 metros”, explica Ruggerio y agrega: “Luego de esta investigación se cambió, al menos en la región, la distancia de fumigación. Antes se hacía hasta completar un kilómetro y medio a la redonda del foco de infección, y ahora se recomienda fumigar en las manzanas próximas a la vivienda. Aunque la fumigación debe ser siempre el último recurso, lo importante es trabajar en la prevención, eliminando los lugares de reproducción del mosquito”.