La cifra es contundente. En promedio, cada argentino genera 3 kilogramos de basura electrónica por año, lo que representa 120 mil toneladas en todo el país. ¿Qué se hace con toda esa cantidad de chatarra informática? El nivel de consumo y el ritmo de descarte se aceleran, por lo tanto, los números se incrementan año tras año, con el agravante de los recambios tecnológicos que se suceden con regularidad.
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Desde la sociedad emergen propuestas enfocadas por la estrategia de las 3 R: Reducir - Reciclar - Reutilizar. ¿Cómo ayudar a resolver esta problemática? Desde 2010 la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA) impulsa proyectos de voluntariado para reducir la “brecha digital”. Este concepto es relativamente nuevo y apunta a caracterizar las desigualdades socioeconómicas que hay para acceder a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs).
En el voluntariado participan estudiantes de los primeros años de la Escuela de Tecnología. Asisten a un Nodo Comunitario (ubicado en la sede de Pergamino) en el que desarman, limpian y arman computadoras. Los restos de viejas y olvidadas PC’s son donados por vecinos e instituciones. Los estudiantes se encargan de aplicar lo aprendido en las primeras materias de cursada, asignaturas que tratan sobre redes, sistemas operativos, comunicación de datos. Y a eso le suman el plus de la investigación e implementación de una tarea concreta y solidaria.
Este proyecto de reciclado de viejas computadoras no sólo permite aumentar la vida útil de los equipos informáticos mediante su reutilización, sino que además posibilita que niños y jóvenes en estado de vulnerabilidad social adquieran acceso a herramientas fundamentales en la sociedad del conocimiento.
El ingeniero Adrián Jaszczyszyn, docente de la Escuela de Tecnología, señaló a Argentina Investiga que “el primer voluntariado fue realizado entre 2010 y 2012 junto con Bienestar Universitario, se denominó ‘Intervención para reducir la brecha digital y la basura electrónica’, y contó con la dirección de Hugo Ramón, prosecretario de Tecnología de la Información y la Comunicación de la Universidad”.
“A partir de ese proyecto se consiguió asignar un lugar físico para que los voluntarios trabajen en la sede de Pergamino, -continúa Jaszczyszyn- un espacio al que se llamó ‘Nodo Comunitario’. El resultado de ese trabajo fue el armado de dos salas de computación en dos escuelas: una primaria de Pergamino y un jardín de infantes de Saforcada (partido de Junín). Se instalaron programas para los niños y se brindó una capacitación para su uso”.
Los voluntarios contaron su experiencia: “Juntamos máquinas que están en desuso, que ya no sirven o no funcionan, las reparamos y armamos una red con aplicaciones para que usen los chicos. Surge así del proyecto una vía alternativa para canalizar algo de la ‘chatarra informática’ que hay. La gente no sabe qué hacer con su computadora y entonces la dona”.
Los voluntarios sintetizan los objetivos de su tarea en tres ejes concretos: “Reciclar la basura informática, lo que ya no se usa más; eliminar la brecha digital llevando material informático a lugares donde los chicos no tienen acceso a internet o a computadoras; y por último, es una manera de aplicar lo que se aprende en las materias”.
Herramientas libres
Desde la Universidad se gestiona la compra de una máquina potente denominada “servidor”, que atiende las demandas de todas las computadoras reparadas y que se conectan a ella mediante una red. “El servidor es el corazón de toda la sala”, afirma un estudiante.
“Instalamos un sistema operativo GNU/Linux en la máquina central y usamos un programa que se llama TCOS (Thin Client Operating System) que es el encargado de relacionar las terminales con el servidor. Esa PC central tiene dos placas de red, una para comunicarse con la red de terminales locales y otra placa para salir a internet”, detallan. Tanto GNU/Linux como TCOS son software libre. Y Jaszczyszyn agrega que “las terminales, que son máquinas viejas, tienen instalado sólo un programa pequeño que les sirve para comunicarse con el servidor desde el momento mismo en que se encienden”.
“Aunque conocíamos GNU/Linux, no lo usábamos. Fue en la Universidad que comenzamos a tomar contacto y aunque no es un sistema muy difundido es muy fácil de usar”, cuentan los voluntarios. Jaszczyszyn agrega que “el programa TCOS no tiene demasiadas complicaciones y además permite a los docentes hacer clases interactivas, compartir su pantalla con las terminales de los alumnos, y otras grandes potencialidades educativas ya que es un sistema operativo basado en software libre”.
Para que esa implementación sea factible, se realizaron charlas con los responsables de las salas de computación y los ayudaron con una instrucción básica. “En el futuro la idea es dar también talleres a los docentes que usarán la sala”, afirman.
Muchos desafíos por delante
El proyecto inicial ya culminó y el renovado grupo ya se encuentra en una segunda etapa: “Se trata de un voluntariado para el armado de videojuegos con niños de la escuela primaria, en el que puedan crear personajes y plataformas propias. Así pueden aprender jugando y se genera la inquietud por la investigación”.
“Estamos por recibir dos servidores nuevos. Entonces -agregan- el proyecto es implementar y poner en funcionamiento las salitas y, mediante el voluntariado, impulsar el taller de programación de videojuegos. A futuro vamos a impulsar una campaña fuerte, en conjunto con la municipalidad de Pergamino, para recolectar residuos electrónicos y destinarlos al reciclado. La idea implica instalar puntos de recepción en distintos lugares de la ciudad para que la gente pueda dejar su chatarra allí. Sacaríamos en primer lugar todo lo que pueda ser reutilizado para armar terminales y dejarlas en funcionamiento; luego llevaríamos los restos electrónicos y de chatarra a donde se los pueda reciclar y hacer una correcta deposición final”, sostienen los voluntarios informáticos de la UNNOBA.
Residuos electrónicos en cifras
La basura electrónica es la porción más tóxica de los residuos sólidos urbanos y es la que más rápido está creciendo, según informan las organizaciones ambientales. En la actualidad no existe una ley que regule su tratamiento diferenciado pese a que desde 2008 existen proyectos parlamentarios y se multiplican los debates en Argentina.
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Un informe que publicó la organización Greenpeace indica que menos del 2% de los artefactos electrónicos se recicla. Sin embargo, indican que el 25% de los residuos de “Aparatos eléctricos y electrónicos” es reutilizable y el 72% es reciclable. Al no haber una correcta deposición final, la valiosa chatarra electrónica es enterrada en basurales a cielo abierto junto al resto de los residuos sólidos urbanos.