“Nuestro punto de partida fue la encuesta de salud escolar realizada por el ministerio de Salud de la Nación, que en 2012 había evidenciado cómo en Argentina uno de cada tres adolescentes tiene problemas relacionados con el peso” expresó a Argentina Investiga el profesor Francisco Javier Sal, miembro de la task force de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA). “Puesto que el comportamiento y la cultura y, en este caso el contexto próximo del adolescente, aparecen relacionados, nos interesó conocer cómo el ámbito rural podía incidir en el comportamiento alimentario de los adolescentes y en la percepción de sus habilidades sociales y sus características de personalidad”, señalo la doctora Betina Lacunza, coordinadora del equipo de investigación.
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Un primer estudio se realizó con 375 adolescentes, entre 11 y 20 años, de contexto urbano (capital de Tucumán) y rural (zona norte y sur de la provincia). Todos los adolescentes pertenecían a instituciones educativas públicas, ubicadas en zonas de nivel socioeconómico bajo. Este estudio evidenció que un promedio del 31% de los adolescentes tucumanos presentaba un exceso de peso. La investigación de la UNSTA evidencia que en la población rural el porcentaje desciende al 11%.
“Esta importante diferencia entre población rural y urbana -señala el profesor Sal- pone en evidencia dos de los grandes responsables de la obesidad: el sedentarismo y la hiperdisponibilidad actual de alimentos”. Respecto de sus características psicosociales, se encontró que los adolescentes rurales con sobrepeso y obesidad referían ser más retraídos que sus pares sin exceso nutricional, mientras que los adolescentes urbanos con obesidad mostraban mayor retraimiento y ansiedad social/timidez y menor autocontrol para las relaciones sociales.
Un segundo estudio analizó las características de personalidad de 369 adolescentes, entre 11 a 18 años, asistentes a escuelas públicas de tres localidades del sur de la provincia de Tucumán. La evaluación de las características psicológicas se realizó desde la propia percepción del adolescente, teniendo en cuenta que en esta etapa suele ser un informante más realista de su forma típica de ser y actuar.
Las mediciones antropométricas individuales mostraron que el 31% de los adolescentes participantes presentaban sobrepeso y obesidad. El incremento de esta problemática denota la transición nutricional que atraviesa la población, con mayor influencia en las generaciones más jóvenes. Los datos del presente estudio no destacan un perfil de personalidad distintivo de los adolescentes con sobrepeso y obesidad. Sin embargo, un análisis descriptivo mostró la tendencia de estos últimos a percibirse con mayor extraversión, lo que permite formular la hipótesis que el adolescente obeso puede “compensar” cierta estigmatización y presión social con comportamientos asertivos, de mayor sociabilidad tendientes a agradar a los demás.
Contrariamente al imaginario social, la comparación entre adolescentes con y sin exceso de peso arrojó que estos últimos eran más agresivos, hostiles e insensibles frente a las emociones. Los jóvenes con sobrepeso y obesidad eran más extrovertidos, es decir, cordiales, simpáticos y comunicativos.
Es necesario enfatizar que el sobrepeso y la obesidad son factores de riesgo para el desarrollo de síntomas emocionales, puesto que existe una relación entre alimentación y emociones: la influencia de la emoción sobre la alimentación incluye la desinhibición o restricción alimenticia, mientras que el alimento tiene un efecto de modulación sobre los estados afectivos.
Como herramienta de cambio, los expertos en nutrición sugieren en niños y jóvenes limitar a dos horas al día la exposición a pantallas (computadoras, televisor, Tablet, celular), consumir cinco raciones diarias entre frutas y verduras, realizar una hora al día actividad física y limitar a cero el consumo de bebidas azucaradas tipo gaseosas, aguas saborizadas y jugos a base de soja. Desde el punto de vista psicosocial, se sugiere propiciar en los adolescentes recursos que permitan una participación activa en su grupo de pares, de manera de generar comportamientos sociales asertivos y expresión de emociones positivas. En todos los casos, las intervenciones deben enfocarse desde una perspectiva interdisciplinaria.
El presente estudio continúa una línea de trabajo iniciada en 2007, que articula dos disciplinas de la salud. En estudios anteriores, se focalizó en el diagnóstico de los indicadores psicosociales de adolescentes de Tucumán, elaborándose un perfil psicológico de aquellos adolescentes con un trastorno de la conducta alimentaria, particularmente con sobrepeso y obesidad. Asimismo, el análisis de las mediciones antropométricas permitió realizar un screening del estado nutricional de los adolescentes participantes.
Estos datos han permitido diseñar e implementar estrategias de intervención tendientes a propiciar una mejor calidad de vida de este grupo etario. Entre los principales resultados de estudios anteriores se observó que en adolescentes urbanos, particularmente de nivel socioeconómico bajo de San Miguel de Tucumán, era recurrente el consumo excesivo de hidratos de carbono refinados, aceites y grasas.
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A estos indicadores nutricionales se adicionaron conductas alimentarias de riesgo vinculadas a los deseos de adelgazar, distorsión en la percepción corporal y pérdida de control respecto a la ingesta (Lacunza, Sal, Yudowky & Cordero, 2009). Desde una perspectiva psicosocial, se encontró que los adolescentes con un diagnóstico antropométrico de sobrepeso y obesidad mostraban más conductas alimentarias de riesgo y dificultades en sus interacciones sociales (teñidas por la ansiedad social y el retraimiento) (Lacunza, Caballero, Cordero, Sal, Salazar & Filgueira, 2011).