El trabajo de investigación del doctor Lucas Garibaldi, docente investigador de la Universidad Nacional de Río Negro, supuso más de siete años de labor conjunta en 344 campos con 33 sistemas de cultivo diferentes, en 12 países de África, Asia y América latina. Ello involucró a 35 científicos internacionales que conformaron su equipo.
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La investigación demuestra que en las pequeñas explotaciones agrícolas, que sirven para la provisión de alimento para las poblaciones más vulnerables en todo el mundo, la diversidad de polinizadores puede aumentar la productividad en forma significativa.
Históricamente en la producción agrícola, la luz, el manejo del agua, la cantidad de nutrientes y el control de plagas y malezas tuvieron gran importancia para aumentar el rendimiento de los cultivos. Sin embargo, se le prestó poca atención a un factor con gran incidencia: la adecuada polinización. Para el grupo de científicos que llevó adelante la investigación, la respuesta está en la “intensificación ecológica”, lo que demuestra que una mayor diversidad de polinizadores aumenta el rendimiento de distintos cultivos en pequeños y grandes campos.
Lo que se plantea en el trabajo acerca del rol de los polinizadores es la utilización de técnicas de intensificación ecológica que intenten restaurar los balances ecológicos a través de la biodiversidad y, como consecuencia, depender menos de insumos externos o complementarlos. De esta manera podría aumentarse la producción sin tener los altos costos ambientales y sociales del sistema tradicional.
“En los últimos 50 años aumentó la producción agrícola de monocultivos, en los que se homogeneiza el paisaje, se usan pesticidas, fertilizantes y agroquímicos, que son todos insumos externos. De esta manera, se producen más alimentos pero se degrada el medio ambiente, hay menor diversidad y todo esto trae un costo social porque dependemos del medio ambiente. Lo que plantea esta investigación es la intensificación ecológica, es decir, producir más sin destruir el medio ambiente. Y la respuesta está en que haya mayor cantidad y diversidad de polinizadores, insectos como las abejas, las mariposas, los escarabajos y las moscas. Se comprobó que, a mayor cantidad de polinizadores, hay mayor producción en un escenario de sinergias positivas y mayor biodiversidad” indicó el director del proyecto a Argentina Investiga.
Garibaldi trabajó con un colega argentino, Agustín Sáez, de la Universidad del Comahue e investigador del Conicet, y 35 científicos de doce países: Brasil, Colombia, Zimbabwe, Ghana, Sudáfrica, Noruega, China, Indonesia, Nepal, Pakistán y Kenya. Trabajaron a nivel local con pequeños productores, quienes tienen campos de menos de dos hectáreas. El objetivo fue captar polinizadores, a partir de la siembra de flores, la conservación del hábitat lo más natural posible, la reducción del uso de pesticidas, y la promoción de la diversidad de la agricultura, es decir, no enfocarse en los monocultivos.
La sustentabilidad comprende distintas variables: la económica, ya que es importante que los productores puedan tener un medio de vida que les resulte viable; la social, en tanto es necesario que se vean los beneficios de los establecimientos agrícolas; y la ambiental, es decir, que las chacras no contaminen el agua que tomamos, que produzcan oxígeno, que se fomente la variedad de servicios ambientales que son importantes para la producción, como la polinización o el control de plagas, o la protección de las cuencas de agua.
Hoy en día, el planeta y la humanidad se enfrentan a dos grandes problemas ambientales, el cambio climático y el cambio de uso de la tierra. Este último es el impacto que tienen los sistemas primarios (la agricultura y la ganadería) sobre el medio ambiente. Puede pensarse el planeta Tierra como una analogía de una gran chacra: el 50 por ciento de la superficie terrestre está cubierta en la actualidad con cultivos o con ganado; y la otra mitad, son desiertos o ciudades. Es decir que lo que es relativamente fértil está, en buena parte, sometido a nuestros sistemas de producción.
Esos sistemas se han intensificado en los últimos 50 años, con un creciente uso de agroquímicos y el fomento del monocultivo, por ejemplo. Son sistemas subsidiados que demandan una gran cantidad de energía. No se habla tanto del cambio del uso de la tierra como de un cambio de paradigma. Se habla más del cambio climático que del cambio del uso de la tierra. Desde el punto de vista del impacto que tiene a nivel mundial, esto último es muy importante y existe una gran preocupación al respecto.
Garibaldi fue uno de los científicos encargados de entrenar a profesionales de los distintos países del mundo donde se realizaron los estudios para asegurar que las mediciones de factibilidad de la intensificación ecológica fueran las mismas. Se aplicó un protocolo en común que contiene los requerimientos para relevar distintos campos con manejos contrastantes, algunos con más intensificación ecológica que otros; evaluar su cantidad de polinizadores y a partir de allí relacionarlos con la cantidad producida.
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A partir de este estudio hay un mensaje claro respecto de la importancia de promover la diversidad en los paisajes agrícolas. Esta cuestión no sólo es relevante desde el punto de vista de la herencia biocultural, sino también desde los aspectos económicos de la producción y de la seguridad alimentaria. Los resultados son consistentes, los países deberían establecer políticas en este sentido.