Investigadores de la Universidad y el Conicet utilizan la biología para comprender cómo se alteran los procesos moleculares celulares y tisulares normales para producir el grupo de enfermedades reunidas bajo el nombre de ‘cáncer’. Intentan saber si la alteración de dos moléculas: la hemoxigenasa y la esfingosina quinasa, observadas recientemente en algunos tipos de cáncer, son causa o efecto de la enfermedad y si pueden ser utilizadas como biomarcadores, es decir, como indicadores de un estado biológico; o blancos de estrategias terapéuticas. Con este objetivo, trabajan con estrategias experimentales que involucran cultivos celulares, modelos animales de cáncer y tejidos humanos provenientes de biopsias realizadas con fines diagnósticos.
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“El término ‘cáncer’, en singular, está mal usado. Ello fue nocivo en la historia de las terapias y la investigación y, sobre todo, para las expectativas de la sociedad. Con una palabra quiso agruparse a un conjunto de patologías que hoy sabemos que son totalmente distintas en sus mecanismos, en sus manifestaciones y en las terapias para su tratamiento”, explica a Argentina Investiga el doctor Curino, quien además es profesor de “Introducción a la biología del cáncer” del departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia.
Dos ejemplos son el cáncer de pulmón y el de cuello uterino. “Está totalmente demostrada la relación del cigarrillo con esta enfermedad. El cigarrillo provoca mutaciones irreversibles en el pulmón, aún en quienes dejaron el tabaco. Estudios de todo el mundo revelan que si se dejara de fumar este cáncer prácticamente se acabaría, excepto para las profesiones de riesgo, como mineros o similares”, dice el investigador. “Mientras que éste se combatiría muy eficazmente con información y prevención, existen tipos de cáncer que pueden evitarse con una vacuna, como ocurre con el de cuello uterino”.
La biología como clave para comprender la enfermedad
Desde el mismo laboratorio, la doctora María Marta Facchinetti cuenta que la biología del cáncer como disciplina estudia los procesos biológicos que llevan al desarrollo de un cáncer a nivel de la célula, de las moléculas que la componen y del conjunto de células que componen un organismo. “Nosotros también trabajamos con tejidos tumorales humanos, y estudiamos cómo se expresan o están presentes o ausentes ciertas moléculas que pueden estar implicadas en el cáncer”, dice Facchinetti.
“Investigamos distintas moléculas en células que son cancerosas y en modelos animales de cáncer, y tratamos de ver cómo están alteradas y llevan al desarrollo del cáncer. Lo que buscamos ver es una relación causa-efecto, porque se sabe que se desregula muchísima cantidad de moléculas, pero no se sabe si ello es causa o efecto”, dice la investigadora. A ello suma Curino: “A medida que el cáncer progresa desregula muchas cosas, y eso puede ser efecto de esas patologías que llamamos cáncer, o la causa”.
Para sus investigaciones usan tejido humano de las biopsias que se realizan en laboratorios públicos y privados. “Tomamos pequeñísimas muestras de esas extracciones, ya que los patólogos no utilizan para sus análisis todo el tejido que retiran del paciente, y con ellas logramos una fuente de información muy importante. Las investigaciones que podemos hacer con esas moléculas comparándolas con la sobrevida del paciente, la cantidad de metástasis, etc., nos brindan una gran cantidad de información”, dice el biólogo. En Bahía Blanca trabajan, principalmente, con muestras del hospital provincial “José Penna” y del hospital Italiano, uno público y otro privado.
“Buscamos no quedarnos encerrados en el laboratorio y ampliar las posibilidades de experimentación hacia los tejidos humanos. Y por ello valoramos la colaboración de estas entidades, con las que hacemos los protocolos para que el ministerio de Salud nos autorice a usar las muestras”, agrega Facchinetti.
En su trabajo, uno de los procedimientos es aumentar o disminuir la cantidad de una determinada molécula dentro de una célula y analizar las consecuencias. En el modelo animal trabajan inyectando la célula alterada y estudiando qué ocurre con el tumor. “Las moléculas funcionan como causantes y como biomarcadores. Por ejemplo, hemos visto que la hemoxigenasa podría tener una relación muy importante con el cáncer de mama y gliomas, que son tumores cerebrales. Con la vitamina D -otra molécula- se sabe que su función ortodoxa es ayudar a absorber el calcio, y también que tiene efectos antitumorales. Pero para que ello ocurra hay que administrar grandes cantidades, lo que produciría una sobrecalcificación del paciente que lo afectaría más que el cáncer”, cuenta Curino.
Por ello, junto a los investigadores Cristian Vitale y Gabriel Radivoy -del departamento de Química- y Yagamare Fall, de la Universidad de Vigo (España) buscan sintetizar un “análogo”: la misma vitamina D alterada químicamente para evitar los efectos no buscados por la hipercalcificación. “Ellos sintetizan los análogos y nosotros los probamos en las células y en los modelos animales de cáncer”, cuenta Facchinetti.
En relación a los resultados obtenidos con los análogos de la vitamina D aclaran: “Tenemos que ser claros: en la industria farmacéutica, de cada mil drogas testeadas en el laboratorio una llega a la clínica. Por eso aún resta mucho trabajo. Sin embargo, estamos muy entusiasmados porque tenemos algunos análogos que, a nivel de la célula y a nivel de modelos animales, han tenido muy buenos resultados”, agrega Curino. “Tengamos en claro que esto es ciencia básica; aún falta mucho para demostrar si estos experimentos son efectivos, y mucho más para generar terapias para los pacientes.
La universidad pública, el exterior y los mitos en la cura del cáncer
Sobre los mitos en la cura del cáncer, también son terminantes: “No hay mejor negocio que encontrar una cura o medicamento efectivo para algo. El Viagra, en general, y el Gleevec y Herceptin como drogas efectivas para determinados tipos de patologías son el mejor ejemplo. Por eso, si nuevas curas existieran ya se conocerían y se distribuirían a nivel mundial. Otro ejemplo es el cáncer de cuello de útero, para el cual se desarrolló una vacuna contra el agente etiológico que es un virus, y la administra el Estado públicamente. Tampoco es cierto que por ser un país en desarrollo estamos atrasados. Hoy la ciencia es global, y cualquier descubrimiento en otro país del mundo en pocos días ya se conoce en Argentina, por la movilidad de los investigadores y el acceso mundial a las publicaciones científicas”, dicen.
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Curino y Facchinetti volvieron al país en 2006 gracias a la repatriación de científicos llevada a cabo por el Conicet a partir de 2003. En 2001 dejaron la Argentina por la crisis del sector científico, agotado por la falta de presupuesto y de oportunidades en la carrera de investigación. En el exterior trabajaron en los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos. “Estudiamos y nos doctoramos en una universidad pública, y en el extranjero no vimos desnivel entre nuestro trabajo y el de científicos de otros países. La diferencia entre Estados Unidos y el resto del mundo es la cantidad de dinero que se dedica a la ciencia, no la capacidad de los investigadores”, concluye categórico Curino.