Nota

Universidad Nacional de Luján - Departamento de Ciencias Básicas

13 de Enero de 2014 | 8 ′ 13 ′′

Análisis de los cambios en las comunidades del suelo pampeano

La intensidad en el uso del suelo por parte de la agricultura o la ganadería afecta a los invertebrados (artrópodos, lombrices), hongos, bacterias y otros organismos que viven en él. En la medida en que la estructura de estas comunidades se ve afectada, cambia la manera en que procesan la materia orgánica. Investigadores analizan cómo afecta el uso del suelo a algunos grupos biológicos en la llanura pampeana.

Un proyecto de investigación, dependiente del “Programa de Investigaciones en Ecología Terrestre” (PIET), desarrollado por especialistas del departamento de Ciencias básicas de la Universidad Nacional de Luján, analiza la estructura de las comunidades que viven en el suelo de la llanura pampeana, teniendo en cuenta la intensidad de uso del suelo. Según indicó el director del proyecto, Carlos Coviella, a Argentina Investiga “si el uso del suelo afecta drásticamente la estructura de los invertebrados, hongos y bacterias que viven en él, entonces se va a ver afectada la descomposición de materia orgánica, que es el proceso por el cual los nutrientes regresan al suelo”.

La investigación se lleva a cabo en tres tipos de suelos, en los que se identifica la variación (gradiente) de intensidad de su uso: campos de uso intensivo -con más de 40 años de agricultura-, campos de uso intermedio -lugares que históricamente se dedicaron a la ganadería y que cambiaron a la agricultura hace dos años- y pastizales denominados “naturalizados” -zonas naturales de la llanura pampeana muy chicas, como rincones de campo-.

Ricardo Castro Huerta, becario PRH y miembro del grupo de investigadores, lleva adelante la recolección de muestras, realizada con “bolsitas de descomposición”, hechas con una tela tipo saran (media sombra), con distintos grosores en su malla. La diferencia de grosor permite que, en las de agujeros más grandes -un centímetro aproximadamente- entren casi todos los invertebrados que hay en el suelo; las de agujeros un poco más chicos dejan afuera los más grandes, y otras de malla muy pequeña sólo dejan entrar hongos y bacterias. A esas bolsitas se les pone material vegetal, se colocan en los tres tipos de campos mencionados y se espera la colonización por parte de la comunidad biológica que sucede dentro de ellas para, luego, estudiar el proceso de descomposición.

“Esto nos permite saber qué influencia tiene cada uno de los tipos de agricultura en cada uno de los tamaños de habitantes del suelo. La importancia de saber qué efecto tiene en el tamaño es porque, en líneas generales, permite relacionar dicho tamaño con algún proceso de descomposición. Si el uso del suelo afecta de alguna manera diferencial a algunos de estos componentes que a priori definimos por tamaño, entonces, se está modificando parte de ese proceso. Y estudiar este proceso según el uso nos permite ver de qué manera algunas de las actividades que se realizan en toda la provincia de Buenos Aires, como corazón de la actividad agropecuaria, afectan a qué grupo biológico. Estos grupos estarán indicándonos en forma indirecta qué etapa del proceso de descomposición se altera” explicó Liliana Falco, integrante del proyecto e investigadora del departamento de Ciencias Básicas.

La importancia de establecer un índice de calidad del suelo permite al productor tener mayor conocimiento de lo que se requiere y de lo que posee el suelo para tomar la decisión de qué hacer con él. En este sentido, Coviella dice que “el análisis de la estructura de la comunidad refleja la historia de ese suelo; si yo saco una foto ahora de la composición química y física, tengo la foto de lo que ocurre ahora. La comunidad, en cambio, integra un pasado de cosas que le han sucedido a ese suelo. Si podemos interpretar la estructura de la comunidad en función de ese pasado, que conocemos porque sabemos qué intensidad de uso tuvo cada uno de los sitios, podríamos armar un índice de calidad de suelo que refleje la historia, en vez de la fotografía”.

El análisis llevado adelante pretende observar cómo los servicios ecosistémicos (servicios, dado que se sacan granos, carnes o leche) del suelo alteran las funciones de éste. “Se pierden algunas especies, aparecen otras nuevas que no necesariamente tienen la misma función; se degrada o cambia la calidad de la hojarasca, esto es, que los primeros hongos y bacterias que empiezan a colonizar tienen que responder a estos cambios, que tienen una frecuencia muy alta. A un lote agrícola, por ejemplo, al menos dos veces al año se le cambia el tipo de vegetación; además, está relacionado con un ingreso de luz al suelo que tiene impacto sobre su temperatura y sobre la humedad; esta información es muy “jugosa” e interesante y la idea es que podamos brindar, a quien toma la decisión de qué producir en los campos, la mayor cantidad de información posible” afirma Liliana Falco.

Dada la ubicación de la Universidad Nacional de Luján, situada en una región de importante actividad agropecuaria, es preciso y necesario que pueda dar una respuesta y adelantarse a las consultas e inquietudes de los productores de la zona. Respecto de este tema, la profesora Falco señala: “Estamos rodeados de sistemas donde el suelo es el recurso de base, donde históricamente -y casi de saber popular- se cree que el suelo es un recurso inagotable, y que lo que se agota lo reponemos con fertilizantes; esto no es así… y, además, el suelo, con la actividad agropecuaria, con el caminar de las vacas, por ejemplo, va cambiando su estructura física. Esto es pensar en todo su espacio, sus agujeros, sus poros de distintos tamaños, que les permiten a las raíces moverse, y que el agua y el aire circulen”.

La hipótesis inicial planteaba que los suelos con mayor intensidad en el uso iban a tener menor actividad de sus comunidades, porque la teoría ecológica supone que si se perturba continuamente el suelo se va a registrar un cambio más fuerte, “si se sacan los pastos, da directamente el sol, la lluvia, el viento, se le tira insecticida, herbicida, fertilizante, se ara, se combaten las malezas; todo eso es un sacudón para la comunidad que está ahí abajo, entonces, suponemos que la comunidad de los pastizales va a ser lo más parecido a lo que era la llanura pampeana antes de la agricultura”. En ese sentido, los investigadores esperaban un fuerte efecto en los campos de uso intensivo, y se pensaba que iba a haber mayor actividad en los pastizales naturalizados. Pero, por ejemplo, si nos referimos a bacterias, la actividad bacteriana es más alta en los campos de uso intensivo que en los naturalizados, lo cual contradice la hipótesis inicial.

Las intensidades de uso matan o al menos afectan de manera diferente a algunos grupos biológicos y permiten que otros se instalen, cambiando la estructura de la comunidad. El análisis que describen los investigadores permite relevar este índice de actividad. Además de buen nivel de diversidad, en los suelos de uso intensivo se encontraron lombrices exóticas, que no son propias de la Pampa original, que se adaptaron a ese nivel de “disturbio”. Entonces, “se supone que esa microbiología, que presenta altos niveles de actividad, actúa en los campos de uso intensivo y son las que procesan la materia orgánica a toda velocidad. Tenemos muchísima materia orgánica, entonces, quienes procesan rápido son los que quedan y ganan la ‘batalla’. Sólo los grupos adaptados a un nivel de disturbio muy grande prevalecen en ese suelo” afirma Coviella.

Producción Periodística:
Juan Pablo Marangon

Responsable Institucional:
Adrián Terrizzano
Juan Pablo Marangon
Belén Marchesotti
Eduardo Spalletta
Universidad Nacional de Luján

Departamento de Producción Informativa
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