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Universidad Nacional de Tucumán - Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia

11 de Abril de 2016 | 6 ′ 46 ′′

Con plantas nativas, ensayan insecticidas naturales que combaten plagas del maíz

Científicas hallaron compuestos activos en plantas nativas como la santa rosa, la sombra de toro y la yerba lucera, y probaron su eficacia contra plagas como el gusano cogollero en el laboratorio. Entre otras ventajas de la investigación, se cuenta la posibilidad de producir maíz, algodón y soja orgánicos, sin agroquímicos, aspecto muy valorado en los mercados de exportación de granos.

Vera y Borkosoy explican sobre las propiedades insecticidas que descubren en plantas nativas. Fotografía: Adrián Lugones

El maíz es uno de los cereales más cultivados en el mundo; ocupa la tercera posición luego del arroz y del trigo. Además, Argentina se ubica en un lugar destacado en la producción del grano, luego de Estados Unidos, China, Unión Europea, Brasil y México. Teniendo en cuenta que este año se eliminó el impuesto a las exportaciones del maíz y que las hectáreas cultivadas están en permanente extensión, se vuelve estratégico combatir las plagas que dañan este grano.

Investigadoras tucumanas del Instituto de Química Orgánica de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia (FBQF) de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) estudian propiedades insecticidas en plantas nativas de Argentina y de Bolivia. A partir del uso de compuestos puros extraídos de plantas como la santa rosa, la sombra de toro y la yerba lucera, comprobaron que matan o alejan a las larvas del cogollero del maíz, plaga que afecta tanto a este cultivo como al de la soja y el de algodón. Además, el equipo demostró la actividad insecticida de estos compuestos sobre la mosca de la fruta, otra plaga que afecta a cultivos de citrus, durazno y guayaba.

Entre las plantas analizadas, la llamada sombra de toro debe su nombre a que abriga al ganado en épocas en las que otras especies arbóreas pierden su follaje. Se le atribuyen propiedades medicinales como antimicrobiana y, a finales del siglo XIX se usaba para cuadros de disentería y problemas digestivos, como la constipación. Por su parte, la yerba lucera también ha sido empleada para facilitar la acción del intestino, del hígado, como digestivo y contra las indigestiones.

El equipo está formado por Alicia Bardón (directora de la investigación y actual rectora de la UNT), Susana Borkosky, Nancy Vera, Elena Cartagena, Mario Arena y Adriana Neske. Los resultados de la investigación fueron publicados en prestigiosas revistas científicas como “Journal of Chemical Ecology”, “Journal of Pest Sciences” y, más recientemente, en “Neotropical Entomology”.

Las investigadoras sostienen que el principal trabajo que realizan consiste en el aislamiento de los productos naturales bioactivos, para probar diferentes acciones biológicas. “La planta es como un gran laboratorio y encontrar propiedades beneficiosas en algunas de sus moléculas es parte fundamental de nuestra tarea”, sintetiza Borkosky.

La investigación se encuentra en estado experimental, es decir que si bien los resultados son exitosos en el laboratorio, aún no se aplican en el campo ni a gran escala. El desafío del grupo es comprobar que no sólo las moléculas puras tengan efecto insecticida, sino que en su conjunto en el extracto se potencien, lo que daría como resultado mayor cantidad de producto bioactivo, es decir, de bioinsecticida. Hasta el momento probaron alrededor de 40 extractos de plantas y obtuvieron efectos insecticidas de diferente grado (leve, moderado y muy efectivo).

Vera precisó que el objetivo a futuro es hacer pruebas a campo con los extractos más activos que se consigan y observar el efecto, porque en situaciones no controladas, es decir, fuera del laboratorio, influyen otros factores como la luz, la lluvia, el suelo, etcétera. “Nosotras buscamos modelos de potenciales moléculas insecticidas, para que luego pueda desarrollarse su síntesis o mejorar su actividad, tal vez en colaboración con otros laboratorios”, señaló la especialista a Argentina Investiga.

Borkosky adelantó que uno de los objetivos del equipo es patentar extractos o compuestos puros con efecto insecticida, pero aclaró que la limitante hoy en día es la mínima cantidad de compuesto puro que consiguen aislar del material vegetal. “Necesitamos que la planta sea cultivable, que pueda crecer en condiciones controladas a gran escala y que su fabricación sea rentable”, reflexionó.

El beneficio de producir granos orgánicos

Una de las grandes ventajas que conlleva esta investigación es la posibilidad de producir maíz, algodón y soja orgánicos, es decir, sin agroquímicos (pesticidas o fertilizantes sintéticos) ni hormonas agregados. Esto otorga una ventaja a la hora de exportar, porque algunos mercados internacionales exigen productos ecológicos o los prefieren sobre los otros. Borkosky comentó que los insecticidas que estudian, al ser de origen natural “son menos contaminantes y tienen menor impacto sobre otros organismos y sobre el suelo, porque se degradan con mayor facilidad”.

Los trabajos de laboratorio se desarrollan con la colaboración de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC), organismo que provee de larvas, moscas de fruta y de cultivos preparados para desarrollar las pruebas de laboratorio. Analía Salvatore, de Zoología Agrícola de la EEAOC, consideró que las científicas tucumanas “encontraron fórmulas valiosas que deben ser difundidas, nosotros las probamos y funcionan”. Agregó que “los beneficios son muchos porque para una agricultura orgánica es imperioso contar con insecticidas naturales”.

La plaga más importante del maíz

El gusano cogollero es la larva de la palomilla o mariposa nocturna, cuyo nombre científico es “Spodoptera frugiperda”, que ataca principalmente maíz, sorgo y arroz, aunque también, en menor grado, soja, hortalizas y algodón, entre otros cultivos. Esta plaga, considerada la más importante del maíz, se encuentra distribuida por todo el Hemisferio Occidental, desde el Sureste de Canadá hasta Chile y Argentina.

El cogollero durante su vida pasa por diferentes etapas: huevo, larva o gusano (es la etapa en la que daña los cultivos porque necesita comer en cantidades), pupa y adulto o mariposa. Las larvas, en general, son oscuras con tres rayas pálidas estrechas y longitudinales y pueden medir desde 3 milímetros en su etapa inicial hasta los 35 milímetros en su último estadío.

El cogollero hace raspaduras sobre las partes tiernas de las hojas, que posteriormente aparecen como pequeñas áreas translúcidas. Una vez que la larva alcanza cierto desarrollo, empieza a comer follaje perfectamente en el cogollo (parte interior y tierna de la planta). Al desplegarse, las hojas muestran una hilera regular de perforaciones a través de la lámina o bien áreas alargadas comidas.

Producción Periodística:
Daniela Orlandi

Responsable Institucional:
Daniela Orlandi
Universidad Nacional de Tucumán

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