Las malezas son plantas que crecen en forma silvestre o de manera espontánea en áreas cultivadas, y una práctica muy frecuente es eliminarlas para que no afecten a los cultivos de interés económico.
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Pero este tipo de vegetación cumple un rol importante en el mantenimiento de la biodiversidad en los campos agrícolas, por lo que se considera que el manejo de malezas basado en principios ecológicos es fundamental para alcanzar los objetivos de una agricultura sustentable.
En el caso del manejo de arroz, para la Argentina existen antecedentes de relevamientos de malezas asociadas a este cultivo de importancia, pero aún no se habían realizado estudios estandarizados sobre las comunidades de malezas y el papel que desempeñan en el mantenimiento de los ecosistemas que constituyen los humedales artificiales de arroz.
En ese sentido, desde el Centro de Malezas de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) se avanzó en una investigación pionera en la temática, que relevó comunidades de malezas de arroz a una escala regional en la provincia de Corrientes, mediante el análisis de la composición florística, de la estructura de formas de vida y de plantas indicadoras de los diferentes tipos de hábitats.
“Conocer la ecología de las malezas es esencial para aportar pautas de manejo sustentables, en las cuales no se eliminen las malezas de manera integral, sino que se ejecuten estrategias diferenciadas, según las características de las distintas especies y su rol en los ecosistemas arroceros”, destacó a Argentina Investiga el magíster Rafael Lovato Echeverria, investigador a cargo del estudio, junto a la doctora Gabriela López y la doctora Laura Itatí Giménez.
Detalles del estudio
Para el estudio se relevaron 50 sitios, correspondientes a lotes bajo cultivo de arroz de 20 a 40 hectáreas de superficie, aproximadamente. Los sitios muestreados se ubican en una zona productiva de 554.000 hectáreas representativas de unidades de paisaje definidas por la geomorfología, propiedades características de los suelos y la aptitud de uso agrícola de estos, entre otros criterios.
Los puntos de muestreo se sometieron a un procedimiento de clasificación jerárquica en función de la presencia-ausencia y la abundancia-dominancia de las especies. Así, en el estudio se registraron 58 especies de malezas en el total de los sitios relevados. La proporción de malezas nativas fue de 86%, mayor a la de exóticas que representaron el 14%. En cuanto al espectro de formas de vida según el hábitat, la composición fue de terrestres (65%), palustres (26%) y acuáticas (9%).
En tanto, tomando en cuenta el espectro de formas de vida según los ciclos de crecimiento, las malezas principales eran hemicriptófitas (55%), terófitas (26%), geófitas (14%) y caméfitas (5%).
Relevancia de muestreos
Según se destaca en el estudio, el predominio de especies terrestres sobre las demás formas de vida demuestra que los ecosistemas arroceros pueden considerarse como humedales temporales.
La estructura de formas de vida de las comunidades evidenció el predominio de especies perennes (hemicriptófitas y geófitas) sobre anuales (terófitas). En relación a las “plantas indicadoras”, varias especies tuvieron una distribución preferente por hábitats de posiciones altas en el paisaje y moderadamente hidromórficos.
Por el contrario, otro grupo de especies mostró una mayor amplitud ecológica, con afinidad por posiciones topográficas de un rango más amplio, y tolerancia a condiciones de hidromorfismo acentuado y de alto contenido de aluminio en el suelo.
“Los resultados de este estudio pueden proporcionar pautas para el desarrollo de estrategias de manejo ecológico de malezas” reiteró Lovato Echeverría, investigador de la UNNE y Conicet, e indicó que la presencia marcada de especies nativas de malezas corrobora que no debe mirárselas como un problema, sino como parte de la cadena trófica de los arrozales.
En el caso de las especies que sí podrían representar un problema, por abundancia y otros criterios, mediante el manejo ecológico en lugar de eliminarlas con agroquímicos podrían buscarse estrategias de modificación de los nichos que ocupan y someterlas a condiciones de estrés ambiental que reduzcan la abundancia de esas malezas no deseadas.
Respecto de la utilización de especies como indicadoras de la integridad de los ecosistemas arroceros, el investigador explicó que se trata de una estrategia para el monitoreo ambiental a largo plazo, orientado a la conservación o al manejo ecológico, por el que se evalúa la presencia o la abundancia de un pequeño conjunto de especies indicadoras como alternativa al muestreo de todo el ecosistema.
Pero para ello no basta con conocer la especie de una maleza sino sus diversos aspectos. Las especies se eligen como indicadoras si cumplen las condiciones de reflejar el estado biótico o abiótico del ambiente; proporcionar pruebas de los efectos del impacto ambiental; o predecir la diversidad de otras especies, taxones o comunidades dentro de un área.
Es que en los humedales las plantas representan ensambles de especies con diferentes adaptaciones, tolerancias ecológicas y estrategias de historia de vida, y la composición de la comunidad vegetal puede reflejar la integridad biológica de estos ecosistemas.
Para finalizar, se subrayó el hecho de que el estudio pone de relieve la contribución de los humedales arroceros a la preservación de la diversidad vegetal regional.
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Producción periodística: José Goretta