Con góndolas repletas de innovadores productos alimenticios entre probióticos, prebióticos y simbióticos, cada vez son más las promesas para sus consumidores: mejorar la salud, aumentar las defensas, regularizar el organismo y hasta proveer más energía para hacer frente a las exigencias diarias. Pero, si bien las propiedades de las bacterias “buenas” han sido bien estudiadas, no abunda la información sobre los efectos concretos en las personas.
Científicos pusieron a prueba las bondades de un alimento funcional lácteo en un grupo de adultos mayores. A través de diversas experiencias observaron que hay una respuesta del organismo tendiente a mejorar las defensas inmunológicas.
“Los resultados clínicos son impresionantes, de 72 pacientes que participaron, ninguno desarrolló infección respiratoria ni requirió antibióticos en los tres meses de tratamiento. Además, regularizaron su cuadro intestinal, como ya se conoce”, comentó Marta Fuentes, docente e investigadora de la UNL.
“No es una panacea, pero disminuye la eritrosedimentación -asociada a procesos inflamatorios e infecciones-, aumentan un poco los glóbulos blancos, se incrementa el número de células de la sangre (monolitos) que están en proceso de transformación a macrófago, células que al pasar a los tejidos participan de la inmunidad innata o inespecífica”, detalló la especialista, y agregó: “Nosotros queremos datos científicos serios que nos corroboren dónde está la estimulación del sistema inmunológico y por qué la respuesta clínica es tan buena”.
Infecciones en adultos
El equipo estudió diferentes grupos etarios: niños, jóvenes y adultos. Si bien en todos se ve la tendencia a una mejora inmunológica, los adultos mayores fueron los más beneficiados, sobre todo los que estaban internados, porque tenían valores inferiores a la media al momento de iniciar el tratamiento.
“Los pacientes presentan un envejecimiento natural del sistema inmune, al igual que en todos los sistemas. Por esto, la respuesta inmunológica es más lenta o es deficiente, especialmente si a eso se le suma un antibiótico como terapia, que va deteriorando la flora normal y la flora benéfica”, explicó Fuentes.
A fin de entender cómo se generan los avances, los investigadores realizaron diferentes análisis de laboratorio. Uno de los puntos centrales fue la actividad de la Inmunoglobulina A (IgA), proteína que cumple un papel importante en la inmunidad al nivel de las mucosas, llevando a cabo mecanismos antimicrobianos.
“Nuestra hipótesis es que si uno estimula el sistema inmune, el linfocito productor de esa inmunoglobulina aumenta y empieza a secretar. Si el paciente no se enfrenta a una infección, reserva esa inmunoglobulina y disminuye en la sangre pero el linfocito queda listo o alerta”, dijo Fuentes.
El trabajo
Para los ensayos se recurrió a pacientes de entre 50 y 75 años y se les proveyó de un alimento de características simbióticas (por combinar bacterias probióticas y nutrientes prebióticos que favorecen su reproducción). Fueron clasificados en dos grupos: por un lado, los que estaban internados en geriátricos y, por otro, pacientes ambulatorios que asistían al hospital Sayago. En total, participaron 90 personas y 72 culminaron el tratamiento.
En el estudio longitudinal se suministró un tratamiento de 12 semanas que comprendía los tres meses del período invernal. Los expertos tomaron muestras de sangre a todos los pacientes al inicio del ensayo, luego repitieron las extracciones a las cuatro, ocho y doce semanas, momento en que se culminó el tratamiento.
Con dichas muestras se estudiaron diversos parámetros de laboratorio que mostraron una tendencia hacia la mejora de la respuesta del sistema inmunológico aunque no en todos los casos fue significativa estadísticamente.
“Aumentaron los linfocitos cd4, que son los que se incrementan en pacientes con infecciones bacterianas, pero estadísticamente los resultados no son significativos. También hubo un incremento de la IgA, pero es posible que haya habido un pico que no pudimos detectar, en parte porque usamos plazos tentativos debido a que no hay mucho publicado para tomar de referencia”, contó.
Paralelamente, se obtuvieron muestras de materia fecal en las mismas fechas, para realizar recuento de bacterias ácido lácticas (probióticos) y con ellas se realizó una curva para comprobar la colonización en intestino.
Finalmente, se tomaron muestras ocho semanas después de suspendido el simbiótico para completar la curva. “Comprobamos que coloniza bien y que aumenta más cuando el paciente posee una flora lactobacilar basal disminuida. También vimos que persiste la colonización con valores superiores al basal, dos meses después de la suspensión”, comentó la especialista.