Un nuevo escenario presenta nuevos riesgos. El paso de una zona tradicionalmente ganadera a la actividad agrícola no es sólo un cambio de características, sino de protagonistas. Las plagas en los cultivos de trigo y soja son el objeto de investigación de dos proyectos desarrollados por docentes de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
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Bajo la dirección del ingeniero Néstor Urretabizkaya, los participantes del proyecto monitorearon, caracterizaron y determinaron las principales plagas en trigo y en soja para la zona denominada Abasto Sur bonaerense, que incluye, entre otros, los partidos de Cañuelas, Saladillo, Roque Pérez, Navarro, San Vicente y Brandsen. “El objetivo es que los productores no hagan aplicaciones innecesarias de insecticidas, porque en la zona se hicieron alrededor de cinco o seis por temporada, cuando en manejo integrado se proponen dos o tres, aplicados en el momento que corresponde en la dosis justa”, explica a InfoUniversidades Urretabizkaya.
Mediante estos proyectos, que trabajan sobre las plagas, docentes y alumnos voluntarios se dirigen a los campos de la zona y brindan charlas a los productores para que sepan cómo manejar los insectos que atacan a sus cultivos. Desde el inicio de ambos proyectos, hace ya más de cinco años, los investigadores lograron identificar plagas que se presentan en la zona. El docente graficó: “En el cultivo de trigo está el pulgón verde, que es la principal plaga de emergencia porque pica a las plantas, tiene saliva tóxica y puede provocarles la muerte. En la etapa de llenado de grano está el pulgón de la espiga, que corta la circulación de los nutrientes que van al grano, además de una oruga que estamos monitoreando”.
También para la soja lograron determinarse los insectos que dañan el cultivo. “En verano la cantidad de insectos es muy superior y, sobre todo este año, con la sequía, la tucura fue muy complicada de controlar”, sostiene el investigador y agrega: “Promediando enero aparecieron los trips, que otros años pasan inadvertidos. Más allá de esto, se les dieron herramientas a los productores para tratar las orugas en soja, que son desfoliadoras y algunas afectan los brotes. Para febrero y la primera quincena de marzo están las chinches, que son plagas que afectan directamente al grano”.
La información brindada a partir de ambos proyectos hacia los productores es de vital importancia, ya que si el productor hace las aplicaciones correspondientes se mejora en forma considerable el margen bruto y la rentabilidad del cultivo. Al tiempo que, con estas herramientas, se previenen problemas de distinta índole. Uno de los más importantes es la contaminación ambiental. “Hay distinto tipo de concientización, porque durante muchos años se hicieron siete aplicaciones por temporada, que es un nivel muy alto”, sostiene el investigador.
“La segunda cuestión es la resistencia en los insectos cuando se hacen aplicaciones desproporcionadas. En los últimos 20 años se aplicó un 40 o 50% más de dosis de insecticidas en cultivos desfoliadores de verano. Y todavía no hay resultados satisfactorios. Por último, otra consecuencia de la desinformación de los productores es la generación de nuevas plagas. Como por ejemplo los trips y las arañuelas y el mal empleo de agroquímicos que genera la aparición del bicho bolita, la babosa y los grillos, antiguamente no considerados como plagas”.
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El trabajo de los docentes incluye a alumnos que se ofrecen como voluntarios para recorrer los campos y dar charlas a los productores. Además, desde la facultad se edita un folletín con información obtenida a partir de los relevamientos en la zona de acción que se distribuye a más de 400 personas. Urretabizkaya concluyó que “se busca el manejo de las plagas, llevar la población a un límite manejable, porque éstas no pueden eliminarse. Esto se da en una zona que fue históricamente ganadera y para que sirva como ejemplo, tan sólo Cañuelas, que hace 7 años tenía 4 mil hectáreas de trabajo agrícola, hoy ya tiene cerca de 80 mil”.