Nota

Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires - Investigación

17 de Enero de 2022 | 12 ′ 16 ′′

Por qué fallaron las encuestas en 2019

Una investigación analiza por qué fallaron las encuestadoras en la Argentina de manera tan estrepitosa y extendida en 2019. Sus autores consideran que es necesario mejorar el desempeño de las consultoras para contribuir con la calidad democrática.

Una encuesta sobre intención de voto intenta realizar una especie de “fotografía” simultánea de las conductas probables de la sociedad en el cuarto oscuro, con la meta de predecir los resultados de un escrutinio futuro. Pero ni el tiempo, ni los actores coinciden del todo, entre algunas de las muchas dificultades que pueden mencionarse.

Para empezar, se realiza en un momento previo a la contienda electoral y son tantos los acontecimientos que pueden suceder en apenas unos pocos días y modificar las conductas de la ciudadanía, que ningún resultado de los sondeos puede asegurarse como invariable.

Otro problema atañe a la “muestra”, es decir, a la porción de la población a la que efectivamente se encuesta y que, idealmente, debería representar a la totalidad del “universo”. La pregunta que constantemente se hacen los profesionales es: ¿la parte representa al todo? ¿Se ajustó la muestra en función de los cambios demográficos que la población global sufrió en los últimos años?

Finalmente, existe otro grupo de problemas: las personas que, por algún motivo, no manifiestan sus verdaderas preferencias, aquellas que deciden no responden al encuestador pero que, sin embargo, van a votar; el denominado “voto vergüenza”, entre algunas de las muchas variables que pueden dar lugar a resultados erróneos.

Tal como sintetizan Roger Jowell, Barry Hedges y otros colaboradores: “En ningún otro campo de la investigación por encuesta los profesionales deben pasar por un examen tan inmediato de exactitud. La mayoría no pasa nunca por ninguna prueba. Si lo hicieran, sin duda muchas encuestas también fallarían. Hay tantas cosas que pueden salir mal con las encuestas que es asombroso que alguna vez salgan bien y, sin embargo, lo hacen”.

Una de las elecciones en las que el conjunto de las encuestadoras de la Argentina parece haber fallado “al unísono” fueron las presidenciales de 2019. Mientras que en las PASO la mayoría subestimó el triunfo de la fórmula Fernández-Fernández por sobre la de Macri-Pichetto, en las elecciones generales hicieron lo contrario: lo sobrestimaron. Fue tan estrepitoso el fracaso de las consultoras argentinas más importantes que los profesores Ernesto Marcelo Miró (UNNOBA) y José Eduardo Jorge (UNLP) decidieron realizar un trabajo para analizar el porqué de tamaña falla. “Los errores fueron tan evidentes, exagerados y extendidos que nos motivaron a que realizáramos este ensayo”, comenta Miró a Argentina Investiga.

El trabajo, llamado “La falla de las encuestas en las elecciones argentinas de 2019. Un análisis en perspectiva comparada internacional”, plantea: “El desempeño de las encuestas electorales en la Argentina alcanzó en 2019 su punto más bajo desde la recuperación de la democracia en 1983. Los errores fueron mucho mayores que los observados en los últimos años en democracias maduras, donde se habla de una crisis de este tipo de sondeos”.

En definitiva, el trabajo sirve hoy para indagar en la confiabilidad que tienen las encuestadoras en la Argentina y en las líneas de acción que deben emprenderse para mejorar la calidad de las informaciones que proveen, teniendo en cuenta que, de acuerdo a Miró, “las encuestas políticas tienen una importancia central en el funcionamiento de las democracias modernas”.

Por qué fallaron las encuestas en 2019

Una de las causas centrales de lo que los autores denominaron “yerro generalizado” fue el empleo de muestras no representativas, es decir, que no representaban al conjunto del electorado.

Este problema puede tener su origen en la dificultad de combinar distintas modalidades de acercamiento a la población y construir con ello una muestra que representa la totalidad del universo. Lo que es un hecho es que, en la actualidad, la tradicional encuesta domiciliaria se complementa con la encuesta online y la telefónica (a fijos y móviles).

“El problema que están teniendo muchas encuestadoras es que no pueden acceder a todos los domicilios”, justifica Miró y completa: “Te encontrás, por ejemplo, con sectores medios y medios altos que viven en edificios inteligentes, o en barrios cerrados a los que no podés acceder. También existen sectores de recursos bajos que residen en barrios peligrosos a los que, muchas veces, los encuestadores no pueden ingresar. Son tres formas de encuestar, cada una con una metodología diferente”.

Además de los errores muestrales, Jorge y Miró consideran que el incremento de la tasa de no respuesta de los últimos años puede haber sido significativo en los yerros de las encuestadoras. Miró se explaya: “La decisión de las personas de no responder a una encuesta puede explicarse de distintas maneras: desconfianza al sistema político, o temor por su compromiso con un actor determinado. Este fenómeno, que siempre estuvo presente, se acrecentó a niveles muy altos en la Argentina. Sin embargo, esas personas que no responden a una encuesta, probablemente vayan a votar. Entonces, eso te genera un sesgo importante”.

Excusas y explicaciones

Ante la evidencia del yerro de las PASO en 2019, buena parte de las encuestadoras intentaron justificarse. Algunas adujeron que los denominados “indecisos” inclinaron su voto, a último momento, a favor del Frente de Todos. Otras interpretaron que el “voto vergonzante”, a favor del Frente de Todos, podría haber llevado a que parte del electorado oculte sus preferencias ante los encuestadores. El trabajo de Jorge y Miró desestima estos planteos, los cuales, de acuerdo a su investigación, no cuentan con evidencia alguna. Pero, además, resultaría una hipótesis improbable, porque en las elecciones generales el yerro de las encuestadoras se dio en la dirección opuesta, por una sobrestimación de la fórmula Fernández-Fernández. Las explicaciones respecto del “voto vergonzante” y del voto de los indecisos caerían, entonces, por su propio peso.

Una hipótesis plausible de por qué las encuestadoras se equivocaron masivamente es la denominada “conducta de manada”, que ocurre cuando las consultoras ajustan sus sondeos u omiten difundirlos si sus resultados no coinciden con el consenso existente. El trabajo sostiene: “Aunque no produce necesariamente un aumento del error, ya que las firmas pueden aglomerarse alrededor del resultado correcto, esta práctica tiende a reducir de modo artificial la variabilidad de las encuestas, creando así una falsa confianza en el desenlace electoral y amplificando la sorpresa si este difiere del esperado”.

“El efecto manada existió”, asegura Miró y remarca: “La mayoría de las encuestadoras se dejaron influir por el contexto y esto es gravísimo”.

En concreto, el trabajo recupera algunos testimonios de firmas que, “al obtener que se desviaban del discurso dominante de paridad entre las dos principales coaliciones, juzgaron que sus datos serían erróneos y, ante el riesgo de quedar expuestas, ajustaron sus resultados”.

Hacia una mejora de la calidad

Miró sostiene que los yerros en las encuestas se explican por la ausencia en la Argentina de estándares de calidad, así como por la falta de control, ya que “todo el mundo publica encuestas”. “Una encuesta bien hecha es cara, y no todos están dispuestos a hacer la inversión que requiere”, añade.

Para asegurar la calidad de los datos y predicciones, sería preciso, de acuerdo a Miró, lograr una autorregulación de la industria de las encuestas en la Argentina: “Esto permitiría establecer parámetros sólidos en relación a la muestra y que haya un control, una auditoría sobre el trabajo de cada encuestadora”, considera.

El trabajo de Miró y Jorge sostiene, además, que la existencia de una asociación profesional podría, a la vez que fijar normas de calidad, establecer un código de ética. Dos ejemplos de este tipo de entidades son: la American Association for Public Opinion Research y la British Polling Council. Estas asociaciones fijan en ambos países (Estados Unidos y Reino Unido) “estándares de calidad y difusión de datos de los sondeos y de las organizaciones que los realizan, para promover la transparencia y la confiabilidad de los resultados”.

Miró también pone el ejemplo de consultoras oficiales, como el Centro de Investigaciones Sociológicas en España: “Es un organismo muy prestigioso que indaga, mayormente, sobre la confianza pública hacia las instituciones y dirigentes. Estas cuestiones son muy relevantes ya que, si estamos en un momento de confianza institucional, la gente va a responder mucho mejor que si estamos en un momento de desconfianza”.

En definitiva, el trabajo subraya que “si las firmas comerciales no se autorregulan por medio de una asociación profesional, el público, la política y otros usuarios tienen razones para dudar de la transparencia y confiabilidad de los datos”.

Otro punto que, desde la perspectiva de Jorge y Miró, podría contribuir a mejorar la calidad de las encuestas en la Argentina es el desarrollo de un campo de investigación en las universidades sobre comportamientos electorales y opinión pública. “Necesitamos equipos que trabajen en la investigación social empírica y que analicen los resultados pasados, por ejemplo, por qué las encuestadoras se equivocaron. También, que puedan acceder a la base de datos de las empresas y les ayuden a mejorar las muestras. Porque las encuestas siguen siendo una herramienta central de la política. Eso es indudable”, asegura.

–¿Por qué el trabajo plantea un vínculo entre encuestas y democracia, sugiriendo que una mejora en la calidad de los sondeos contribuiría en una mejora del sistema democrático? ¿De qué le sirve a la ciudadanía conocer las predicciones en cuanto al voto?

–En tiempos que no son electorales, las encuestas de opinión pública sirven para evaluar la recepción de las políticas públicas por parte de los ciudadanos. En el sistema de comunicación política, la encuesta es la única forma que tienen la dirigencia política, los medios de comunicación y los periodistas de conocer cómo la ciudadanía percibe la aplicación de determinadas políticas a lo largo de una gestión, el grado de consenso, las condiciones de vida, etcétera. Cuando no hay elecciones, la única forma que tiene la opinión pública de hablar, de contestar, es a través de los sondeos. Por eso, es muy importante que funcionen bien, porque los actores políticos, gremiales, sindicales y empresariales van tomando decisiones en función de lo que dicen. En este círculo de la conversación política, la vuelta de los discursos públicos a la dirigencia son las encuestas: es la única herramienta. Entonces, para el funcionamiento de la democracia es muy importante que funcionen bien.

Encuestadores y periodistas

La pérdida de confianza en la industria de las encuestas se debe también, de acuerdo a lo que plantean Jorge y Miró, “a la dificultad que encuentran las encuestadoras, medios y analistas para reconocer y comunicar la incertidumbre asociada a las estimaciones y los pronósticos electorales” . “El argumento de que las encuestas están en crisis en todo el mundo no está respaldado por la evidencia empírica“, aseguran.

Para mejorar la calidad de la información es necesario, entonces, avanzar en la “alfabetización estadística”. Como plantean Cristopher Prosser y Jonathan Mellon: “Encuestadores, pronosticadores y periodistas necesitan lograr un equilibrio comunicando tanto la información real que proveen los sondeos como la incertidumbre que los rodea”.

Los autores

José Eduardo Jorge, es profesor en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. En tanto, Ernesto Marcelo Miró es profesor de Comunicación en la carrera de Diseño de la UNNOBA.

El artículo escrito por Miró y Jorge puede leerse completo en http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/124554/Documento_completo.pdf-PDFA.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Marcelo Miró, investigador y docente de la UNNOBA.

Producción Periodística:
Ana Sagastume

Responsable Institucional:
Ana Sagastume
Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires

Dirección de Comunicación Institucional
comunicacion@unnoba.edu.ar
www.unnoba.edu.ar


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