Investigadores de la Universidad de Twente, en Holanda, estudiaron diferentes formulaciones de concreto durante años hasta lograr desarrollar una “receta” con resultados alentadores.
La idea es ingeniosa: añadir a los adoquines un material que, gracias a la acción de la radiación solar, reacciona ante los agentes nocivos presentes en el aire y los descompone en sustancias inofensivas. Es una alternativa simple y económica que puede mejorar la calidad de vida en las ciudades.
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La Dra. María de los Milagros Ballari, una científica argentina que se integró recientemente al grupo de investigación holandés tras doctorarse en el Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (INTEC) dependiente de la UNL y el CONICET. La investigadora relató el proceso: “El paso siguiente es ensayar su funcionamiento en condiciones reales. Este trabajo se propone modificar una calle en Henuelo, en los Países Bajos, con adoquines de concreto fotocatalíticos (ésta es la denominación que recibe la nueva tecnología), monitorear la calidad del aire en ese lugar y luego cotejar los niveles de contaminación de esta calle con otra construida con concreto normal”.
La experimentación permitirá conocer cómo afectan las condiciones ambientales como la irradiación, la humedad o la velocidad del viento, además de la suciedad y la corrosión. “La influencia de estos parámetros se estudiará en nuestro laboratorio, y luego será analizada con simulaciones computacionales que se compararán con las mediciones obtenidas durante el monitoreo de la calidad de aire en la calle modificada”.
La clave de la tecnología es la incorporación de dióxido de titanio en la mezcla del concreto. Se trata de un material semiconductor que se usa en la pintura blanca, no es tóxico y resulta muy económico. Al exponerse a la radiación ultravioleta genera un proceso de oxidación que descompone muchos de los contaminantes del aire, los cuales pueden ser degradados de esta manera.
“La ventaja de este método es que logra mineralizar estos compuestos, transformándolos en dióxido de carbono, agua y ácidos minerales”.
En particular, el equipo de Twente focalizó su trabajo en reducir el porcentaje de óxido de nitrógeno presente en el aire, creado por la combustión en los motores de los automóviles.
“Estos compuestos tienen efectos nocivos sobre el medio ambiente y la salud humana, debido a que producen ozono en los niveles de la troposfera y promueven el smog urbano a través de reacciones fotoquímicas con hidrocarburos”, comentó. Los ladrillos desarrollados permiten que los óxidos de nitrógeno, en presencia de luz solar, sean convertidos en nitratos inofensivos para el medio ambiente.
En Argentina
Los adoquines con los que se va a revestir la calle Castorweg tienen dos capas. La inferior es gruesa y está construida con el concreto convencional. Por encima hay una segunda capa, más fina, fabricada con el nuevo tipo de concreto. Si bien su rendimiento puede reducirse en presencia de otros contaminantes, o al saturarse de nitratos, los expertos esperan que las lluvias los remuevan y regeneren el catalizador. “Estimamos que a pesar de la corrosión o deterioro normal que puede tener una calle por el tránsito de autos, vientos y precipitaciones, esa capa de sólo algunos centímetros a la que se incorpora el dióxido sea suficientemente gruesa para que no sea completamente desgastada y presente una durabilidad de décadas”, explicó Ballari.
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Esta técnica no se limita a Europa, sino que puede obtener mejores resultados en países donde la disponibilidad de radiación solar es mayor. “El único inconveniente que visualizo es que en nuestro país el tipo de materiales y la técnica de aplicación para construir las calles es diferente a los de Holanda. Por lo tanto, cada país debería adaptar esta tecnología a la infraestructura de la que disponga”, aclaró la experta.