Un trabajo en conjunto entre la Universidad Nacional de Lanús y la Unidad de Defensa ante el Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil N°5 de Lomas de Zamora persigue el objetivo de acercarse a los jóvenes que transitan un proceso penal y brindarles herramientas que apuntan tanto a la contención emocional como a la comprensión de lo que están viviendo para lograr una correcta reinserción social.
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“Hacemos una tarea bastante técnica. Todo lo que tiene que ver con lo social estaba dispuesto en el centro de referencia, los centros locales y asistenciales. Pero con el tiempo detectamos que los jóvenes no entendían el proceso penal que vivían”, explicó Marcela Kern, Defensora Oficial a cargo de la Unidad. Y añadió: “Así no podían responsabilizarse, ni entender las consecuencias. Y esto no propiciaba que se cumpliera con la Convención de los Derechos del Niño, es decir, con su re sociabilización. Por ello quisimos trabajar para vincularnos desde otro lado y no sólo ser un nexo jurídico”.
Notaron que al finalizar las audiencias les preguntaban a los jóvenes si habían entendido y ellos sólo respondían ‘¿voy preso?’. “Ante esto, decidí empezar a hacer un trabajo distinto”, afirmó la especialista. Por ello iniciaron talleres grupales de responsabilidad penal juvenil y habilidades para la vida, que consistieron en explicarles de qué se trata el proceso penal que afrontan, junto con el Código Civil y sus artículos.
Y arribaron a otra evidencia: la incomprensión al momento de la indagatoria tenía que ver con sentimientos de nervios, angustia y tensión. Investigando, encontraron un proyecto español de ‘Habilidades para la vida’ que usaron de base. “Armé un proyecto que les diera habilidades para comprender los procesos judiciales y utilicé herramientas de la actuación, lectura de cuentos y otros elementos”, detalló la abogada. Y destacó lo artesanal y exploratorio de este proceso, que contó desde el vamos con el apoyo de Germán Bauche y del coordinador de la Defensoría, David Perembuter.
“Necesitaba sacarlos de la Defensoría y promover espacios donde pudieran relacionarse con otros jóvenes. La realidad es que ellos se mueven en ámbitos barriales y familiares complicados, donde conviven con adicciones, violencia y estigmatización. Me parecía necesario que se recreen en un ámbito donde los chicos estudian”, subrayó la defensora. Esta necesidad fue el motor que desembocó en la firma de un convenio entre la Defensoría General y el Instituto de Justicia y Derechos Humanos ‘Eduardo Luis Duhalde’ de la UNLa.
“Empezamos a trabajar quincenalmente y a participar en los talleres. Al principio el trabajo consistió en integrarnos a su dinámica. Llevó varios meses ganar palabra frente a los jóvenes que asistían al taller. Hubo que tener mucha paciencia, sentido de la oportunidad y de equivocarse varias veces”, afirmó entre risas y con un estilo descontracturado Joaquín Gómez, coordinador de las actividades en la Universidad. Él es antropólogo, docente investigador y doctorando en Derechos Humanos.
Al superar esa resistencia, la actividad fue tomando forma. E iniciaron un taller, posterior al de acceso a la justicia, en el que se hicieron actividades vinculadas con lectura y escritura, teatro, deportes y talleres de oficio. Para ello, utilizaron herramientas de la educación popular.
En el marco de actividades para la fortalecer la expresividad, realizaron entrevistas en formato radial a ex-detenidos, policías y jueces. De esta actividad, Joaquín relató con entusiasmo: “Eran dos policías. A uno lo conocían de portero de la Defensoría. El otro es un graduado de Seguridad Ciudadana y ex comisario retirado. La charla se hacía en el contexto de un trabajo con el concepto de empatía, en contraste con las distintas formas de discriminación y violencia. Pero lo jugoso fue que luego de la presentación de los policías, los chicos les hicieron preguntas. Si su trabajo era difícil, si dispararon, si mataron, si cuando salían de sus casas tenían miedo de no volver. Y qué pensaban de los delincuentes. Luego empezó una polémica acerca de quiénes son las víctimas y si hay un pie de igualdad a nivel social. Sin conceptualizaciones. Luego, uno de los pibes les preguntó: si ya me agarraste, por qué luego me pegas. Ahí los policías terminaron reconociendo que hay prácticas institucionales negativas y que también son delito”. De esta actividad, lo que subraya el coordinador es que se evidenciaron dos paradigmas que dialogaron en búsqueda de un punto en común.
En el contexto de los ejercicios de escritura, los chicos compusieron un rap. Con intermediación de la Defensoría del Público que tenía una sede móvil en la UNLa, se hizo un audiovisual con el tema. Entonces los chicos fueron actores, camarógrafos y sonidistas. Luego, en articulación con la carrera de Audiovisión, participaron del Concurso "Un minuto contra la Violencia Institucional", en el marco del FIBAV. Obtuvieron allí el primer premio a la categoría A, con el Audiovisual "Rap de la Esperanza".
Para finalizar, le consultamos a Joaquín Gómez sobre el rol de la Universidad.
A.I.: ¿Por qué es importante que una universidad urbana y comprometida participe de este proyecto?
J.G.: Desde una concepción de Universidad Popular, hablar y decir desde la experiencia y desde la práctica es fundamental. El contacto con esta población, como Universidad, nos aporta conocimiento e ideas localizadas. Cuando hablamos de un pensamiento descolonizado, de un pensamiento desde el sur, hablamos de un conocimiento que sale de esta interacción en la práctica. Nos morimos porque sea dialéctica, y por lo menos que esté embarrada. Trabajar con estos actores reafirma nuestros valores de compromiso con la comunidad, porque estos son nuestros pibes.
A.I: ¿Cuál fue el aporte de trabajar con la Defensoría?
J.G.: Fue muy rico, porque es el Estado quien tiene que hacerse cargo de defender a estos jóvenes. Está bien que tengan una pena si cometieron un ilícito, pero de ahí a tirar la llave es otra cosa. Queremos menos pibes cometiendo ilícitos, queremos menos pibes muriéndose, o matándose en una pelea porque están acostumbrados a estar armados. Por todo esto es que tratamos de que crezca esta actividad.
A.I.: ¿Este año continuamos?
J.G.: Sí, presentamos un proyecto de cooperación que quedó seleccionado y cuenta con financiamiento.
A.I.: ¿Qué queda pendiente?
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J.G.: Encontrar actores claves para hacer actividades como éstas es importante. Pero esta tarea podría ser más transformadora si logramos repensar lo hegemónico y conformar una política pública que se apoye en la inclusión y la rearticulación con las redes barriales. Desde la transición democrática esto es una vacante y un punto en el que la Argentina es desde siempre deficitaria. Por ello y luego de esta actividad nos dimos cuenta de que tenemos mucho por laburar. No tenemos la posibilidad ética de pensar que esta es una generación perdida.