Alertados por las implacables consecuencias de un comportamiento sedentario prolongado –antesala de las llamadas enfermedades no transmisibles (ETN), principal causa de muerte a nivel mundial–, un grupo de investigadores del Laboratorio de Estudios en Actividad Física (LEAF) de la Universidad de Flores – UFLO, lleva adelante un estudio en el que se busca medir los niveles de actividad física en distintos estratos poblacionales. Entre sus objetivos, el estudio plantea validar un instrumento para la población argentina sobre medición del comportamiento sedentario y medir el nivel de actividad física mediante cuestionarios ya validados, que lleven a repensar los patrones de comportamiento de las personas mayores de 60 años, de empleados de oficina y embarazadas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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Para realizar estos análisis, los especialistas utilizan la acelerometría, una técnica que permite medir la realización de actividad física en la vida cotidiana. Consiste en registrar, mediante un instrumento adherido a alguna parte del cuerpo (usualmente muñeca o cadera), los cambios en rapidez, dirección y sentido de los desplazamientos de dicho segmento corporal en el tiempo. La información recolectada de este modo es luego analizada para, en función de la cantidad y magnitud de los movimientos realizados, calcular la duración, la intensidad y la frecuencia de la actividad física y del comportamiento sedentario.
“El consumo de tabaco, el uso nocivo de alcohol, las dietas poco saludables y la insuficiente actividad física son las causas modificables de padecer factores de riesgo metabólico como la hipertensión arterial, la hiperglucemia, hiperlipidemia, sobrepeso y obesidad; que, a su vez, aumentan el riesgo de padecer enfermedades crónicas como las cardiovasculares, respiratorias, la diabetes, y el cáncer de colon y mamas, que son las causas del 75% de las muertes a nivel mundial”, explica Gabriela De Roia, doctora en Ciencias del Ejercicio Físico y del Movimiento Humano, y directora del LEAF y del proyecto de investigación.
Según la investigación, las principales causas del incremento en el comportamiento sedentario y la reducción de la actividad física en la población son la rápida urbanización, el crecimiento del parque automotor, aumento de la tecnología, el uso del tiempo libre, el incremento de las jornadas laborales y del tipo de trabajo, –por ejemplo, la irrupción del transporte, de la escalera mecánica o el ascensor– hasta actuales estímulos al sedentarismo como la sobreoferta de deliverys. “Antiguamente, la actividad física era un modo de vida y el tiempo libre se usaba para descansar. El avance de tecnología nos ha permitido que nuestro trabajo se facilite: ya no tienes que picar mina porque un aparato lo hace por nosotros, ya no tienes que lavar la ropa a mano. Ahora, en el tiempo libre, tenemos la capacidad de decidir qué tipo de actividad física queremos hacer. Pero se nos ha vuelto totalmente opuesto, porque lo que elegimos es seguir sentados, y eso nos está matando”, señala Olga López Torres, doctora en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y colaboradora externa del LEAF. Y agrega: “Cada vez se utilizan menos las oportunidades de realizar actividad física a diario, muchas personas eligen el auto, el ascensor o la escalera mecánica al transporte activo; eligen pasar su tiempo libre mirando una serie, o sentados en algún bar, en vez de haciendo actividad física al aire libre, y los trabajos cada vez implican pasar más tiempo sentado…”. “Cada vez elegimos movernos menos, y cada vez el entorno nos obliga a movernos menos”, completa De Roia.
El comportamiento sedentario es el tiempo que pasa una persona sentada, reclinada o acostada en su estado de vigilia, siendo su gasto energético menor a 1.5 METs (unidad de medida del índice metabólico), lo que es muy bajo. Se recomienda que las personas pasen menos tiempo total al día en este comportamiento y, además, hacer interrupciones. También se recomienda, para alcanzar las recomendaciones sobre actividad física y obtener los beneficios en salud, realizar 150 minutos de actividad física moderada o 75 minutos de actividad física vigorosa durante la semana, o una combinación equivalente en METs entre ambas modalidades. No se trata de hacer ejercicios programados o de ir al gimnasio, sino de actividades más simples como caminar para llegar a algún lugar o subir por una escalera. Un estándar diario serían diez mil pasos.
“Lo que se propone nuestro estudio –detalla Pablo Lobo, licenciado en Actividad Física y Deporte, también integrante del LEAF y codirector de la investigación– es validar el cuestionario LEAF-CCS (Cuestionario sobre Comportamiento Sedentario), que es un instrumento de medición de tipo subjetiva, es decir, donde intervienen las capacidades cognitivas del sujeto que está siendo medido. Queremos probar el cuestionario en distintas poblaciones, por eso empezamos con personas mayores de 65 años y después seguiremos con empleados de oficina y con embarazadas, para saber si se puede usar el mismo o habrá que adaptarlo según la población. Y después están las técnicas objetivas, donde el sujeto no interviene, como es la utilización de acelerómetros”.
En este caso, los investigadores cuentan con 16 de estos dispositivos electrónicos similares a un reloj pulsera, capaces de registrar hasta 100 datos por segundo. Luego de completar un cuestionario sobre sus rutinas de actividad física, cada participante debe convivir durante siete días con uno de ellos ajustado en su muñeca. Se trata de acelerómetros triaxiales –registran movimientos en tres ejes corporales– y el resultado de estas mediciones dará una idea de cuán sedentaria es la persona que portó el aparato esa semana. Si, por ejemplo, la aceleración cambia frecuente y vigorosamente, quiere decir que hubo una actividad física intensa. Una vez que la persona entrega el acelerómetro, debe responder un cuestionario elaborado por el Laboratorio sobre comportamiento sedentario, cuya información se cruzará con los datos del acelerómetro y del cuestionario GPAQ inicial.
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“Hay una pregunta del GPAQ –agrega Lobo– sobre cuánto tiempo pasa uno sentado o reclinado en un día típico y la respuesta habitual puede ser de dos o tres horas. No hay conciencia real del tiempo que se pasa sentado, por lo que uno de los objetivos del trabajo es alertar sobre esto. En nuestro país, estas poblaciones con las que trabajamos no están suficientemente descriptas en patrones de comportamiento. La idea es incluir el tema del comportamiento sedentario en agenda de académicos e investigadores, y también a nivel social”.