La Universidad Nacional del Litoral, a través de la Facultad de Ingeniería Química (FIQ) y el MIT (Massachusets Institute of Technology) firmaron, en 2020, un convenio de colaboración, a través del cual ambas instituciones trabajan en una investigación que aportará al desarrollo de una biblioteca global sobre microbioma intestinal. Esta investigación es supervisada por Eric Alm, investigador principal del MIT, y por Gabriel Vinderola y Ana Binetti, docentes de FIQ e investigadores del Instituto de Lactología Industrial (INLAIN- UNL/Conicet).
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Cabe destacar que la Argentina, a través de la FIQ, se suma a este consorcio transformándose -hasta el momento- en la única institución nacional participante. El consorcio, conformado por investigadores de instituciones de más de sesenta países de los cinco continentes, se denomina “Global Microbiome Conservancy”, y busca crear una biblioteca universal de genomas de la microbiota intestinal de comunidades aborígenes, acerca de las que se supone que tienen mayor diversidad microbiana en el intestino que los habitantes de sociedades industrializadas.
Hasta la fecha, la mayoría de los estudios que investiga la relación entre el microbioma y la salud o la enfermedad ha examinado algunos grupos poblacionales similares. A través de este consorcio, se busca profundizar en el tema examinando los microbios que viven en el intestino de seres humanos saludables que residen en comunidades muy diferentes de los EEUU y en más de sesenta países de todo el mundo. Recientemente, el grupo de investigadores del MIT publicó en la prestigiosa revista “Cell” uno de los primeros artículos sobre este tema.
En la Argentina, “el propósito es estudiar la microbiota intestinal de la comunidad Wichí, en Salta, y probablemente de otras comunidades aborígenes de Misiones. Recientemente, viajamos para concretar el primer encuentro con estas comunidades, que manifestaron su voluntad de participar”, indicó a Argentina Investiga Gabriel Vinderola.
La comunidad Wichí en Salta
Vinderola y Binetti viajaron a la localidad salteña de Coronel Juan Solá en donde, a través de las gestiones realizadas por Silvia Molina y Eduardo “Lalo” Bertea, de la Asociación Civil Tepeyac, pudieron tomar contacto con representantes de comunidades Wichí que residen en la zona. Allí se reunieron con 20 caciques, que representaban 14 de las 26 comunidades que viven en la región, las cuales suman aproximadamente 4.000 personas. “Nos escucharon con mucha atención e interés durante el encuentro que duró dos horas, y también hicieron varias preguntas. Demostraron estar dispuestos a participar en la investigación, pero este fue el primer paso. Debemos esperar que ellos hablen con sus respectivas comunidades y nos comuniquen la decisión final en los próximos meses”, contó Vinderola. Por su parte, Binetti comentó: “Además de escuchar atentamente nuestra propuesta, tuvimos un intercambio muy interesante con algunos de los líderes, que se mostraron muy interesados en comentarnos qué tipo de alimentos recolectan y cazan en su monte y la enorme importancia de que sus hijos y nietos conserven estos hábitos”.
En caso de respuesta afirmativa, “junto a una misión de varias personas del MIT, nos instalaremos en la zona unos diez días hasta recolectar un total de setenta muestras de materia fecal y saliva, acompañadas de encuestas de sus hábitos alimentarios y su estilo de vida”.
Los investigadores relataron que “por la tarde, y de la mano de Lalo, nos internamos 15 km dentro del monte para visitar la comunidad El Chañar y compartir un rato con una de las familias que allí residen”. Entre las características que llamaron su atención, Ana Binetti relató que “algunas madres manifestaron amamantar a sus bebés hasta los cuatro o cinco años de vida".
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Los datos generados sobre el microbioma derivados de la investigación se pondrán a disposición, a pedido y sin cargo, de otros investigadores de todo el mundo, para que se puedan utilizar en estudios futuros sin fines de lucro. Estas futuras investigaciones podrán incluir a investigadores de universidades, hospitales, asociaciones sin fines de lucro y laboratorios gubernamentales. La idea es construir una especie de “Arca de Noé” de genomas microbianos intestinales de todo el mundo.