El compost: fermentación aerobia de los residuos orgánicos.
A través del curso, docentes y alumnos enseñan y trabajan con los presos de una de las unidades del complejo penitenciario del penal de Magdalena, capacitándolos para reducir y reciclar la cantidad de basura orgánica que se produce en los establecimientos de detención.
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La iniciativa implementada desde la UNLP junto con el Servicio
Penitenciario Bonaerense también “busca alternativas a la problemática ambiental y sanitaria que genera la producción de residuos en los establecimientos penitenciarios y es una variante ocupacional para las personas privadas de libertad“, señaló el ingeniero Jorge Lanfranco, director del proyecto. Y agregó: “La capacitación es una manera interesante de ocupar los tiempos de ocio de la población carcelaria y de mostrarles cómo un adecuado manejo de los residuos puede evitar la contaminación del suelo, agua y aire, además de evitar focos infecciosos e impedir que sean vectores de enfermedades”.
La mecánica de trabajo consiste en unos cuatro encuentros mensuales. Los docentes y alumnos pautan reuniones semanales, de dos o tres horas de duración con unos 30 detenidos, previamente designados por las autoridades penitenciarias, y las clases son teórico prácticas.
El curso comienza con información teórica sobre los residuos (orgánicos e inorgánicos), su clasificación de acuerdo al tipo de material que los compone, grado de peligrosidad, su lugar de origen, etc. El material aportado por los docentes es leído entre todos. Los profesores concientizan sobre la importancia de la separación de los residuos según sus características y se explican criterios para clasificar la basura.
El complejo penitenciario de Magdalena tiene tres fuentes importantes de desperdicios: la cocina, la granja con animales y la basura de los pabellones (yerba, restos de comida, botellas plásticas y papeles). Para el encuentro posterior, los internos juntan desperdicios orgánicos para desarrollar la técnica de compostaje que consiste en acumular residuos animales (estiércol), vegetales (restos de cosechas, tubérculos, frutas, hortalizas) y domiciliarios, que al descomponerse pueden ser aprovechables como abono. El compostaje es un proceso de transformación aeróbica controlada de los materiales orgánicos contenidos en los residuos, por medio de la actividad de microorganismos, explicó Lanfranco.
El compost es una sustancia estabilizada que se obtiene al someter la materia orgánica a un proceso de fermentación aerobia que la transforma en una mezcla estable. Esta mezcla tiene alto valor para uso agrícola, según la calidad de origen del residuo. En este sentido, el director del proyecto dijo que “una vez aprendida la técnica, los internos pueden realizar el compostaje de sus residuos y utilizar el compost para mejorar la producción de la huerta que tienen en el penal”.
Durante el curso, los internos -junto con los docentes- controlan el compostaje elaborado con sus desperdicios. El proceso abre el debate: si lo que obtuvieron es o no abono, si es un fertilizante o un sustrato, si será bueno para el suelo o no, y sobre el error se va aprendiendo.
La capacitación también incluye la enseñanza del lombricompostaje -compostaje con lombrices- que consiste en un procedimiento especial basado en la actividad descomponedora de la materia orgánica por medio de la utilización de especies de lombrices. La lombricultura y la obtención del “lombricompuesto” (caracterizado por su excelente calidad de abono orgánico y acondicionador de suelos) también están presentes en las clases.
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Lanfranco remarcó que “los internos muestran buena predisposición y se interesan por todo lo que desarrollamos y trabajamos durante el curso”. Del proyecto de extensión también participa como coordinador el ingeniero agrónomo Pablo Gelati, que desde 1999 junto a Lanfranco, dicta en la facultad de Ciencias Agrarias cursos abiertos a la comunidad sobre reciclado de residuos orgánicos.