La Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, a través de las facultades de Ingeniería y de Ciencias Económicas de la sede Esquel, realizó un trabajo en conjunto con el Instituto Superior de Educación Tecnológica Nº 812, para medir la huella ecológica en esa localidad cordillerana. Tras diseñar un programa informático que sería único en el país, los investigadores esperan contar a mediano plazo con una herramienta apropiada para la medición de la huella ecológica en distintas localidades.
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La huella ecológica es un potente indicador de la interacción del hombre con el medio natural, “no documenta el impacto completo en la naturaleza, sino aquellos aspectos de la producción de basura y consumo de recursos que podrían potencialmente ser sustentables”, explicó a Argentina Investiga el ingeniero Francisco Carabelli, docente de la Facultad de Ingeniería, de la sede universitaria Esquel.
Como la huella ecológica permite además, elaborar estrategias para cambiar los hábitos de consumo y mitigar el impacto que el ser humano causa en el entorno, el equipo académico-técnico elaboró una metodología de análisis específica con la finalidad de recopilar la información de base. Se trata de un programa informático para el análisis de los datos.
El objetivo fundamental del indicador de huella ecológica consiste en evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y compararlo con la biocapacidad del planeta, en este sentido es un importante indicador para la sustentabilidad.
Otro de los beneficios que aporta el programa es la posibilidad de participación comunitaria, tanto de personas como de instituciones a lo largo del proceso. Además, esta herramienta de análisis posee una potencial aplicación en cualquier municipio de pequeña y mediana escala socioeconómica.
Tras la huella de Esquel
Para estudiar la huella ecológica de la ciudad de Esquel, se realizó una primera experiencia de indagación en 2011. Ésta abarcó la Villa Futalaufquen, situada en el Parque Nacional Los Alerces (PNLA), en el noroeste cordillerano de la provincia de Chubut. Ante la riqueza de los datos obtenidos en Futalaufquen, los investigadores eligieron los primeros meses de 2012 para la puesta en marcha del estudio de la huella ecológica de Esquel. Como primera medida acordaron con el municipio de la ciudad cordillerana la metodología de trabajo que se llevaría a cabo y se comprometieron a la presentación de informes semestrales. Por su parte, las autoridades municipales también contribuyeron con información y colaboraron en los trabajos de campo, en las encuestas y durante el procesamiento de datos. En total se realizaron 1.000 encuestas domiciliarias en los distintos barrios que integran el casco urbano.
Éstas abarcaron las superficies reales y potenciales de las que podría disponer el ejido de Esquel para producciones propias, es decir, el área medida en hectáreas, que la población demanda para satisfacer su consumo anual y que incluye una amplia variedad de productos alimenticios que están contemplados en la Encuesta de Consumo de Alimentos (ECA).
De manera simultánea el equipo de técnicos e investigadores trabajó para familiarizar a la población con la huella ecológica. Este objetivo se cumplió de manera progresiva poniendo especial énfasis en el potencial para generar alternativas de desarrollo productivo. En esta indagación los investigadores definieron cinco categorías de consumo: alimentos, bienes y servicios, transporte y vivienda. Las mismas están relacionadas con la tierra y las aguas productivas -agrícola, ganadera, forestal, pesquerías y de absorción de emisiones de combustibles fósiles-.
La huella de un problema
El equipo de técnicos e investigadores considera necesario dejar en claro que la huella ecológica no es un espacio continuo, puesto que los insumos pueden provenir de tierras distantes ya sea dentro del mismo país, de otros países y de otros continentes. “Si en una ciudad se consumen bienes producidos en otra zona del país o del exterior, deben computarse dentro de la huella de la ciudad, es decir, en la superficie terrestre de la región que se ha destinado a la producción del bien”.
“Desde la perspectiva de que es un indicador fácilmente entendible por parte del ciudadano común -agrega Carabelli- nos parece que tiene esta potencia de transformarse en un vehículo ágil para que gradualmente, cualquier comunidad, en cualquier espacio geográfico, vaya internalizando que con una modificación relativamente leve de sus hábitos de consumo puede hacer mucho para mitigar el impacto que causamos en la naturaleza”.
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Quienes estudian la huella ecológica esperan que todo el proceso tenga una profunda connotación de educación ambiental. Otro resultado esperable, y sobre todo deseable, es que junto al valor de la huella ecológica de Esquel, se logre una huella educativa o impronta de conocimiento, en el sentido de que toda o gran parte de la población logre apreciar y dimensionar las presiones que el estilo de vida impone al sistema natural. Se busca en el mediano plazo que de manera gradual y con convicción puedan modificarse pautas de comportamiento, que podrían transformarse en hábitos más equilibrados y sensatos en términos de resguardar el capital natural.