Como si de un GPS se tratara, virólogos argentinos rastrean los distintos genotipos virales de hepatitis B y sus numerosos subtipos para trazar un mapa tanto de su localización como de sus desplazamientos. Para ello, los investigadores recurren a una amplia serie de recursos epidemiológicos, genéticos, virológicos, bioquímicos y clínicos.
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Argentina ha sido definida como “un crisol” que entrecruzó poblaciones originarias con otras venidas de “allende los mares”, africanas, procedentes de países limítrofes y, en las últimas décadas, asiáticas. Esto se refleja en la “hoja de ruta” de los virus que las acompañaron, por lo que el efecto crisol demográfico resulta, también, un crisol virósico.
En el mundo unos 400 millones de personas padecen de hepatitis B crónica y un porcentaje significativo está en riesgo de desarrollar cirrosis y hepatocarcinomas. Cada año, cerca de un millón de personan muere debido a diferentes fallas hepáticas.
El virus de la hepatitis B es cien veces más infeccioso que el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), y puede sobrevivir fuera del organismo hasta 7 días. Su genoma presenta una tasa de mutación cien veces mayor a la de otros virus ADN, familia a la que pertenece. Dentro de ésta, forma parte de los hepadnavirus. Así es que el virus circula como una mezcla complejísima de variantes y su evolución depende de cómo lo presionen la respuesta del paciente y los tratamientos antivirales, tanto que llega a hacerse resistente a las drogas disponibles.
Parecidos pero diferentes
Aun perteneciendo a la misma familia, los virus de hepatitis B exhiben características genéticas diferentes; así fueron descriptos ocho genotipos: A, B, C, D, E, F, G y H.
“Los genotipos más ‘cosmopolitas’ son los A y D, que prevalecen en Europa, Àfrica y América del Norte, y también en países mediterráneos y del cercano y el lejano Oriente. Los genotipos B y C se localizan preferentemente en países del Sudeste y el Este asiático; y el genotipo E, en el Oeste de África. Los genotipos F y H están circunscriptos a América Central y del Sur, y a América del Norte y Central, respectivamente”, señalan los virólogos de la Facultad de Farmacia y Bioquímica en un artículo publicado en el “Journal of Clinical Virology”. Además, ya fueron descriptos numerosos subgrupos: el genotipo A fue subdividido en 3 subgenotipos; el B, en 6; el C, en 5; el D, en 5; y el F, en 4.
Los datos obtenidos por los investigadores de la cátedra de Virología muestran que en el noroeste y el nordeste argentinos prevalece, hasta en un 90% de los casos, el genotipo F, originario de América Central y del Sur, debido a que la mayoría de los nativos de estas regiones registra ancestros originarios.
En cambio, en la región metropolitana son más frecuentes los genotipos A2 y D, mayoritariamente originarios de Europa. El genotipo F, en esta región, sólo representa un 30%. Los investigadores también hallaron el subtipo A1, cuya aparición puede deberse a las poblaciones originarias de África.
“Los porcentajes bajos de aparición de los subgenotipos B y C, de origen asiático, obedecen a que el ingreso de este virus es más reciente. Esto refleja el impacto de las diversas corrientes migratorias en los diferentes estadios de la historia demográfica argentina”, señala a InfoUniversidades el doctor Rodolfo Campos, profesor titular de Virología.
Trazar un mapa de la diversidad genética del virus de hepatitis B es útil para la prevenir las infecciones y prever cómo evolucionarán, además de que permite estimar cómo responderá cada paciente. También posibilitaría seleccionar las estrategias terapéuticas más adecuadas para cada una de las variantes del padecimiento; y en el campo académico-investigativo, diseñar y desarrollar antivirales, así como mejorar las vacunas existentes.
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Los investigadores, junto con otros científicos de la UBA, desarrollaron y patentaron un antiviral que podría resultar promisorio ya que demostró, in vitro, eficacia para combatir el virus de la diarrea bovina, que es un “pariente” del virus de la hepatitis.