La presencia de hormigas domiciliarias es un problema que afecta a muchos vecinos del noroeste bonaerense. La especie es conocida como “invasora” y es la que más se ve en la zona. La consecuencia más grave que acarrea es la contaminación, ya que se mueve con facilidad por ambientes como el baño y la cocina. Docentes aconsejan trabajar en la prevención. “Es prácticamente imposible erradicarlas una vez que se instalaron, pero sí se las puede controlar”, aseguró a InfoUniversidades Mónica Ricci, profesora titular de la cátedra Zoología Agrícola.
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Entre las diferentes especies en la zona, hay dos con más presencia. La que posee aguijón, conocida como “hormiga de fuego”, que puede causar daños importantes en una persona asmática o alérgica; y la “hormiga argentina”, que no tiene aguijón y las reacciones alérgicas asociadas a ella son menores. “Sólo puede morder como acto de defensa”, explicó Ricci, docente-investigadora en la carrera de Ingeniería Agronómica.
Una característica que tiene la especie es que es uno de los pocos insectos sociales, es decir, el bien común es prioritario al bien individual. “Una hormiga sacrifica su vida en defensa de las crías, un instinto que no tienen otros insectos”, describió la especialista.
Pero quizás, la particularidad más sobresaliente de este tipo de hormigas, y de la especie en general, es el gran poder de comunicación continua que tienen entre sí. Se comunican químicamente entre ellas para alertar, por ejemplo, cuando hay situaciones de peligro. Ése es el principal obstáculo a la hora de erradicarlas. “Esta dificultad lleva necesariamente a que la profilaxis sea lo adecuado”, aconsejó Ricci. La prevención está asociada a ese poder comunicacional que tienen y que imposibilita su eliminación, una vez que se han instalado.
Las consecuencias principales asociadas a las hormigas domiciliarias son, por un lado, la contaminación que generan al circular por baños, jardines, tachos de basura, dormitorios, mesadas de cocinas, etcétera; y por otro, los efectos que causan los productos para combatirlas que, en algunos casos, son muy nocivos para las personas que los emplean. “Muchas veces el insecticida que se utiliza en el ambiente es más peligroso para las personas que el efecto que puede tener sobre la propia hormiga”, señaló.
En verdad, la sangre y los desechos patológicos generan una atracción especial en las hormigas. Esto, sumado a la electricidad, fuente de persuasión para la especie, lleva a que sean un fenómeno corriente en hospitales, clínicas o sanatorios y sus alrededores. “Es indispensable controlarlas en estos espacios, ya que son fuente de contaminación indiscutida y pueden causar infecciones”, remarcó Ricci.
Se denomina ‘residuo patológico’ a todo residuo que posea características infecciosas, por contener microorganismos patógenos con suficiente virulencia y cantidad para provocar una enfermedad infecciosa. Entre los distintos tipos de residuos patológicos se incluyen jeringas, guantes usados, restos de sangre, fluidos humanos y de animales, restos de órganos, elementos corto-punzantes contaminados y todo aquel material que haya tenido contacto con microorganismos potencialmente patógenos.
La investigadora aclaró que se puede controlar a las hormigas, pero para ello sugiere informarse bien a la hora de elegir los productos. La elección del insecticida depende del espacio donde se quiera aplicar. Hay productos que generan efectos más rápidos pero son momentáneos, como el aerosol doméstico o los granulados, y otros con una acción más lejana pero con un gran poder residual, como la deltametrina (la misma que se utiliza para las cucarachas). “La deltametrina tiene una gran persistencia, en algún momento las hormigas van a pasar por donde se la coloque”, aseguró Ricci.
Según plantea la profesora de la Escuela de Cienicas Agrarias, los granulados y los aerosoles domésticos poseen principios activos que no son recomendables, debido a su gran nivel de toxicidad. “Cuando se utilizan en espacios cerrados generan un efecto adverso para las personas”, previno Ricci.
Otra desventaja que presenta el uso de los aerosoles domésticos es que las hormigas encuentran la forma de neutralizar sus efectos. Esto es posible gracias a la comunicación química que establecen entre ellas. Cuando una hormiga muere por efecto de este insecticida despide un olor que anuncia a las demás hormigas que mientras éste persista no deben acercarse. “Pero cuando el olor de ese insecticida desaparece, las hormigas entienden que ya no hay riesgos y vuelven al ataque”, explicó la especialista en hormigas.
Por eso, el uso de la deltametrina es el más apropiado, dado que tiene mayor durabilidad, no tiene olor y es más adecuado para los domicilios. “Igualmente, siempre hay que tener presente la toxicidad de todos los productos, ya que ninguno es inocuo”, advirtió. En este sentido, aclaró que los productos que se utilicen deben estar autorizados por SENASA y, además, recomendados por un profesional ya que pueden tener consecuencias agudas, como las intoxicaciones, además de efectos crónicos y mutagénicos (cancerígenos). Sobre este punto, la especialista aconseja una correcta manipulación de los productos destinados a controlar a las hormigas: cubrirse las manos con guantes, evitar tanto la inhalación y el contacto con la piel.
En el caso de la invasión en los jardines, Ricci señaló que se pueden usar venenos a base de deltametrina, al igual que en los domicilios. También comentó que un remedio es utilizar “plantas trampas”, como el orégano y la menta, las que atraen a las hormigas: “Esto es un paliativo que a veces no es suficiente, pero más recomendable cuando no se saben manipular pesticidas”.
Impacto ambiental
El impacto ambiental que generan estos insecticidas es otro dato a tener en cuenta, tanto en la contaminación del ambiente como en la eliminación de los enemigos naturales. “Cuando se fabrican los productos hay que saber qué efectos tendrán y a quiénes eliminará, ya que puede erradicar determinados enemigos naturales que son útiles dentro del ecosistema”, advierte Ricci. En este sentido, la investigadora recalca que resulta fundamental conservar la biodiversidad, ya que el medio ambiente necesita de todas las especies y los enemigos naturales ayudan a controlar a determinados insectos.
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“El enemigo natural es un organismo que se alimenta de otro. A veces son perjudiciales y otras, benéficos. No discriminan, pero es bueno que estén en el ambiente y hay que tratar de conservarlos”, sostuvo.