Con la idea de discutir la relevancia del Estado en la profundización de las democracias en Latinoamérica, Osvaldo Iazzetta, sociólogo, escritor y docente de la Universidad Nacional de Rosario, dictó un seminario sobre Sociología del Estado, en el marco de la Maestría en Partidos Políticos del Centro de Estudios Avanzados de la UNC. En esta línea de pensamiento, señaló que cuando se pensó en el régimen democrático se subestimó el papel del Estado: “Es muy difícil mejorar nuestras democracias sin Estados con capacidad para asegurar ciudadanía y garantizar tareas democráticas que no se resuelven sólo recuperando un régimen político y realizando elecciones periódicamente”, aclaró.
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Uno de los ejes de la discusión gira en torno a la inevitable relación entre la calidad de lo público-estatal y la calidad de la democracia, un debate que -según explica Iazzetta- cobró relevancia académica y política desde los años ‘90 a esta parte. “Tras la recuperación de la democracia, los ‘80 fueron años de optimismo, mientras que los ‘90 se caracterizaron por el desencanto frente al tipo de régimen democrático que habíamos logrado. Y esto se debe a que los rendimientos de la democracia no se ajustaban a lo esperado. Aquella promesa de que con la democracia se come, se cura y se educa le asignó a ésta muchas más tareas y responsabilidades de las que están a su alcance. Y lo paradójico es que la democracia logró establecerse y mantenerse como nunca antes en la historia argentina y, al mismo tiempo, convivir con un incremento de la desigualdad social”.
El especialista apunta, además, otra paradoja del Estado argentino que, aun cuando no está plenamente configurado para ser funcional a la democracia, tiene logros y creaciones dignas de reconocimiento. “El INDEC garantizaba una tarea de relevamiento de información que era útil para la formulación de políticas públicas” asegura y agrega: “No puede haber un Estado sin servicio estadístico público que garantice información imparcial de manera transparente y confiable. Porque una de las tareas de la política es anticipar escenarios, es decir, evitar que los problemas estallen sin haberlos previsto. Ahora, difícilmente la política y el Estado estén en condiciones de anticiparse a panoramas complejos si se carece de mapas adecuados que informen sobre la realidad”.
El Estado, garante de los derechos ciudadanos
Consultado sobre las razones del incremento de la desigualdad durante la vigencia del régimen democrático, Iazzetta insiste en que es muy difícil reconocer en el Estado actual a aquel que podría ser útil para la democracia. “Es preciso retomar la idea de reforma del Estado, pero no en los términos en que fue planteado en los años ‘90 por las políticas neoliberales, que la entendieron como un desmantelamiento, reduciéndolo a un sector de empresas y de servicios que debían ser entregados a manos privadas para que pudieran administrarse de manera más eficiente”.
En contrapartida, sostiene que una reformulación democrática del Estado “debería recuperar ciertas capacidades administrativas y crear otras. Hacer de él un garante de los derechos ciudadanos y un promotor de la participación de los ciudadanos”.
-¿Cómo puede el Estado garantizar ciudadanía?
-El régimen democrático es el único que admite la vigencia de los derechos ciudadanos, pero su mera existencia no basta para que esa ciudadanía se haga efectiva. ¿Por qué? Porque la capacidad de asegurar derechos ciudadanos, por parte de un Estado, depende de los recursos que tenga. Esto significa que la democracia no es gratuita, cuesta, y alguien tiene que pagar esa factura.
-Esto nos remite a las políticas económicas de la década del ‘90…
-El debilitamiento del Estado ocasionado por las políticas neoliberales hizo que éste no sólo dejara de garantizar derechos ciudadanos, sino también que cesara de producir bienes públicos, que fueron entregados al mercado. La precarización de la salud y la educación públicas generaron un sistema dual, donde ambas convivían con un circuito privatizado sólo al alcance de los que disponían de mayores recursos. Una sociedad con menos ciudadanía y más mercado, en cierto modo. Si bien la recuperación de la democracia se tradujo en un restablecimiento de los derechos políticos que habían sido arrasados por el gobierno militar, vino acompañada de un deterioro de los derechos sociales.
-La reestatización de empresas, como Aerolíneas y el ex Área Material Córdoba, ¿alcanza para revertir el impacto de las políticas neoliberales?
-Esa situación, que Argentina compartió con muchos países de la región, fue revisada a partir de los últimos años no sólo aquí, sino también en Brasil, Bolivia, y otros lugares que habían sido sacudidos por esas políticas. La reestatización de empresas es una parte de esa revisión y un signo de las nuevas políticas que comenzaron a implementarse en la región como una forma de corregir los efectos de las políticas neoliberales. Ahora, de nada sirve que el Estado intervenga más si eso no se traduce en una mejora de la ciudadanía. Se trata de que haya un mejor Estado; un Estado más democrático, en el sentido de que pueda asumir más atribuciones y concentrar más recursos, sin desconfiar de la rendición de cuentas y de las formas de control, propias de la vida democrática.
Calidad democrática y participación ciudadana
Según explica Iazzetta, la calidad de una democracia depende tanto del rol de los ciudadanos en la vida pública, como de las acciones que ejecuta el Estado: “Para garantizar derechos ciudadanos y ejercer sus responsabilidades de manera transparente y abierta, lo público-estatal debe manifestarse también en la forma en que se publicitan los actos de gobierno y el rendimiento de cuentas. Es decir, el Estado es necesario, pero al mismo tiempo debe ser controlado”, subraya.
-¿Cómo se logra esa calidad y ese control en un país donde la mayoría agota su participación ciudadana en la votación?
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-El momento electoral es decisivo en la vida democrática, y en general en Latinoamérica los comicios son vistos como una instancia estrechamente asociada a la legitimidad de las autoridades elegidas. Es cierto que la elección de 2007 marcó un descenso del voto positivo y habría allí un signo de apatía. Pero para juzgar a la ciudadanía no basta sólo con considerar lo que hace en el momento de sufragar sino en el período entre elecciones. Hay que reconocer que la democracia no sólo tiene un pilar asociado con el momento electoral y con las instituciones que lo rodean, sino que hay otro pilar, no necesariamente institucional, que ayuda a la democracia a moverse, relacionado con las diferentes formas de control y vigilancia que la ciudadanía ejerce cotidianamente. Las encuestas de opinión, los reclamos, las demandas ejercidas serían una forma de apuntalar a la democracia. Se manifiestan en diferentes formas de organización ciudadana que denuncian abusos del Estado, casos de gatillo fácil, maltrato policial, o ausentismo del Estado. Eso se llama rendición de cuentas societal y hay muchísimas organizaciones de la sociedad civil que encarnan esta forma de control. La experiencia de estos 25 años de democracia no es tan desalentadora.