En los sedimentos del río jujeño Capillas, ubicado en las Sierras Subandinas, plena selva jujeña, un equipo de investigación descubrió las esporas fosilizadas de cinco tipos diferentes de hepáticas, una forma de planta muy elemental. Se las conoce como “criptoesporas”.
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Constituyen la evidencia de las plantas terrestres más antiguas encontradas hasta el momento, lo que indica que hace unos 470 millones de años (en el período Ordovícico inferior) las plantas dieron allí sus primeros pasos sobre la superficie terrestre. En esa época, el mundo era otro. El territorio donde el geólogo Ricardo Astini, de la Universidad de Córdoba, y su equipo de investigación descubrieron los fósiles formaba parte del este de Gondwana, el bloque continental antiguo que contenía a todos los actuales territorios del hemisferio Sur (Sudamérica, Australia, África, Antártida y parte de Asia).
Hasta este descubrimiento, los restos de plantas más antiguos conocidos fueron encontrados a principios de la década del noventa en República Checa y Arabia Saudita (oeste de Gondwana), pero tenían una antigüedad de 460 millones de años, mientras que los fósiles encontrados en el noroeste argentino son 10 millones de años más antiguos.
Astini señaló que la prueba de que estas plantas eran terrestres está en que contienen una cubierta externa llamada “esporopolenina”, que se encuentra sólo en plantas terrestres, dado que no cumplen ninguna función en las acuáticas.
“Esta protección se genera porque la dispersión aérea, a los efectos de asegurar la reproducción, necesita de una pared mucho más resistente que la que se da en medios acuosos. Ésta es la verdadera innovación que conduce a la colonización del medio aéreo. Por eso se dice también que la presencia de la cubierta resistente de esporopolenina constituye una novedad evolutiva”, explicó a InfoUniversidades Astini.
La esporopopelina también fue lo que permitió que las muestras se hayan conservado. De todas formas, el científico aclaró que los fósiles encontrados son excepcionales. “Las muestras están carbonizadas, han sufrido una fuerte presión de las temperaturas, como si estuvieran sobre cocinadas”, añadió el investigador.
La colonización de las plantas
Astini fue quien extrajo las muestras en la selva jujeña. Su trabajo consistió en estudiar las regiones geológicas y en decidir qué elementos muestrear. Con esa información se determinaron los “paleoambientes”, reconstruidos sobre la base de los rasgos y el ordenamiento de las rocas halladas en los sedimentos. El paleoambiente determinado en este trabajo fueron llanuras de mar bordeando estuarios que existieron hace aproximadamente 470 millones de años en esta región.
¿Cómo era el mundo hace 470 millones de años? “Las reconstrucciones realizadas de esta época muestran ambientes casi desérticos. Sólo piedras y mar. Lo primero que uno se imagina es un desierto, donde hay una zona vegetal, de color verde, en la parte marino marginal: hay musgo, unos pastizales bajos. Así fue la primera colonización, con plantas casi invisibles”, asegura el investigador.
El trabajo de los científicos alumbra en este aspecto esencial de la historia de la vida en la tierra: la colonización terrestre por parte de los organismos vivos. De este tránsito se sabe muy poco, “se cree que fue progresivo. Pero en cuanto al momento de la colonización, a qué la produjo o cuál fue su factor de presión, no se sabe mucho. Hay quienes dicen que se fue dando con condiciones paulatinas atmosféricas, por presión de oxigeno, que permitió que los ambientes terrestres hayan sido más amigables”.
La invasión de las plantas a la superficie terrestre es uno de los más importantes hitos en la historia evolutiva. Cambió el clima para siempre, y permitió que la vida se diversifique y evolucione a organismos más complejos. Este tránsito, no obstante, tardará muchos millones de años más.
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Los resultados de este trabajo fueron publicados en la revista “New Phytologist”. El equipo de especialistas lo encabeza la paleontóloga Claudia Rubinstein, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales de Mendoza (IANIGLA) y el geólogo de la UNC, Ricardo Astini. Además contaron con la colaboración de científicos de la Universidad Liége (Bélgica).