Las investigadoras Florencia Arroyo, Cintia Romero y Virginia Salomón en el INTA Famaillá
Ese líquido dorado, espeso, dulce y delicioso que almacenan las abejas para alimentarse en invierno y para dar de comer a sus crías, tendría efecto antibiótico sobre los patógenos de los alimentos. El resultado se desprende de un estudio realizado en la miel de abejas nativas sin aguijón. La investigación se encuentra en sus primeras etapas y es desarrollada por profesionales de tres instituciones: la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), el Conicet y el Instituto Nacional de Tecnología Agroindustrial (INTA).
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La producción de este tipo de miel está poco difundida en Argentina, a pesar de que las abejas sin aguijón, también llamadas meliponas, son originarias del Continente americano y están agrupadas en más de 400 especies diferentes. Las poblaciones rurales suelen utilizar su miel, desde la época precolombina hasta la actualidad, como complemento de su alimentación y para uso medicinal.
La miel de abejas meliponas suele tener mayor proporción de humedad que la elaborada por abejas africanas o Apis mellifera. Esto ocurre porque la producen en potes casi cerrados, que sufren escasa evaporación; a diferencia de las africanas que preparan su miel en celdas abiertas, lo cual facilita la disipación del agua. Un mayor porcentaje de humedad crea un clima propicio para la proliferación de microorganismos, que pueden tener efecto benéfico sobre la salud.
Florencia Arroyo, biotecnóloga graduada en la UNT, caracterizó un total de 116 aislamientos y encontró que dos bacterias tenían el mejor potencial probiótico y antibiótico. “Estas bacterias resisten a las condiciones del organismo (a las sales biliares y al tracto digestivo) para que puedan colonizar el intestino y darle propiedades de inmunidad a la persona”, precisó. Además, tienen potencial antibiótico frente a los patógenos alimentarios, inhibiendo su crecimiento. El grupo realizó pruebas in vitro contra Listeria monocytogenes, Pseudomonas y Escherichia coli, que son bacterias causantes de enfermedades transmitidas por alimentos.
Romero señaló que queda un largo camino por recorrer hasta llegar a las pruebas in vivo con animales de experimentación y luego con personas. “Aún falta caracterizar qué tipo de antibiótico produce el microorganismo, qué mecanismos usa para matar al patógeno y precisar las concentraciones necesarias para lograr ese efecto”, puntualizó. Una vez que las investigadoras corroboren el potencial antibiótico y probiótico de las bacterias en esas instancias, podrían emplearlas para enriquecer otros productos alimenticios o para elaborar nuevos fármacos.
Miel de uso medicinal ancestral
Virginia Salomón validó científicamente el uso ancestral de las mieles de abejas nativas sin aguijón. El producto es utilizado por poblaciones campesinas para tratar distintas dolencias como enfermedades oculares, gastritis y para cicatrizar heridas en la piel.
La profesional realizó pruebas en el laboratorio y también in vivo y comprobó que esta miel tiene propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, analgésicas y antitusivas. Estudió dos especies que tienen colmenas en el INTA Famaillá: la scaptotrigona jujuyensis, conocida como negrita y la tetragonisca fiebrigi, llamada comúnmente rubiecita.
Incentivar la cría de estas abejas
Las abejas Apis melliferas producen más cantidad de miel que las meliponas y ese es uno de los motivos por los cuales la apicultura se desarrolló fundamentalmente alrededor de las primeras. Sin embargo, la miel de abejas meliponas -aunque no tiene un mercado formal- suele venderse a mejor precio porque es muy valorada por quienes conocen de apicultura.
Las abejas nativas tienen un aguijón disfuncional, que no les sirve para defenderse. Para eso usan otros sistemas como unas mandíbulas muy desarrolladas que les permite atacar, mordiendo. Viven en colonias y su tamaño varía entre los 3 a 10 milímetros de longitud.
En el mundo, estas abejas están distribuidas en zonas con clima tropical y subtropical. En Argentina, el área donde se encuentran está compuesta por: Este de Jujuy, Salta, Formosa, Este de Catamarca y Este de La rioja, Tucumán, Santiago del Estero, Chaco, Centro y Norte de Córdoba, Noreste de San Luis, Norte de Santa Fe, y Misiones.
Lamentablemente, estas abejas están desapareciendo como consecuencia del desmonte indiscriminado de los bosques nativos, tras la expansión de la agricultura y la ganadería. Otra de las causas, es el daño que producen personas que no poseen conocimientos sobre la cría de estas abejas, y destrozan su nido para extraer la miel.
Para incentivar la cría de estos insectos y la producción de su miel, el INTA desarrolló diversos proyectos que están enmarcados dentro del Programa Nacional Apícola. También se financió la iniciativa Valor Agregado destinada a profundizar los conocimientos científicos en esta temática.
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Florencia Arroyo es biotecnóloga, graduada en la UNT, y realizó su tesis de grado analizando el potencial probiótico de cepas de bacillus (un tipo de bacteria) que fueron aisladas de la miel de abejas nativas de Tucumán. El trabajo fue seleccionado para participar de unas jornadas latinoamericanas de jóvenes investigadores. La tesis de Arroyo fue dirigida por Virginia Salomón, bioquímica e investigadora del INTA Famaillá. El estudio se realizó con la cooperación de la doctora en bioquímica Cintia Romero, que se desempeña en la Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos (PROIMI) que depende del Conicet.