Las mujeres ampliaron su campo de acción: muchas no sólo cuidan del hogar, sino que también estudian, se reciben y trabajan. Claro, pagando el costo que ello implica. A menudo, se suceden las denuncias por ofuscaciones, trabas, diferencias, dificultades para conseguir trabajo, menores sueldos, puestos en los que se cumplen las mismas responsabilidades pero con denominaciones que representan menor jerarquía.
La percepción social no beneficia a aquellas mujeres que ocupan un puesto de jefatura. Conforme a la investigación realizada por la UNLaM, el 43 por ciento de los consultados opina que las mujeres son más autoritarias, como jefas; sin embargo, el mismo estudio revela que para el 36 por ciento “ellas” son más consideradas y saben escuchar, aunque también “se la creen más que los hombres” (39 por ciento).
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Uno de los encuestados expresó que tenía confianza con su jefa, pero “siempre había una especie de barrera”, a diferencia de su actual jefe, un hombre con el que, según cuenta, lleva una relación “más amigable”. Por su parte, Cristina, de Rafael Castillo, reconoce que los hombres son más directos con respecto a las cuestiones laborales, mientras que las mujeres “van por atrás y, muchas veces, nos amparamos en esa postura de sexo débil”.
También se encontraron casos de mujeres que actualmente son jefas en sus propios negocios y emprendimientos. Es el ejemplo de Marta y Luciana, ambas de la localidad de Ramos Mejía. Manifiestan que sus empleados no hacen diferencia por su condición de mujeres: “Siempre se puede trabajar basando la relación en el respeto. No se trabaja menos y se consigue un mejor ambiente laboral”.
Fantasías laborales
El tema de las fantasías amorosas con jefas o jefes es habitual en el inconsciente colectivo de la población. El poder y lo prohibido parecen combinarse perfectamente
en una noche de pasión con su hermosa y atractiva jefa, o un encuentro a la luz de las velas con su experimentado y seductor jefe, como si, en ambos casos, se invirtiera o, al menos, se equiparara la relación de poder.
Para el 33 por ciento de los bonaerenses, las mujeres fantasean más con sus jefes que los hombres, aunque la diferencia con “ellos” es insignificante: el 32 por ciento asegura que los varones son quienes más imaginan esta posibilidad.
De acuerdo con el 36 por ciento, los hombres intentan concretar estas fantasías, a veces con éxito. Sin embargo, según el 41 por ciento de los consultados son “ellas” las que intentan concretar este tipo de sueños.
Más allá de los números, las fantasías con los jefes o jefas son una recurrencia permanente. Según Norberto Inda, psicólogo especialista en cuestiones de género, “existe el típico modelo imaginario de la secretaria que se sienta en la falda de su jefe y, con el tiempo, puede conseguir un ascenso o un aumento de sueldo. Visto desde el lado masculino, una situación como ésta exaltaría su virilidad. Pero, ¿qué pasa cuando es un hombre el que debe recibir órdenes de una mujer? Definitivamente, se produce un ruido” y el hombre queda herido en lo más profundo de su ser de varón: su ego.
Para Osvaldo Sasovsky, profesor de Administración de Recursos Humanos de la UNLaM, los imaginarios no siempre quedan en el plano de los sueños: “Conozco el caso de un muchacho que se casó con su jefa, pero es la excepción”.
Asimismo, considera que, en el otro extremo, el ámbito laboral y el mal uso del poder, se presta para “casos de acoso sexual laboral”. Para Sasovsky, “entre las personas siempre van a existir fantasías: es parte de la psicología humana”, concluye.
“Un jefe, sin distinción de género, debe ser capaz de formar un equipo, tener respeto por sus colaboradores y aceptar sus opiniones”, afirma Silvina Caprino, defensora del pueblo de La Matanza.
“En el trabajo aún se discrimina a la mujer”
Desde el INADI, merced a las denuncias recibidas, Cristina Zurutuza encaró el proyecto “Consenso de Estado contra la discriminación por género”. Su objetivo es iniciar un proceso para erradicar la discriminación por sexo o género y promover la igualdad de oportunidades y de trato en Argentina, aportando a la construcción de ciudadanía de las mujeres y las minorías discriminadas en todos los ámbitos.
“Aún hoy -comenta Zurutuza-, la mujer encuentra trabas en el aspecto laboral”. Según expresa, existen dos tipos de discriminación: “Una es la segregación horizontal, que sostiene que las mujeres sólo se ocupan de ciertos tipos de trabajos, como por ejemplo, la docencia y las tareas domésticas o administrativas. Y la otra es la segregación vertical, que se presenta cuando hay discriminación para evitar que las mujeres asciendan a cargos superiores”. Para Zurutuza, “entre un hombre y una mujer con igual capacidad y experiencia, para ascender van a elegir a un hombre, porque los empleadores suponen que las mujeres faltan más, por razones personales y porque cuidan a los hijos.”
Otro problema, subrayan desde el INADI, es que hay una brecha salarial entre ambos sexos. Por último, destacan que también sucede que, dentro de la misma empresa, se le ponen distintos nombres a los mismos cargos, según sean desempeñados por hombres o por mujeres; por ejemplo, él es gerente y ella es coordinadora, porque si tuvieran el mismo cargo, por convenio, deberían cobrar lo mismo.
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A pesar de lo mencionado anteriormente, a nivel mundial hay una tendencia creciente a la conformación de equipos mixtos de trabajo, donde las metas se logran mediante la interacción y complementariedad entre los géneros.