Es el hombre quien decide y determina los factores de riesgo, a partir de sus propios conceptos de riesgo que van más allá del buen estado de la ruta o del vehículo. El factor humano siempre está involucrado y transforma a los demás elementos en simples medios al servicio del hombre. Esta fue una de las conclusiones a las que arribó el equipo de investigación que dirige María Lucía Quiroga Yanzi con las investigadoras Claudia Iranzo, Yasmín Salvador y María Laura Noguera, junto a un grupo de becarios, todos de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
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La propuesta planteada por este equipo hace referencia a la implementación, mediante diferentes estrategias pedagógicas y educativas, de un cambio en el modelo de asimilación-decisión-acción que aparece de manera predominante en los hábitos de conducción de los conductores del Gran San Juan.
Los aspectos emocionales subyacentes al momento de conducir surten un efecto motivador o inhibidor, que regula la inclusión o exclusión de conductas de riesgo, así lo determinó la investigación que se desarrolló en la provincia de San Juan. El estudio tuvo como objetivo ampliar la comprensión de conductas viales, a través de una mirada integradora que posicionó al ser humano como protagonista del hecho vial. Son las personas quienes, a partir de las conductas aprendidas, construyen con los otros el espacio vial.
Hasta el momento, la mayoría de las investigaciones o acciones que se emprenden en torno de lo vial tienen como objetivo la accidentología, lo que llevó a las investigadoras a considerar los aspectos que se ponen en juego en el proceso de aprender a conducir un automóvil, considerando que tal hecho no se resume sólo en la formación de una serie de hábitos motores coordinados, sino que incluye otras funciones: cognitivas, emocionales, sensoperceptivas, aprendizaje socio-culturales, etc.
Para realizar la investigación se trabajó en la oficina encargada de otorgar las licencias de conducir en la provincia de San Juan (EMICAR). Fueron encuestadas 2.200 personas que hubieran obtenido la licencia en los últimos seis meses, es decir conductores noveles y fueron entrevistados quienes se dedican a la enseñanza de la conducción.
Las investigadoras concibieron al espacio vial como un lugar compartido, un contexto de convivencia y de respeto, en el que se pone en juego la expresión de las personas. “Constituimos un sistema organizado en el que cada uno de nosotros como conductores, junto a otros conductores, conformamos los elementos que lo componen. Todas las personas que circulan por la vía pública se convierten en parte de éste, en interdependencia unos de otros” señalaron a Argentina Investiga las especialistas.
Este espacio vial se construye a partir de la trilogía formada por los factores ambiental, vehicular y el factor humano. Esta investigación se centró en el factor humano y en él se profundizaron tres componentes principales que son el dominio afectivo motivacional (las fuerzas actuantes en el comportamiento), el dominio cognitivo (la asimilación de la información y la toma de decisiones) y el dominio sensoriomotriz (en el que se incluyen acciones manifiestas y todas las experiencias mediadoras entre los canales sensoperceptivos y motores).
En la dimensión afectivo-motivacional se detectó que los aspectos emocionales subyacentes al momento de conducir surten un efecto motivador o inhibidor que regula la inclusión o exclusión de conductas de riesgo. Es por ello que la presencia natural de estas emociones desafía a la búsqueda de una aceptación que permita, en vez de un control omnipotente y fantaseado, una gestión realista de las emociones como recurso positivo al servicio de la conducción.
Esta dimensión se encuentra vinculada de manera íntima con la dimensión cognitiva, respecto de la percepción del riesgo, la toma de decisiones y la elección de respuestas. Ante las problemáticas detectadas, como por ejemplo, la falta de coherencia entre la percepción objetiva y subjetiva del riesgo, que lleva a hablar de modalidades ofensivas o defensivas al momento de conducir, se plantea la necesidad de generar espacios de reflexión y autocrítica que permitan la diversificación de los esquemas cognitivos, como así también resulta necesario replantear los procesos de aprendizaje que posibilitaron la adquisición de estos modelos.
En cuanto al área o dimensión sensorio-motriz, la posibilidad de percibir el riesgo real y objetivo y la ejecución de los esquemas flexibles traducidos en maniobras adaptadas, dependerá de la capacidad perceptiva y atencional con la que se cuente.
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Los resultados que se obtuvieron mediante esta investigación pretenden constituirse en un aporte empírico local para la comprensión de la situación de aprendizaje de la conducta vial, el análisis de la problemática de la seguridad vial y las bases para el diseño de estrategias preventivas y educativas.