Nota

Universidad Nacional de Lanús - Departamento de Planificación y Políticas Públicas

04 de Septiembre de 2017 | 16 ′ 39 ′′

Violencia de género: “Estamos frente a una emergencia”

La politóloga Andrea Daverio, especialista en políticas de género, analiza la violencia contra las mujeres, el crecimiento de los colectivos que reclaman justicia e igualdad, la Ley Nacional y las políticas públicas que debe implementar el Estado frente al crecimiento exponencial de femicidios en el país.
Violencia de género: “Estamos frente a una emergencia”

El pasado 3 de junio se cumplieron tres años de la primera marcha en contra de la violencia de género y para que dejen de matar mujeres, denominada “Ni una menos”. La convocatoria, así como la continuidad de actividades de la misma índole donde las mujeres reclaman “Basta de violencia; Vivas nos queremos; Aborto legal y gratuito; Educación sexual integral; Muerte al patriarcado”, entre tantas consignas más, crece exponencialmente en Argentina y se multiplica a otros lugares del Continente. La politóloga Andrea Daverio, Directora de la Especialización en Género y Políticas Públicas de la Universidad, y consultora en organismos internacionales sobre políticas de género, dialogó con Argentina Investiga para hablar sobre violencia contra las mujeres, sobre la ley sancionada en 2009 y sobre la necesidad de que el Estado implemente políticas públicas y que invierta en todo lo que tiene que ver con la problemática.

- ¿Qué se entiende por violencia de género?

- Hay muchas definiciones y maneras de nombrar a la violencia contra las mujeres. En Argentina al menos hay dos: una es, con esa denominación “violencia contras las mujeres”, tal como aparece en la Ley Nacional; la otra forma de nombrarla es: “violencia de género”. De alguna manera estas dos denominaciones vienen a sustituir o a convivir con una más antigua que es “violencia doméstica” o “violencia familiar”. Cuando se aprueba la ley en Argentina (en 2009) esta noción se amplía porque se amplían todas las nociones.

- Hablamos de que las mujeres son víctimas de agresiones, en el marco de relaciones interpersonales. En la mayoría de los casos esto se produce por parte de sus esposos/parejas afectivas en manos de un hombre.

- El cuestionamiento que se le ha hecho al término es que deja invisible a las mujeres; las mujeres desaparecen del problema con el término, dicen. Quienes defienden la noción de “violencia de género” dicen no, esto tiene que ver con las desigualdades de género y las relaciones de género. Quienes defienden “violencia contra las mujeres”, y que no desaparezca la palabra “mujer”, defienden que no se vuelva invisible y que no se diluya la identidad de las mujeres en esa palabra de “género”.

- En Argentina, entonces ¿de qué hablamos cuando hablamos de violencia de género?

- Me parece que en Argentina, cuando hablamos de violencia de género hablamos de todas las violencias de las cuales son víctimas las mujeres, pero también las personas trans por su condición de tales. El límite extremo de esa violencia es el femicidio o el travesticidio, donde el hecho de violencia se cobra la vida de las mujeres o de las personas trans. Sin llegar al femicidio tenemos una gradación que se da en el ámbito del hogar, en el ámbito del trabajo y en la calle. Creo que, en ese sentido, la normativa nacional amplió la mirada. Entonces, también es violencia de género la violencia económica, la sexual, la obstétrica. Violencia de género no es solamente la agresión física, la agresión psicológica también es violencia de género. Hablamos de una noción que históricamente se asimilaba a lo que era la violencia doméstica o familiar.

No hablamos de la identidad de género, sino del género como constitutivo de las relaciones sociales.

-¿Cuál es su enfoque de estudio?

- Soy politóloga y trabajo sobre el Estado, sobre las instituciones; mi foco de análisis en las investigaciones tiene que ver en el modo en que el Estado interpreta los problemas y diseña dispositivos institucionales que se traducen en modos, en prácticas. Cómo se produce política pública, cómo se define un problema, cómo se ponen en marcha esas políticas, cómo se da el seguimiento. He estudiado la violencia de género desde esa perspectiva. Mi trabajo consiste en analizar qué es lo que ha pasado en Argentina con el tema, sobre todo desde la aprobación de la Ley Nacional.

- Y ¿qué fue lo que pasó?

- En el 2010 hice la línea de base de cómo era la situación en Argentina en materia de institucionalidad de violencia de género. Ese fue un diagnóstico y relevamiento de casi todas las provincias argentinas; esto se hizo en conjunto con el Consejo Nacional de las Mujeres y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, como un insumo de política pública. Con ese diagnóstico tuvimos la oportunidad de ver qué había en todos los espacios desde la perspectiva de la seguridad, de la educación, de la justicia. En el momento en que se pone en marcha la Ley Nacional, cada provincia tenía su ley de violencia doméstica o violencia familiar. Ese ha sido un proceso largo; en la actualidad casi todas las provincias ya adhirieron, la ley es del 2009. De acuerdo a lo que es la estructura federal de este país, las provincias pueden adherir a una ley nacional. En el momento en el que se aprobó entraba en conflicto en términos de propuesta con las leyes en Argentina, porque la ley nacional tiene una pretensión acerca de qué es lo que se entiende por violencia, los tipos y los modos pero, además, tiene una pretensión de transversalidad de la mirada en el resto de los actores donde, por ejemplo, también estamos involucradas las universidades y donde el Consejo Nacional de las Mujeres es el órgano de aplicación.

- Y ¿qué implicó implementar la Ley a lo largo y ancho del país?

- Poner en marcha esto ha exigido en los últimos años procesos de negociación para ver de qué forma lográbamos que adhirieran las provincias y luego ver de qué manera se cumplía la Ley Nacional. Este ha sido un proceso largo y complejo. El año pasado, por ejemplo, se anunció el plan de acción y ese plan se demoró mucho; hablamos de una ley sancionada en 2009 y recién en julio de 2016 se anuncia un plan de acción con un presupuesto. Ese presupuesto, de 750 millones para tres años, estuvo tambaleando a principios de este año porque los 69 millones que correspondía tardaron en anunciarse en el Boletín Oficial.

- ¿Cómo ve a los movimientos de mujeres del país, piensa que todos los sectores sociales están incluidos?

- Creo que el movimiento de mujeres en Argentina debe ser el actor más diverso plural e interesante en términos políticos que hay en el país. Y con conciencia política, en la medida en que es un actor o una actriz diversa, plural, atravesado de desigualdades y de tensiones en donde hay disputas de sentido. Creo que ya han pasado varias décadas de críticas de lo que era un feminismo blanco de clase media académico y educado. Por suerte hemos tenido en América Latina, en África, en Asia gracias al feminismo negro, indígena, lésbico, me parece que la “clase”, la orientación sexual, la etnia, han interpelado algunas de las consignas del feminismo más central y más académico que jugó un rol. Entonces, creo que si efectivamente nosotras levantamos la bandera del feminismo ese feminismo nos tiene que incluir a todas. Y tiene que explotar como propuesta política. A veces, lo que ocurre es que hay iniciativas que empiezan de una manera; bueno, es tarea de la tensión y de la lucha política ver cómo se termina configurando la arena política y cómo se construyen las propuestas colectivas.

En la marea humana del “Ni una menos” en la calle estamos todas, y ahí me parece que hay que verlo en una secuencia de los últimos dos/tres años: la primera convocatoria en junio del 2015; en octubre del mismo año el encuentro de mujeres en Mar del Plata; en junio de 2016 segundo aniversario de “Ni una menos”; luego en octubre el encuentro en Rosario pero después el paro de mujeres en octubre también y después el segundo paro y movilización el 8 de marzo de 2017. Lo que hay que ver es que está el “Ni una menos” pero hubo muchas convocatorias en estos dos años, donde hay miles y miles de mujeres expresándose con documentos con expresiones de clase; con documentos manifestándose en la diversidad que yo creo que hay que prestarle atención. No creo que haya en Argentina un actor político que tenga esta fuerza y esta claridad. Hay que entender que no se está hablando sólo de violencia, se habla de desocupación de las mujeres, subocupación, trabajo informal, se piensa en las que están adentro del mercado de trabajo; entonces, se habla de las brechas de género, se piensa en los cuidados domésticos, se piensa también en los chicos y chicas adentro de la escuela; también en educación sexual integral y, simultáneamente, se piensa en las mujeres que mueren por abortos, Entonces se pide la legalización del aborto, se piensa en la violencia. Todo eso, todo a la vez. Cuando mirás las proclamas me parece que ésa es la vibración que rescato como movimiento político.

-¿Qué cree que pasa que, a pesar que el movimiento de mujeres es el actor político más importante del momento, la violencia contra las mujeres y los femicidios siguen aumentando?

- Creo que en términos de violencia de género claramente estamos frente a una emergencia. Tenemos que tener en perspectiva que hasta hace unos años esto no era un fenómeno visible, entonces resulta también difícil dimensionarlo porque no tenemos datos de hace 20 años cuando un asesinato de estas características era caratulado como homicidio o crimen pasional, hoy se identifica como femicidio, con una figura legal y durante años estuvo escondido en la justicia, en la policía. La verdad es que no hay registro de qué es lo que ocurría en nuestras sociedades; esto se ha vuelto visible en términos jurídicos, en términos políticos y, además, lo que se trabajó es que en algunos medios de comunicación se hicieron ciertos avances, donde cada vez menos se habla de crímenes pasionales y cada vez más se habla de femicidios, hay una cierta vigilancia de qué es lo que pasó.

Lo que creo es que la violencia de género no ocurre aislada; creo que tiene cierta correlación con lo que pasa en la sociedad y cómo se manifiesta la violencia. La violencia de género está anclada en múltiples clivajes de desigualdades, que tienen que ver con el modo en que se valora lo femenino y lo masculino, con la distribución del prestigio, con la distribución del trabajo, con la participación en los ingresos.

Lo que se hace desde el Estado es absolutamente insuficiente; por ejemplo, la oferta de refugios para mujeres víctimas de la violencia de género es mínima. Si una mujer acude a la justicia por ser víctima de la violencia de género y, en el mejor de los casos, logra la exclusión, tampoco hay recursos para eso. Mi pregunta es ¿cómo pensamos reparar esos 10/15 años de violencia y cómo reparamos la autoestima de esa mujer bajo tantos años de violencia?; ¿cómo recuperamos la autonomía de esa mujer para que pueda volver a tener un trabajo pero que alguien se ocupe de sus hijos, que pueda tener un lugar para vivir? Todo eso son recursos, acciones del Estado.

Hoy tenemos una norma, una legislación; tenemos algunos dispositivos mínimos pero tenemos a las mujeres en extremada vulnerabilidad.

Por otro lado, la violencia de género no está siempre asociada a una cuestión de clase. Si bien algunas mujeres están atravesadas por más vulnerabilidades, si pensamos en términos del patriarcado está anclada en otras cuestiones. La violencia tiene debajo un supuesto que es una relación entre no-iguales; hay una diferencia de estatus que sostiene la violencia de género y esa es una de las que hay que trabajar, que desarmar.

La violencia de género es un tema complejo: necesitamos norma jurídica, educación en la sociedad para desarmar mecanismos muy profundos, muy arraigados.

-¿Qué políticas públicas son necesarias para atender esta situación?

Hay que volver a poner en pie a la mujer víctima: que vuelva a tener un trabajo, que tenga un lugar donde vivir, con quién dejar a sus hijos, que vuelva a sentirse entera y que es capaz de recuperar su vida. Todo ese proceso, llegar a eso es costosísimo y, además, lleva un tiempo. Eso es algo que las políticas públicas con enfoque de género deberían hacer, las políticas públicas de género deben corregir las desigualdades, promover la participación de mujeres y personas trans, pero deben reparar también. El Estado tiene la obligación de reparar daños y desigualdades sostenidas durante décadas, que son parte de la sociedad.

-En lo laboral ¿cómo es el acceso de las mujeres?

- En lo que tiene que ver con mecanismos de acceso a puestos jerárquicos, según datos 2015, las mujeres están muy por debajo que los hombres. Los estudios del observatorio de género en la Justicia registran que el ingreso de mujeres a ese tipo de puestos es mucho menor en cargos jerárquicos en la justicia. Desde ya que no tenemos un gabinete igualitario como sí ocurre en otros países como Francia; en los cargos ejecutivos no predominan las mujeres, en las universidades la mayoría son rectores y no rectoras.

Otro punto es la brecha salarial; en Argentina ronda el 27 % según el Indec. Entonces, cuando uno mira qué pasa con la igualdad de género en cargos jerárquicos estamos muy por debajo.

Las instituciones, cuando las mirás: cortes de justicia, policías, gabinetes, universidades, medios de comunicación, los cargos gerenciales, en la mayoría son hombres.

Hoy no tenemos un acceso paritario entre hombres y mujeres a los lugares de toma de decisiones.

- ¿Cómo es el trabajo que promueven desde la Especialización en Políticas Públicas y Género?

- Desde el 2008 trabajamos con el Programa Políticas Públicas y género y desarrollamos diferentes líneas. Una de ellas fue lograr la equidad en la currícula de grado; hoy en la Universidad hay varias carreras que tienen seminarios optativos de grado y en el caso de la carrera Licenciatura en Seguridad Ciudadana se transformó en una materia obligatoria incluida en el plan de estudios. Este es uno de los pocos casos en Argentina; es decir, que una carrera incorpore a su currícula una materia con políticas públicas de género. También hay un módulo obligatorio en DDHH que incluye al seminario de género. A la Especialización la creamos orientada a trabajar sobre las capacidades de profesionales: psicólogos, sociólogos, trabajadores sociales, comunicadores y comunicadoras sociales, abogadas y abogados médicos, profesores, arquitectos; tenemos una amplia variedad. El objetivo es brindar una mirada de formación para que puedan incorporar en sus prácticas y en sus miradas la igualdad de género.

- ¿Es una carrera a la que sólo asisten mujeres?

- Hay varones; por ejemplo, en seguridad ciudadana la mayoría son varones. La puesta en las universidades debería ser transversalizar la mirada de género, incluir en las currículas de las carreras una materia obligatoria y, además, que esté como oferta de posgrado. En ese punto en nuestra Universidad se han hecho avances.

Producción Periodística:
Marcela Repossi

Responsable Institucional:
Marcela Repossi
Valeria Pujol Buch
Universidad Nacional de Lanús

Secretaría General, Comunicación
cienciaunla@gmail.com
www.unla.edu.ar


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